Por lo menos no estaba como un perro abandonado en la calle, eso era bueno. Sin embargo extrañaba tener un cuarto propio, mis días en el harem no fueron los mejores. No cuando a media noche luego de mi llegada intentaba dormir y de la nada una concubina de vestido celeste me tomo por el cabello y me abofeteo para luego arrojarme de la cama al frío suelo.
— ¿Tú quién eres? ¿Qué haces en mi habitación? Desde ya te lo digo, toma tus cosas y lárgate de aquí, este es mi cuarto. VETE— exigio enloquecida.
— ¿Qué te ocurre maldita loca? ESTA HABITACIÓN ES MIA, ME LA DIERON CUANDO LLEGUE HOY, Y NO ME VOY. SI NO TE GUSTA DUERME CON LAS OTRAS— dije enfadada levantándome— Y si te atreves a tocarme otra vez...
— ¿QUÉ? ¿QUÉ HARAS? NO PUEDES HACER NADA, NI TÚ NI NADIE PUEDE TOCARME. SOY LA FAVORITA DEL SULTÁN— dijo con superioridad y orgullo.
— Poco me importa quien seas, esclava, concubina o favorita... Tocame de nuevo y te golpeare— advertí.
— Hazlo y el Sultán mandara a qué te corten la cabeza. No me importa quien te haya enviado, ni siquiera pienses en acercarte a los aposentos del sultán. Él es mío, todos en el harem lo saben, yo soy la única favorita, y muy pronto seré Sultana. No te metas en mi camino...La verdad no entiendo que hace alguien como tú en el harem. ¿No te lo dijeron? Aquí solo entran mujeres hermosas. No niñas escuálidas, y sin gracia. Mírate no tienes nada, no esperes conquistar al Sultán asi— dijo con burla.
Esa concubina no podía ser más imbécil porque era imposible. Pensando que yo quería algo con el Sultán, aunque no la culpo mucho. ¿Qué sultana de la dinastía dormía en el harem? Pero aún así, pensar que yo quería algo con mi hermano. Medio hermano, pero hermano al fin, no solo era terrible. Sino asqueroso, no lo soporte por más tiempo, menos cuando comenzó a hablar de mi apariencia. Y sin detenerme a pensarlo la abofetie, tan fuerte que su cabeza giro de lado. Cuando menos lo ví venir me derribo en el suelo, dándome cinco bofetadas seguidas, para luego arrastrarme por el cabello fuera de la habitación. Golpie la puerta, intentando que me abriera, pero fue inútil, así que dormí en el suelo frío, abrazando mi cuerpo.
Y a la mañana siguiente fui despertada por las risas de burla de las criadas y concubinas. Para que luego esa mujer despreciable saliera del cuarto.
— Escuchen todas, desde hoy, elijan de que lado están. De esta escualida y débil, o del mío. Cualquiera que esté con ella lo pagará— amenazó.
Apartir de ese día, nunca volvieron a ser amables conmigo, por tres meses soporté que se quedarán con la mayoría de raciones de mi comida, tuve que dormir en el suelo, porque las criadas no me dejaban dormir en sus camas, y esa serpiente de nombre Ayse, me prohibía la entrada al cuarto. Le informe la situación a Sumbul Agha, y a la señorita Fakrya, encargada del harem, fingían preocupación y aseguraban que todo se iba a solucionar. Pero nada pasaba nunca, estaba sola.
A la hora de la comida cuando era marginada, aprovechaba para escuchar las noticias del palacio. El Sultán Murad pese a su corta edad, manejaba el imperio con puño de acero, era temido por los Pashas y el imperio, aún cuando todavía no había obtenido territorios, ni había ido a las campañas de guerra, siempre asesorado por su madre, Sultana Humasha, y por la Madre Sultana Hurrem.
Hurrem, ese nombre siempre fue oído en el imperio. Hurrem, la mayor enemistad la tuvo con mi madre, primero con el Sultán Suleiman, padre de mi hermana Neylan y mi hermano Osman. Pero al morir este, en un acto de misericordia y disculpa, el Sultán Mehmed se casó con ella, y yo nací. Y ella le pago matando a su primogénito, por celos. La Sultana Nurbanu se ahorco medio año después de la muerte del principe Ibrahim.
Y el Sultán Mehmed solo tuvo dos hijos en ese tiempo, El sultán Murad y la Sultana Atike, ambos hijos de Humasha. Decían que la Sultana Humasha era hermosa, inteligente y de temperamento agradable, calmado, amable, por lo tanto era muy querida y respetada en el palacio. La Sultana Atike solo era dos años menor que yo...Y era tratada como una Sultana de oro, de cristal. Todo le era dado, hasta el más mínimo capricho le era concedido como la única hija del difunto Sultán. Porque si, para todos yo no era hija del Sultán, había perdido ese privilegio desde antes de saber hablar. A la Sultana Atike la cubrían con regalos, vestidos, sedas, joyas y oro. Y a mí me dejaban en el olvido, como un perro en el suelo, rogando por comida, siendo golpeada y marginada por concubinas. ¿Eso era justo? ¿Yo tenía la culpa de lo que mi madre había hecho? Creo que no. Pero a nadie le importaba. Y la veía pasearse por el harem, como una princesita, siendo alabada y amada por todos.
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Las Hermanas de la dinastía. (continuación de Manisa tierra de amor prohibido)
Historical FictionKosem, Neylan y Osmán, hijos de la recordada traidora Mahidevran, tomaron caminos separados en su niñez por orden del Sultán. Crecieron en soledad y desprecio, intentando sobrevivir. Años después el Sultán Mehmed murió, y el principe Murad, hijo de...