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¿Por que había besado al niño en su sótano?
Fácil, por fines meramente prácticos, sabía que podía golpearlo, quemarlo, y un sin fin de daño físico. ¿Pero psicológico? No hay nada peor que eso, era consciente que ahora el rubio se encontraría torturándose en su cabeza por el beso, y por todo lo que vio en general.

Después de haber tenido la magnífica idea de poner aquella cabeza de la chica contra los labios del menor, y ver que este no se retiró al instante por el beso, capto por completo su atención.
Quería ver hasta donde sería capaz de hacer el pobre chico para sobrevivir, que iluso.

Tenía tiempo que las asquerosas suelas de los zapatos de Min habían estado en su casa, fue una conversación corta, en realidad solo quería decirle que estaba ahí por unos papeles, pero que ese mismo día se iría por la noche y no regresaría dentro de un tiempo, lo cual el pelinegro agradecía, como le encantaba a aquel sujeto meterse en sus cosas, aunque realmente no pudiera hacer mucho al respecto.
Si no fuera por el trato que tenían ahora mismo estaría decorando su casa, como una alfombra o una lámpara.

Era tan metiche, que ya le había preguntado sobre a quien tenía ahora en esas cuatro habitaciones, cosa que el mayor obviamente no respondió. Sabía que Min tenía interés por cierto recluta que apenas estaría llegando al lugar, pero en realidad no le importaba, y mucho menos sabía su nombre.

Ahora solo había algo que lo tenía fascinado y ese joven no era sin duda el que buscaba Min.
Era el mismo que había durado demasiado en posesión del Sumo Sacerdote, el sabía que solo había dos destinos ahí; morir o morir.
Pero por alguna razón aún no lo había matado.

Quería destruirlo, quería verlo suplicar llorando que lo matara, que hiciera con él lo que fuera para acabar con su sufrimiento, quería verlo llorar lágrimas de sangre. Y solo por una razón, era muy bonito. Y a Jeo le gustaba lo bonito, más si lo combinaba con el dolor.

Tenía tiempo que había dejado al menor en el sótano, ahora solo se encontraba recostado sobre el sofa, por lo pronto, no tenía intenciones de recoger el desastre que había, y no se diga la cocina que después de cortar aquella cabeza con el cuchillo que usualmente usaba para cocinar , ya se podrían imaginar.

Y es que hablar con Min siempre era un desgaste impresionante de su energía, era demasiado idiota. 

Después de que por fin Min se fue, tatareaba una canción que solo él conocía, la única que su cerebro siempre guardaba, una tan vieja que no sabía siquiera si alguien la conocía.
Cuando no se encontraba nadie en verdad que su cabeza era un caos completo, siempre creía tener la razón en todo y eso era el mayor problema, por que al estar ahí sin nada en que mandar, se sentía solo, como si no importara para el.
Y es por eso que siempre terminaba visitando al rubio, a él realmente le gustaba importarle a las personas, importarles por ser la persona que les quitara la vida.

Pero en el menor había algo diferente, Jeo sabia que lo divertiría mucho seguir jugando con el, antes de matarlo, claro.
Ahora solo quería ver hasta donde podía llegar, cual era su límite antes de perder totalmente la cordura.

Ya todos lo sabían en ese lugar, si entras al calabazo del Sumo Sacerdote, no sales jamás. Destino del rubio y del siguiente que ya esperaba por entrar.

Jeo recibió la llamada de que al parecer uno de los nuevos reclutados ya había cometido un crimen contra la iglesia, carne fresca se dijo.

Y aunque le daba curiosidad por ver quien sería su nueva víctima tenía un problema; el rubio en su sótano.
No podía tenerlos a ambos ahí a los dos.

Así que no había duda, tenia que matarlo, pero el problema es que ya se encontraba en su puerta el joven nuevo. Así que no podría hacer con el rubio lo que tanto quería, su muerte tenía que ser rápida, y eso realmente puso a Jeo de malas.

Vio hacia la entrada, y antes de ir con el rubio, salió para asegurarse de que lo esperaran un poco.

-Tengo un asunto pendiente, necesito que me den máximo una hora.- los guardias frente a él que tenían a un pobre castaño arrodillado, amedrentado y con un pedazo de tela sobre la cabeza, como si Jeo se tratara de un verdugo de la época colonial y fuera a ponerlo en la guillotina, escucharon atentos al Sumo Sacerdote.

-Si señor no hay problema.- respondió uno de los guardias, al parecer el jefe de ellos.

Que bueno que no pusieron pero, por que si no Jeo también los mataría de paso.

-¿Puedo preguntar qué fue lo que hizo?,- dicho eso se rio ante ellos- claro que puedo, soy su jefe -realmente quería saber qué había hecho aquel joven, no tanto por que le importara, en lo absoluto, quería saber que era eso por lo que dejaría atrás el capricho que tenía con el rubio y el deseo de darle una muerte lenta.

-Entro a la bóveda de los documentos del Sacerdote.- dijo el mismo hombre que con anterioridad había hablado, mientras voltea a ver al muchacho y le da una mirada de reproche.

- ¿De Yugyeom?- respondió el pelo negro indignado, o no ,claro que no dejaría atrás a su ángel para arreglar los trapos sucios del idiota mayor del lugar. Viendo que asentía ante la respuesta el guardia, el mayor respondió enfadado señalando al niño frente a él. - oh no, si tanto quiere Yugyeom que le arregle sus mierdas, díganle que venga él y lo mate por su cuenta. Y la próxima vez que me traigan los problemas de alguien más no dudare en córtales los dedos a cada uno para metérselos por el culo del otro, cosa que de hecho ya hacen.

Dicho esto trató de cerrar la puerta en la cara de sus hombres, pero un pie se interpuso entre el marco y la puerta. Impidiendo su cierre.
Jeo sabiendo que esto terminaría realmente mal, pues de verdad nadie, nadie lo obligaría a hacer algo que no quería, abrió por completo la puerta de un tirón, esperando ahogar a cada uno de ellos con su propia sangre, pero el jefe de los guardias al ver su reacción, volvió a hablar de nuevo.

-No entiende señor.... Yugyeom tenía sus papeles, y el.... el estaba revisando su acta de nacimiento y la de bautizo.- dijo el mayor dándole una patada al joven como si de un perro de la calle se tratara, Jeo solo volteó a ver al muchacho incrédulo.- Yugyeom quería venderlo pero creímos oportuno traerlo primero ante usted.

¿Quería matar al rubio lentamente? Oh si, pero este castaño se lo había ganado más.
Y Yugyeom ni siquiera sabía lo que le esperaba por tener sus documentos en sus pertenencias.

-Hicieron bien, espérenme cinco minutos.- dijo Jeo sin dejar de ver al joven frente a él.

Cerró la puerta y corrió rápido hacia el sótano, estaba enojado, bueno no, encambronado, en cinco minutos le daría un tour por el infierno al rubio, y ahí mismo lo mataría.

Abrió la puerta totalmente fuera si, para ver qué nadie se encontraba en la habitación, entonces vio algo que se le había olvidado sacar de la habitación, la mochila de las jóvenes.

Mierda.

Donde llevaban todo el material médico, bisturí, jeringas y otras mierdas más.
Y realmente espero un milagro de que aquel rubio no fuera tan tonto, pero como Dios le importaba un carajo lo que Lucifer quisiera, el rubio fue un completo idiota.

Antes de tan solo sentir la abrupta cercanía de alguien por detrás de su espalda, se agachó y lo esquivó para tomar las manos del mismo que ahora tenía un bisturí entre ellas.

¿Realmente pensaba que iba a matarlo?

Nadie mata a Lucifer, excepto Dios.

-Uy ángel, venía a darte una buena noticia pero me lo acabas de arruinar.- dijo el mayor sabiendo que ahora no solo no iba a matarlo, si no que iba a presenciar e incluso lo obligaría a torturar al joven que esperaba.
Su peor pesadilla seria convertirse en lo que juro destruir.

Recordaba las palabras en su cabeza, "no hay más daño físico, excepto el psicológico". Y vaya que ese rubio iba a sufrir.

Mientras tanto el castaño frente a aquellas puertas que todo el mundo consideraba la entrada al abismo se encontraba con la vista totalmente oscura frente a él, por lo que fuera que llevara en su cabeza, pensando en todo lo que hizo solo para tratar de ver al rubio.
















Este capítulo es un poco cortito, pero el siguiente será más extenso.

Espero hasta el momento disfruten de la historia.

Cuídense y quédense conmigo.

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