💧Capítulo 01💧

596 56 9
                                    

—¡Ya han llegado! — exclama un niño pequeño a lo lejos, a su lado, su madre sonríe con emoción.

Muchas familias se han acercado a recibirnos, el chofer nos hace una señal para que bajemos nuestras cosas antes de irnos. Muchos lloran al ver a sus seres queridos, hemos pasado cinco años lejos de la manada, asique imagino que debe ser normal.

—Muchas gracias — susurro cuando el chofer me entrega mi maleta, él solo me da una cálida sonrisa.

Avanzo un poco y dejo que mi mirada recorra todo lo que vio hace cinco años atrás, hay algunas casas que han cambiado, pero la gran mayoría sigue igual.

—Ninguno de los dos está aquí — alguien se pone a mi lado, la observo de reojo a la misma vez que me encojo de hombros — tienes razón — sonríe apenada y deja que un suspiro se escape de sus labios — no es algo nuevo.

—Deben estar ocupados.

—Si.

Ambas respiramos hondo y cada una se marcha hasta sus casas, las cuales no quedan muy lejos una de la otra, pues teniendo en cuenta que el padre de ella es el Alpha de la manada y el mío el beta, no pueden encontrarse muy lejos.

—Espero que tu regreso a casa sea mejor que cuando te fuiste — la miro, ella me da una sonrisa de medio lado mientras toma con más fuerza su maleta.

—También espero lo mismo para ti Adara... te lo mereces.

—Tu igual.

Las últimas palabras que nos decimos antes de que cada una camine hasta su hogar. La casa de mi padre sigue siendo igual por fuera, y sospecho que, por dentro igual, a él siempre le ha parecido algo innecesario cambiar algunas cosas, cuando ya todo está bien y sirve.

Busco la llave que tengo en el bolsillo de mi mochila, me la quedo viendo unos segundos. Recuerdo que la primera vez que me la dieron, yo tenía tres años de vida, en ese entonces, pensaba que mi padre me estaba dando una gran responsabilidad, el cuidado de la casa, claramente a medida que fui creciendo, me di cuenta que no era así. Unos meses antes de que nos enviaran a todos a aquel internado en las montañas nevadas, me dijo que el día en que la casa este sin llave y no haya sido yo la irresponsable que la dejó así, es porque algo malo le ocurrió y yo tenía que dirigirme enseguida a cuidar a Adara, pues como su hija, mi único deber en esta vida, era cuidar la de la futura Alpha de la manada. Tenía trece años para ese entonces.

—¿Padre? — lo llamo cuando abro la puerta, como era de esperar, nadie me responde — vaya — susurro — una gran sorpresa — ironizo mientras entro mis cosas, dejo la llave en el mueble y me quedo viendo todo — no ha cambiado nada...

Me acerco a las fotografías que hay en un mueble, todos los años nos sacábamos una con Adara y su padre. En la primera, ambos hombres salen atrás, serios, una hermosa mujer, la madre de Adara, nos tiene a ambas en brazos, pues solo teníamos un año. En la siguiente, nosotras ya nos encontramos de pie, sonriendo, tomando la mano de la mujer, ella tiene la misma sonrisa que en la primera, el Alpha y el Beta serios como siempre. La tercera es la última en la que salimos con una sonrisa, pues después de unos meses de haberla sacado, hubo un gran enfrentamiento entre las manadas vecinas y asesinaron a la madre de Adara. Son las únicas tres fotografías en las que salimos con una sonrisa, pues en las siguientes, nuestros rostros empezaron a parecerse al de nuestros padres.

—Hola — pego un pequeño brinco en mi puesto, dejo la fotografía en donde estaba y miro a la persona que acaba de llegar a la casa — supongo que no te acuerdas de mi...

—Lo hago.

El chico me sonríe un poco, termina de entrar a la casa mientras me escanea completa.

—¿Qué haces aquí?

—Tu padre me ha enviado a verte, para saber si es que estas bien... y para que te entregue esta nota.

Me extiende la mano con un papel entre sus dedos, yo me quedo quieta en mi puesto, observándolo. La última vez que lo vi, era tres años mayor que yo. Siempre andaba detrás de mi padre, pidiéndole que le enseñe todo lo que supiera, pues él quería seguir sus mismos pasos.

Su cuerpo está el de todo un hombre, su pelo castaño lo tiene bien cortado a los lados y un poco más largo al medio, sus mieles ojos no se despegan de los míos en ningún momento, lo que me hace sentir bastante incomoda, es mucho más alto que yo, todo un hombre lobo. Miro la barba que se está dejando, debe tener solo algunos días.

—Gracias — tomo el papel y él me da una sonrisa delicada.

"Arya, le he dicho a Pablo que vaya a verte a casa, yo tengo mucho trabajo. Voy a llegar en dos días más, si es que nada malo ocurre, nos vemos"

Ruedo los ojos y me guardo la nota en mi bolsillo. Pablo me sigue observando.

—Ya te puedes marchar.

—Me ha dicho que, si necesitabas ayuda, yo te la podía dar.

—No la necesito, te puedes ir ya.

Él sonríe de medio lado, encantado por mi actitud. Cuando éramos más chicos, le gustaba mucho hacerme enojar, diciendo que él no tenía que hacer gran cosa para tener la aprobación de mi padre... también recalcaba mucho que de grandes nos íbamos a casar, espero que esa idea se haya esfumado de su mente.

—Estos cinco años te han hecho bien, has regresado más linda aún.

Ruedo los ojos, me cruzo de brazos y le señalo la puerta para que ya se vaya, él ríe por eso, se despide de mi con un movimiento de mano mientras desaparece por la puerta. 

Loba del AguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora