Y entonces lo supo, supo cuanto se habia equivocado y lo mal que la habia juzgado. No era su enemiga, no venia a arrebatarle y destruir todo lo que ella habia conseguido en esos años. Aun habían muchas dudas, muchas preguntas y quizá muchas respuestas que no le agradarían. Pero aquello que tenia claro, es que ella era su hermana, que la amaba, que ambas se amaban, lo suficiente como para que ella luchara y la protegiera con su vida, lo suficiente como para renunciar a su intento de eliminarla. Aun con todo lo oscuro y horrible del pasado, aun con la distancia y el tiempo, ella se habia equivocado, porque el amor de familia que las unía, era mucho más fuerte que cualquier obstáculo.
Al menos eso pensaba mientras ambas se abrazaban con temor, sin poder ver a donde estaban siendo llevadas por las vendas en sus ojos. Neylan no la soltaba, de ella no se separa y amenazaba constantemente con quitarles la vida con sus propias manos a los secuestradores si se atrevían a lastimar a Kosem. Y ella como una niña pequeña se aferraba a su hermana mayor, dejándose cuidar como nunca pudo durante su infancia. Encontrando en ella la lealtad, cariño y protección que nunca pude tener.
Neylan tenia herido su antebrazo, era un corte superficial pero de igual modo dolía bastante para la suave piel de una sultana. Uno de los secuestradores que iba con ellas en el carruaje rompió la manga de su vestido, provocando que ambas sultanas se aterraran esperando lo peor, comenzando a alterarse. Sin embargo aquel extraño las sorprendió, revelando que no debían temer en ese sentido, pues a ella le gustaban los hombres. En sus mentes quedaron perplejas, aquel enfrentamiento que habían tenido con los guardias que las custodiaban fue bastante violento, no entendían como una mujer tuvo la fuerza suficiente para hacer frente a esos hombres con una espada. Al menos Kosem pensaba de esa manera totalmente, Neylan por otro lado estaba sorprendida pero no tanto, ella también habia aprendido el manejo de la espada en su juventud.
Y con el fin de protegerse siempre cargaba con una espada a donde fuera. Por esa razón consiguió defender a su hermana por un tiempo, aunque al final por su falta de practica y experiencia, además de estar rodeada y con todos sus guardias muertos, termino por ser superada y vencida. Nunca pensó que una mujer pudiera ser tan buena. Aun asi la calma llego a ella quien pensó que seria violentada, la peor humillación para cualquier mujer, y más para una sultana. Pese a que esa mujer cuyo rostro desconocían vendo su herida, seguian con temor tomándose las manos. Dudando sobre quien las habría raptado. ¿A caso Hurrem habia aprovechado que ambas habían decidido viajar hasta la tumba de su madre, para finalmente secuestrarlas y asesinarlas? Quitandolas del camino al mismo tiempo.
Quiza eso no tendria tanto sentido, ya que sino para que curarían su herida. A lo largo de su vida Neylan se habia hecho enemigos. Kosem también pero no comparada con su hermana.
-¿Puedes explicar que quieren de nosotras?- pregunto Kosem.
-Si es dinero lo que desean, lo tendran a manos llenas, eso no es problema, sin embargo no pueden atreverse a hacernos daño. O entonces la noche llegara para ustedes- advirtio Neylan.
Dudando en mencionar que ambas eran sultanas, desconocia si sus secuestradores conocian sus posiciones y por eso las habian secuestrado, o si creian que ellas solo provenian de una familia rica.
-Guarde sus advertencias sultana. Sabemos perfectamente quienes son, y aun asi nos atrevimos a tocar la sangre de la dinastia...¿En serio cree que vamos a temerles? Todas las sultanas son iguales, se creen invencibles, inalcanzables, pero en cuanto las alejas de sus guardias, sirvientes y perros guardianes, se convierten en nada, en peor que nada. Podemos hacer con ustedes lo que queramos, venderlas, matarlas, esclavizarlas...Y ustedes no pueden hacer nada para evitarlo- dijo la voz de aquella mujer.
Ambas reprimieron su temor, y prefirieron guardar silencio. Viajaron durante unas horas, estaban agotadas y suponian que ya deberia haber anochecido. En un momento el carruaje se detuvo, y aquella mujer bajo dejandolas solas.
-¿Qué vamos a hacer? No voy a soportar si nos venden como esclavas...Prefiero suicidarme- confeso Kosem al borde de una crisis.
-No digas eso...Eres una sultana, no importa si estas en un palacio o en un establo, siempre seras una sultana...Y debes ser fuerte, enfrentaremos lo que llegue. Aunque aun no se si lo envio Hurrem, Humasha, Atike o incluso las tres juntas. Ambas no le caemos bien, y quiza esta fue la mejor oportunidad para deshacerse de ambas- susurro.
-Alah dame fuerza, dejame regresar con mis hijos, no me dejes sola- oro en voz baja Kosem.
De repente las puertas del carruaje fueron abiertas. Voces de hombres informaron que era momento de bajar.
Ante la negativa de ambas sultanas, estas fueron sacadas casi a rastras del carruaje, intentando luchar sin resultados, asegurando que les cortarían la cabeza a todos. Aterradas por no conseguir ver nada, hicieron lo posible porque sus manos no fueran separadas, mientras gritaban el nombre de la otra con desesperación y terror. "NEYLAN, KOSEM"
Sin embargo cada hombre termino por cargar en su hombro a una sultana, llevándolas a un sitio desconocido. Entraron a algun lugar que no podian ver, y fueron sentadas en una superficie blanda, dedujeron que debia ser una cama o algo por el estilo. Temian lo peor, estaban listas para luchar hasta el final si estaban planeando en ultrajarlas o venderlas. Solo consiguieron sujetar sus manos una ultima vez. Escucharon como una puerta se abria, y como pasos se alejaban de donde estaban ellas. Mientras que otros pasos se acercaban a escasa distancia.
No sabia si las matarían por retirarse la venda, ya que desconocían si habia alguien en la habitación vigilandolas como durante el viaje. Aun asi tomaron valor, y con las manos temblorosas lo hicieron. Retiraron sus vendas, obteniendo una vista borrosa por el tiempo que las tuvieron puestas, asi como por el llanto que les habia provocado el temor. Observaban a simple vista a un hombre parado frente a ellas, tenia una buena altura. Pero no consiguieron verlo los primeros segundos, el permaneció en silencio y quieto.
Finalmente pudieron contemplarlo a detalle. Tenia cabello negro, piel un poco oscura, apenas más oscura que la piel blanca de ambas, ojos marrones, una buena apariencia. Pero aquello que notaron que las sorprendió y preocupo al mismo tiempo, fue que tenia los ojos con un extraño brillo, con una mirada muy particular, como si viera algo frente a él que lo entristecía en lo más profundo.
-¿Tú quien eres? ¿Qué quieres de nosotras?- pregunto aun a la defensiva Neylan.
-¿Te envio Hurrem, verdad?- pregunto Kosem.
Aquel hombre no dijo ni una palabra. Y con una rapidez que no consiguieron evitar, avanzo hacia ellas, tomando a cada una en cada brazo, envolviendolas y atrayendolas hacia su cuerpo. En un principio se asustaron por aquel abrazo, iban a resistirse y luchar esperando lo peor. Pero entonces pudieron sentir como aquel hombre intentaba ahogar sollozos, como una pequeñas gotas caian sobre sus hombros, no conseguian ver sus rostro, pero sabian que él estaba llorando de manera desconsolada aunque intentaba ocultarlo de ellas.
Fue inexplicable el sentimiento pero en lugar de apartarlo, solo desearon permanecer envueltas en sus brazos, sentir el calor de su cuerpo, la firmeza con que las sujetaba. Y lo hicieron. Aunque no entendian su tristeza, esta poco a poco fue contagiada a ellas, que se sintieron conmovidas por ese abrazo. Luego de unos minutos se separo de ellas, conservando sus manos en la cabeza de cada una.
-¿Quien...- pregunto Neylan.
-...Eres?- termino por decir Kosem. El hombre respiro con profundidad, y con sus ojos aun vidriosos por las lagrimas, respondio, con una leve sonrisa.
-Soy Osmán...Su hermano Osmán- susurro. Provocando que el corazón de ambas diera un vuelco sin creerlo- No saben cuanto las he echado de menos...
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Las Hermanas de la dinastía. (continuación de Manisa tierra de amor prohibido)
Historical FictionKosem, Neylan y Osmán, hijos de la recordada traidora Mahidevran, tomaron caminos separados en su niñez por orden del Sultán. Crecieron en soledad y desprecio, intentando sobrevivir. Años después el Sultán Mehmed murió, y el principe Murad, hijo de...