Capítulo 11: Mí secreto.

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Kosem espero y espero esa noche que como siempre el sultán la llamara a dormir a sus aposentos, o que el fuera a los suyos, pero no paso ni una cosa ni la otra. Habia evitado ir a la fiesta de bienvenida de su propia hermana, porque no sabia con que tipo de persona se encontraria o si podria manejarla. Para su desgracia su propia hermana parecia sentirse superior a ella, estaba cansada de que todos se creyeran superior, durante toda su vida toda esa maldita dinastía a la que pertenecía les habia dejado en claro que ella no tenia el mismo valor que el resto, y solo podía pensar en una manera de que eso terminara...La muerte, de todas esas plagas. Durmio esa noche junto a sus hijos, repitiendose que la llegada de su hermana no tenia nada que ver con que el sultan no hubiera ido a sus aposentos esa noche, despues de todo el sultan ni siquiera se habia molestado en dejar sus asuntos oficiales para saludar a Neylan en cuanto llego. 

Asi que nada malo, tenia porque pasar...Esa noche. 

Con su ropa de dormir lista se dispuso a entrar a los aposentos del sultán, cuando le informaron que Neylan estaba fuera de sus aposentos fingio indiferencia, distancia, resto importancia como si nada lo afectara, pero lo cierto es que su solo nombre removia recuerdos que preferia muertos y enterrados. 

-Que pase- dijo duramente. 

Neylan entro a los aposentos sorprendiendo a Murad por estar usando su ropa de dormir, sin embargo se forzó en disimularlo, aunque ella pudo notar perfectamente lo que intento ocultar y sonrió mientras lentamente se acerco hasta el sultan que se encontraba en su escritorio. 

-¿Qué quieres aquí Neylan?- pregunto Murad. 

-Quería saludar a mi sobrino ya que el no me saludo a mi...¿Eso esta mal?- pregunto de repente colocando su mano sobre la mejilla de Murad, acariciandola suavemente. Aquel breve tacto le trajo tantos recuerdos, tan buenos, como dolorosos, que hicieron al sultán tomar con fuerza la mano de Neylan, para controlarla y retirarla de su piel. 

-¿Desde cuando no muestras respeto reverenciándote?- pregunto fríamente, o al menos pretendiéndolo. 

- Murad...Ambos sabemos como te gusta que no lo haga...Has cambiado mucho en estos años- comento mirando de los pies a la cabeza, claramente habia aumentado en estatura, y musculos, y con facciones más marcadas en su rostro desde los 10 años- Sin embargo no pense que tu trato hacia mi cambiaria tanto- susurro fingiendo pena. 

-Si regresaste a este palacio pretendiendo que aquel niño imbécil y manipulable seguiria aqui para que lo manejes a tu antojo...Perdiste el tiempo- aclaro- Porque ese niño ya esta muerto- aseguro con enojo. 

Neylan retiro su mano de la del sultan con firmeza. Y seriamente respondió. 

-Mejor que haya muerto...A decir verdad era algo fastidioso, y lamentable como me seguia como un cachorrito perdido. Este hombre que me encuentro ahora mismo por el contrario es...Fascinante- susurro con la respiración agitada, con los ojos de una depredadora que comenzaba a acechar a su presa. 

Aunque lo intentaba, sus ojos, su boca, su cabello, su aroma, su belleza, eran aun más magnificas que en el pasado, pero por sobre todo ese espiritu indomable que no se reverenciaba ante nadie, tan poderoso, tan seductor, comenzaban a enloquecerlo en el fondo. Aunque sabia que no debia hacerlo, ella sabia como despertar su profundo deseo. Nuevamente se acerco y tomo la mano de Murad, haciendo que esta se posara primero sobre su mejilla, para que sintiera la suavidad de su piel, su calidez, sin dejar de mirarlo a esos ojos frios ni un segundo. 

Para luego hacer que esa mano comenzara a deslizarse suavemente por su cuello, hasta llegar a su escote, provocando que el corazón de ambos se acelerara, el de Murad por ese deseo reprimido, nunca cumplido, y el de Neylan exitado por esas ansias de poder que la recorrían desde lo más profundo. Para muchos la belleza era lo más exitante de un persona, o su personalidad, su posición, para Neylan el poder que tenia sobre los otros era aquello que más deseaba, y tener en sus manos el deseo del sultan, la alteraba, sobre todo porque frente a ella ya no estaba un niño de 10 años, menor que ella. Sino un hombre fuerte, atractivo, un guerrero feroz, un sultán de corazón despiadado, al que ansiaba fuertemente dominar. 

Las Hermanas de la dinastía. (continuación de Manisa tierra de amor prohibido)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora