18. Estúpidos Pensamientos 2/2

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† * † 

Jeff se bajó del vehículo y se metió en el bar lo más rápido que pudo, moviéndose a empujones hacia la barra de tragos.

El sonido de la música electrónica y los gritos alterados reventaba contra sus oídos, aumentando la desesperación y angustia que le agujereaba el cuerpo y las neuronas.

En otras oportunidades, se hubiese unido a ellos, pero no ahora. No ahora que sentía que estaba más jodido que nunca y que su cabeza estaba a un paso de explotar.

Se dejó caer en el asiento y se pasó ambas manos por la cabeza, echándole una mirada al empleado.

—Lo mismo de siempre y rápido — espetó, lanzando cinco billetes.

Una copa de alcohol aterrizó a su lado y no tardó ni medio segundo en vaciarla en la garganta, sintiendo cómo el sabor le quemaba y le rasgaba la boca.

Aquella boca que hace una hora había estado sobre la de Barcode abasteciéndose de su cálido y dulce sabor, olvidándose de todo su alrededor y todos sus líos.

Incluso ahora, podía percibir su irritante olor a cítricos sobre cada rincón de su cuerpo. Estrujó la copa entre sus dedos y notó cómo sus manos empezaban a temblar.

—¿Te pasa algo? — una tipa con delineador excesivo sobre sus ojos apareció, tocándole el hombro — ¿No quieres ir a bailar un rato?

Se levantó casi de inmediato, aún con la copa vacía en sus manos y empujó a la mujer toscamente, subiendo las escaleras hacia el balcón.

Apenas llegó, se recostó en la baranda y tomó las últimas gotas que quedaban en el vaso, mientras los recuerdos de ocho años atrás empezaban a hacerse paso en su mente de nuevo.

"Jeff, te quiero mucho. No tienes idea de cuanto he estado pensando en ti, cada segundo de mis días, cada día de la semana. Te amo"

Se restregó el rostro con sus manos; la rabia y el odio bombeando por sus venas y expandiéndose por su tembloroso cuerpo hasta que algo estalló en su cerebro.

No podía recordar. No quería recordar. No ahora. No mañana. No nunca.

Levantó su desganada mirada y observó todo lo que tenía a su frente. Desde donde estaba, se podía observar cómo la gente se reía, bailaba y se carcajeaba a sus anchas al ritmo de la música, disfrutando de todo el éxtasis del momento.

De repente, sintió que todas esas personas desaparecen y eran reemplazadas por la imagen de él mismo mucho más joven, nervioso detrás de la puerta abierta de una habitación, sosteniendo un ramo de tulipanes rojos entre sus manos, mientras sus ojos admiraban a la pelirroja de salpicadas pecas en el rostro que estaba sentada en un sofá, conversando con la que era su mejor amiga.

—Ese estúpido tiene demasiado billete. Demasiado.

—Entonces, continúa con él, no veo por qué te haces tanto lío...

—No lo soporto, solo el hecho de tener que besarlo me da cosas. Sé que está guapo, pero es tan insoportable y ridículo. Hace estupideces que me dan mareos de solo verlas. Me trae flores, cartas, chocolates y peluches que no sé en qué otro basurero meter. Todos los tachos de mi casa están llenos de esas porquerías. Y no sabes la última, ¡Me compuso una canción y vino a tocarla con su guitarrita del demonio! Qué asco. Tú sabes bien que solo estoy con él para guardar las apariencias, ¿no? Aparte, se siente bien ser mantenida... pero se ha acabado, no pienso soportarlo más.

—Entonces, ¿vas a mandar a volar a Jeff?

—Que se vaya a la mierda, pedazo de retrasado mental.

Dejó caer el ramo al suelo y vio cómo la que era su novia se reía con una mirada totalmente desconocida para él y se arrojaba a los labios de su mejor amiga.

Y entonces la realidad vino a él de golpe y no pudo hacer nada más que hacer estallar la copa entre sus dedos y dejarse caer sobre el suelo, gritando insultos y atragantándose con sus palabras. Incluso, la respiración le fallaba y las lágrimas salpican de sus ojos y caían con demasiada facilidad, como si solo hubiesen estado esperando el momento de salir.

—¡Maldita hija de puta! — gritó una y otra vez, aunque su voz se ahogaba con el sonido de la música y los chillidos de emoción.

Las imágenes y esas palabras se repetían continuaban haciendo eco en su mente, mientras rugía de rabia y se restregaba el rostro contra su brazo con violencia, sintiendo cómo algo le acuchillaba por dentro, en alguna parte que él no sabía que todavía tenía.

Había mantenido esos recuerdos ocultos por tantos míseros años, pero ahora todo había llegado a salir a flote.

—Maldita hija de puta — repitió, sintiendo el sabor amargo de sus lágrimas en su boca — Si alguna vez te encuentro, te mato.

Hundió el rostro entre sus piernas y sus dedos empezaron a temblar.

Se había jurado a sí mismo que no volvería a recordar eso, que lo tacharía de su mente y que haría como si jamás hubiera sucedido.

Y aquí estaba, haciéndose mierda mientras revivía cada maldito segundo de lo que pasó.

Barcode, Barcode, Barcode.

Toda era su culpa.

Tenía ganas de odiarlo, de detestarlo, de hacerlo sufrir y quebrarlo en pedazos, porque era lo mejor que sabía hacer, pero no podía; no podía, aunque quisiera.

Ni siquiera entendía por qué algo se le removía en el estómago cada vez que pensaba en él; cada vez que pensaba en su mirada, en su delicado cuerpo, en su estúpida sonrisa y en su suave voz.

Era algo que no había sentido hace años y lo impulsaba a ir contra sus propias reglas. Se prendió los dedos en su propio cabello y rugió, fregando sus ojos con su rodilla.

No sabía qué mierda le estaba sucediendo. Y tampoco quería saberlo.

Inocencia Pasional│JeffBarcodeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora