Capítulo III: Lucidez mental

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—Los frenos están fallando, fue muy difícil girar por la curva —se escuchó a través de la radio del equipo Mercedes.

Apenas era la mitad de la carrera y el monoplaza de Lewis Hamilton había empezado a mostrar problemas.

—Estamos chequeando —escuchó una rápida y corta respuesta.

Las distintas emociones que se encontraba experimentando por el momento casi se desfocalizan, él sabía que debía mantener la calma y confiar plenamente en su equipo, en el trabajo que este realizaba, pero de todas maneras sentía la frustración invadiendo su interior; había sido una semana un poco complicada, empezando por el hecho de que en las prácticas libres su coche no había funcionado de manera adecuada, luego estaban las clasificaciones que, aunque fueron decentes, le hicieron sentir un enorme nivel de decepción por los resultados obtenidos, él suele ser extremadamente perfeccionista y siempre busca hacer lo mejor, así que de cierta manera le molestaba no mostrar un buen desempeño y ahora estaba esto, un nuevo problema con el monoplaza.

La velocidad con la que corría en aquel circuito aumentaba debido a la presión y complicación que demandaba, tenía varios autos detrás, los cuales luchaban por rebasarlo y así quitarle su posición en la tabla, pero él intentó hacer hasta lo imposible para evitarlo. Defendía sus costados mientras aumentaba la velocidad de manera gradual, apenas un segundo lo separaba de su contrincante y debía seguir empujando para no dejarlo pasar, no podía permitirse más derrotas, al menos debía mantenerse en segunda fila hasta el final de la carrera para así conseguir puntos importantes para el equipo.

Se estaba aproximando a una curva, de nuevo, puso en uso los frenos pero los sentía peores que hace un rato, estos ya no respondían y se le hacía imposible reducir su velocidad de casi 270km/h.

—No funcionan los frenos —insistió en informar a su equipo, con la intención de que le diesen algún tipo de instrucción.

Pero, aunque hubiese querido escucharla, no pudo hacerlo, pues el monoplaza número 44 de la carrera, salió disparado de la pista a toda velocidad, pasando por la grava, hasta finalmente chocar con fuerza contra una de las vallas de seguridad.

Todo pasó tan rápido que Lewis apenas pudo hacer mucho, por más que intentó girar el volante para reducir la fuerza del impacto, no lo hizo con rapidez y, en cuestión de segundos sintió que chocó contra una superficie dura. El movimiento brusco de su cabeza al sentir el choque lo desconectó por completo, repentinamente todo a su alrededor empezó a hacerse más lento y silencioso, veía un montón de luces blancas que apenas le permitían mantener los ojos abiertos, se sentía tan desorientado que por un momento olvidó qué se encontraba haciendo y qué era lo que estaba sucediendo.

Aquella sacudida había sido rápida y fuerte, ni siquiera el peso del casco fue de gran ayuda por la velocidad generada por el impacto, además del rebote experimentado, haciéndole perder la lucidez mental por completo en cuestión de segundos.

—Bandera roja, bandera roja —de manera insistente escuchó Checo, quien estaba concentrado en hacer una vuelta rápida.

— ¿Qué? —preguntó desubicado, aún sin procesar lo que su ingeniero le había dicho.

—Ha ocurrido un accidente.

No fue necesario recibir una respuesta para saberlo, pues el Red Bull pasó con un poco de dificultad cerca de la zona en donde se había suscitado el accidente, con una nube de humo que interfirió en su campo de visión y un poco de grava que debido a la rapidez con la que el otro auto se había movido, entró a la pista.

Se concentró en pasar aquella parte del circuito y disminuir su velocidad, para luego hablar.

— ¿Quién es? Parece muy fuerte —preguntó con curiosidad, terminando de dar la vuelta para entrar a los pits.

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