Capítulo I: Esa rueda de prensa

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Si alguna vez alguien se atrevía a irse en contra de Lewis Hamilton, era visto de mala manera. Nadie se iba en contra de él y es que, ¿Por qué lo harían? Era una de las personas más buenas dentro y fuera del paddock, bajo cámaras y sin ellas encima. Era una persona espectacular e inigualable que estaba en la mente de todos y no solo por su trayectoria en la fórmula 1.

El heptacampeón mundial, era una estrella y no en sentido figurativo, sino porque literalmente lo era. Iluminaba a las personas que lo rodeaban y lograba hacerlas felices de alguna manera, esa era su trabajo y quizás siempre lo fue; cada vez que dejaba ver esos dientes ligeramente separados con una resplandeciente sonrisa, impartía un aura de tranquilidad y felicidad hacia otros, que era innegable. Brillaba por donde iba y dejaba su brillo ahí.

Por eso todos lo querían.

O bueno, casi todos.

Sergio siempre fue de los explosivos, aquellos que aman irse en contra de otras personas porque quiere hacerles cambiar de opinión o porque simplemente es incapaz de tolerar la tranquilidad y armonía en los ambientes a los que se enfrenta, algo molesto dirían algunos, pero el mexicano se caracterizaba en el paddock por tener ese tipo de personalidad, así que todos estaban acostumbrados.
Se entiende que esa es la razón por la cual decidió intervenir en aquella rueda de prensa suscitada antes de la carrera e irse en contra del piloto de Mercedes, si bien, estaba claro que a Checo le gustaba molestar a otros, esa intromisión fue de imprevisto.

Lewis estaba hablando de un problema social que se había dado hace un par de días y que evidentemente había afectado a la comunidad. El activismo es parte de las características que el británico posee y así mismo, su necesidad de ayudar a cualquiera que se le cruce de frente; a él y a otros cuantos pilotos les gustaba usar su voz para recalcar temas relevantes e importantes para el mundo, usando su influencia de alguna manera, hasta que la FIA poco a poco fue silenciándolos con amenazas que pretendían ser sutiles, pero que realmente no lo eran.

Pero eso a Lewis le importaba poco, pues buscó maneras para seguir haciéndolo.

— ¿Por qué hablas de eso aquí? Esto es la fórmula 1 —Sergio lo interrumpió, Hamilton llevaba hablando un par de minutos y repentinamente se quedó en silencio.

Los presentes centraron su atención completamente en el piloto mexicano apenas terminó de hablar y, recibió un codazo por parte de Sainz, quien estaba sentado a su lado; las cámaras y los medios de comunicación se fijaron en el hombre de Red Bull, quién en su rostro tenía una sonrisa de lado, que denotaba satisfacción, no es que le gustase tener a los medios de comunicación encima, pero le gustaba brillar de vez en cuando.

Sin embargo, nadie dijo absolutamente nada durante un largo periodo de segundos en donde reinó la incomodidad e incertidumbre, todos miraban a Lewis y a Sergio expectantes. Hasta que la suave risa del británico se escuchó por toda la sala.

—Porque me hicieron una pregunta —contestó con simpleza, sonriente.

Los pilotos que se encontraban sentados en aquel sofá se rieron por la respuesta del de Mercedes y miraron a Checo, esperando algún tipo de reacción que nunca llegó.

— ¿Qué tiene que ver contigo? —el británico añadió después de unos segundos de silencio —. Se supone que tienes que esperar tu turno, ¿No?

De nuevo todos rieron, la verdad era que nadie sabía cómo más actuar ante aquella particular situación. No es que Sergio y Lewis se lleven mal o algo por el estilo, pero siempre hubo algo entre ambos que los hacía incompatibles, quizás era el hecho de que eran como el agua y el aceite, por más que intentes juntarlos, simplemente no pegaban. A lo mejor también era por sus personalidades, Hamilton siempre tan comprensivo y calmado y Pérez siempre tan explosivo e impulsivo. Nadie lo sabía en realidad, pero todos eran conscientes de cuán opuestos ambos pilotos son.

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