1.Una teoría (o alma) dormida.

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Los siglos desde la llegada de la diosa de las flores al desierto habían pasado de manera lenta para los ahora tres dioses del desierto, rieron, lloraron, avanzaron en sus civilizaciones, la mirada de ambos dioses mirando aquel cielo que se manifestaba ante ellos le hacia tener cierta envidia, pero mientras las mas preciosas de las flores viva, ella se rehusara a alzar la mirada a los cielos verdaderos.

No muchos son conocedores de su verdadero origen, su belleza era infinita, etérea e intacta, quizás los dioses no creían que aquellos pequeños espíritus celestes que vagaban hasta estatuas de piedra mostrando tesoros fueran en realidad sus hermanos y hermanas, sus amigos y padres, una diosa al borde de la muerte, todos los días, todos los minutos y segundos, pero aun así era una diosa gentil.

Creo un baile para su amiga, Rukkhadevata, y en cada cumpleaños de la diosa lo bailaba, una fiesta que animaba hasta al amargado Al-Ahmar, sus ojos cerrados mientras danzaba y hacia crecer flores a su alrededor, sus genios se regocijaban con la música y su libertad, los oasis vibraban ante sus pasos, la sangre de su sangre.

Aun así, Nabu lo sabía, su muerte estaba predestinada y ella no podía hacer más que planearla, pero eso no impidió que se enamorada del dios del desierto, aquel dios que sigue un conocimiento que podía ser la perdición para su gente, para él, rechazo incluso un regalo de los celestiales, una gnosis, aunque Rukkhadevata la acepto ¿será que ve algo que ellos no? ¿intenta protegerlos? Aun así, Deshret tan terco como lo era, rechazo aquello que podría ser la salvación de su pueblo, de él.

Un día llego a ella, con una ambición clara, deseaba conocer el secreto de los celestiales, de los descendidos, el verdadero cielo y el conocimiento que estuvo prohibido y llevo su propia raza a perecer. Incluso con el riesgo que eso conllevaba la Diosa acepto, haciendo aquello que tenía prohibido alzo la mirada al cielo y bajo el conocimiento que no debía ser conocido, se lo entrego a Deshret, pero incluso un dios con convicciones tan firmes como las de él sucumbiría ante una amada amiga pereciendo. Un dios que nunca lloro, uno que solo sentía el mayor de los amores por su pueblo ahora estaba de a su lado, sosteniéndola, gritando ordenes, podía escuchar su voz rota pudiendo por la diosa amiga, por Rukkhadevata, pero ni ella era capaz de detener lo que pasaba en esos momentos.

— Oh, Al-Ahmar, no llores, sabía a lo que me enfrentaba al darte esto, mi sol abrasador... — la diosa podía sentir como su forma se iba desvaneciendo y su mente también, sus genios, los hijos que nacieron de su sangre lloraban, implorando que la salvarán, sin creer lo que veían, no deberían estar ahí, su poder ya no sería contenido, podía causarles daño, era lo que menos deseaba, causar daño a sus hermosos hijos e hijas, aquellos que nacieron de las heridas de su sufrimiento y que tan alegres vivían en la libertad de sus oasis.

Ni la hermosa Rukkhadevata podría hacer mucho mas que intentar contener su poder para que no devaste todo a su paso.

— Cuida de nuestro pueblo, de la ciudad que hemos creado juntos, quizás algún día en el futuro pueda volver a caminar entre ellos... —eran delirios, pero era una promesa, para calmar la angustia del dios, y mientras su poder se iba marchitado y ella muriendo, sus amadas flores se marchitaban, se extinguían, aquellas Orquídeas que tanto amaban los tres dioses.— Lo único que lamento...es no poder darle un último baile de cumpleaños a Rukkhadevata...

Podía escuchar a Deshret, decía ordenes, le hablaba intentando detener el avance de su maldición con su propio poder lo sentía, pero ya no le entendía lo que le era dicho, sus sentidos yéndose poco a poco, así que con sus últimas fuerzas Nabu tomó su rostro dando aquel primer y último beso, nunca llegaron a ser amantes pero sabían de su sentir por el otro, nunca pudieron concretar algunos de sus sueños, esas conversaciones que habían surgido en resplandor del cadáver de una de las tres hermanas lunares, no sabe que pasó luego de eso, vio el vestido blanco de Rukkhadevata y se vio envuelta en un escudo de un resplandor verde, escuchaba a Deshret a lo lejos, no sabía que era, ya no podía luchar, la maldición...

In all the worlds that I knew you. [KaveTham]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora