— Creo que ya estás lista para saber la primer cosa.
— Espera un momento— inhale todo el aire que pude y después lo deje escapar— Okey, estoy lista.
— No hay un cielo, esto que estas viviendo justo ahora se le llama limbo, todos llegan aquí después de haber muerto. No es un error que nos hayamos encontrado, cómo lo dije antes, soy tú guía. Desde que naces te seleccionan a uno el cuál te acompañará toda tu vida, lo que tú sientes y piensas también lo sabe tu guía, esto es para ayudarnos y que sepamos con mayor facilidad como guiarte en cada decisión que tomes al momento que sea necesario. Por ahora solo te diré eso, tu cara me dice que no estás preparada para más información— se irguió de nuevo y se alejó un poco.
Mis ojos estaban abiertos de par en par, y sin darme cuenta me había sonrojado al pensar que había estado conmigo incluso en los momentos más vergonzosos que había vivido.
— ¡¿Entonces sabes todo lo que estoy pensando y sientiendo justo ahora?!
— Puedo elegir si quiero o no escuchar tus pensamientos, sin embargo, no puedo hacer lo mismo con las emociones. Siento lo mismo que tú en cada momento, así que por favor, ¡deja de estar nerviosa! me revuelves el estómago. Maldición— se quejó.
— Perdón, siempre he tenido problemas de nerviosismo.
— Ya lo sé, me has hecho sufrir constantemente durante dieciocho años— me barrió con la mirada despectivamente.
Eso me causó gracia, así que reí por lo bajo— Creo que me comienzas a agradar.
— Tú a mí no— contestó indiferente.
— Ay, ¿por qué no?
— No me agrandan las preguntonas.
Me indigne un poco, pero trate de que no se me notara demasiado, a pesar de que él sabía cómo me sentía.
— Idiota— susurré, logré escuchar una pequeña risa por su parte sin embargo no dijo nada más.
Volví a acostarme en el suelo, mientras pensaba en la vida que ya no tendría más, ¿cómo estarían mis padres o mis amigos?
— ¿Qué estás haciendo?
Giré mi cabeza para verlo— Solo estoy pensando... Ven acuestate conmigo— palme el lugar a lado mío.
— No, ¿Por qué haría eso?— arrugó el entrecejo.
— Por favor, eres el único que puede consolarme — suplique, parpadeando consecutivamente.
Suspiró pesadamente y se acomodó a mi lado murmurando algo que no logré entender.
— ¿Cómo crees que estén?
— ¿Quiénes?— preguntó confundido.
— Mis padres... Mis amigos, todos ellos.
— Yo creo que están devastados y destruidos emocionalmente, tu muerte no fue muy linda que digamos.
— Vaya si que eres bueno consolando— hablé sarcásticamente.
— No deberías sentirte mal por eso, no es como que tú hayas escogido cuando morir.
— Lo sé, pero mi muerte les estaría causando eso, así que... Es mi culpa.
— Culpable o no, velo de está forma... Ya les aportaste todo lo que ellos necesitaban de tí, es momento de que empiecen a hacerlo solos, pero ahora lo suficientemente listos para seguir adelante sin tu ayuda.
Por alguna extraña razón escucharlo me tranquilizó, no quería que mis emociones lo siguieran afectando. A pesar de que había estado comportándose como un completo imbécil, podía entenderlo, después de todo, pasarse dieciocho años sintiendo cada cosa que siente otra persona y sin tener la oportunidad de quejarse hasta ahora, estaba claro que a todos nos volvería un poco imbéciles, ¿Cierto?
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La razón de mi muerte
Rastgele¿Que tal si, hay algo más después de la muerte? ¿Sería posible que aún después de haber muerto se pueda tener una última experiencia antes de... morir para siempre?