Capítulo XVI: Ocasión excepcional

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Cerró los ojos sintiéndose atrapado en sus propios pensamientos, en las voces internas que no habían parado de recriminarle que era un idiota de primera, que siempre lastimaría a la gente que quiere.

Recostó su cabeza sobre la superficie dura y fría de la puerta, mientras intentaba calmar el ritmo de su respiración, pero se le hacía tan difícil. Era tan jodido encontrar paz y tranquilidad de nuevo, lo era porque había lastimado a su calma, porque nuevamente había echado a perder las cosas con él, ¿Es que acaso eso era algo que siempre haría? ¿Realmente era la persona adecuada para estar con Lewis?

Es que ni hasta él mismo era capaz de comprender, no entendía porqué era alguien tan dañino para otros y una persona tan inútil para las cosas que realmente importan. Sabía que la culpa era solo de él, pero aunque trataba de cambiar, a la final no lograba hacerlo.

Las lágrimas se acumularon en sus ojos, pero las reprimió aunque le costó un mundo. No podía ni debía llorar, es un hombre, es adulto y llorar nunca soluciona nada, así que era algo innecesario, sería una pérdida de tiempo mostrarse tan débil o vulnerable, cuando lo que debe hacer realmente, es intentar solucionar las cosas con el hombre que se encontraba al otro lado de la puerta. Si por él fuera se quedaría esperándolo, no le importaría dormir ahí sentado, no le importaría quedarse lo que restaba de noche y la madrugada en ese pasillo, ¿A este punto de verdad le importaba algo?

Tocó la puerta con debilidad, sus nudillos estaban rojos y dolían como el demonio por tanta fricción e incluso la intensidad de los golpes, tenía la sensación de que dentro de poco sangrarían; pero le daba igual. Dio varios toques permaneciendo sentado, hasta que el dolor se hizo insoportable y bajó la mano.

Recogió sus piernas las cuales había dejado estiradas y escondió su rostro entre sus rodillas, suspirando. Su cabeza dolía, sus manos ardían y sentía que su pecho aún le hincaba, no entendía lo que sucedía, no entendía lo que estaba sintiendo. Nunca le había pasado algo así, no se había encontrado en otra situación similar antes, aunque las cosas le habían estado yendo mal durante los últimos meses, nunca le fue tan mal. Y ahora, simplemente no sabía qué hacer, no tenía ni la más mínima idea de cómo actuar o procesar sus emociones.

Débil de mierda.

Empezó a cuestionarse un montón de cosas, entre ellas si era realmente necesario sufrir de esa manera por alguien más, pero no podía evitarlo. Había sido una reacción que le fue imposible prevenir, sobre todo, cuando genuinamente ya sentía algo por Lewis.

—Por fin te he encontrado —escuchó una voz hablándole en español, que le hizo levantar la mirada —. Por error me fui al otro lado del pasillo, Charles no me explicó muy bien dónde estaba la habitación.

Sonrió de lado.

— ¿No te ha respondido aún? —preguntó con curiosidad, mientras sus ojos cafés observaban la puerta detrás del piloto de Red Bull.

—Y tampoco creo que lo haga, Carlos.

—Haber, pero debes entender que la has liado —nuevamente habló el recién llegado, acuclillándose para quedar a la altura del mexicano —. Y que es demasiado probable que esté enojado contigo.

Los dos se quedaron en silencio durante un largo periodo de segundos hasta que Sergio se aclaró la garganta.

—Realmente no sé qué hacer —le dijo —. Todo esto es una mierda, si ese imbécil no hubiese empezado con sus cosas, todo sería diferente.

—Ya, y tú creías que alguien como Max nunca haría algo así, ¿No? —el piloto de Ferrari elevó una ceja —. No sé en qué mundo vives.

El mexicano frunció el ceño y miró directamente a su amigo.

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