26. Palabras

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† * † 

—Todo tiene un límite, pero esto ya ha sobrepasado ese límite — arrugó sus pobladas cejas, cruzándose de brazos sobre el sillón. Su presencia sobresalía en la habitación y su voz sonaba tan plana como siempre — Has venido y hecho un alboroto propio de un inadaptado social en la plena celebración del compromiso de tu hermana, donde estaban sus conocidos, gente muy respetable y la prensa.

Jeff se mordió el labio inferior, intentando calmarse y no ponerse a la defensiva como siempre. Incluso, cuando estaba siendo acorralado por sus padres mirándolo con esa misma mirada repleta de frialdad, cansancio y decepción, no sentía rabia ni tenía ganas de iniciar nuevos problemas ahora.

No ahora que empezaba a sentirse bien.

—Lo que sucedió es que ese tipo estaba intentando...

—No quiero escuchar la razón, ¿Crees que hay una razón que justifique eso?

—Claro, no soy un loco que va golpeando gente así como así. Créeme que no quise hacerlo...

—No quise hacerlo, no quise hacerlo — los ojos negros de su padre se hicieron más profundos al igual que su voz, que había empezado a exaltarse — Nunca quieres hacerlo, pero vienes y arruinas todo y te importa muy poco toda la vergüenza que nos causas. Ya estoy cansado que hagas lo que quieras y no obtengas consecuencias, ¿no te das cuenta que estás siendo un martirio? Te comportas como todo un animal.

Algunos músculos se le tensaron al escuchar esas palabras, pero solo apretó las mandíbulas y no dijo nada. Su madre, que estaba sentada en el sofá como una estatua, tosió un poco.

— Déjalo que hable, no seas tan duro con él.

— ¿Estoy siendo duro con él? El problema acá está en que nunca hemos sido duros con él y esto se ha pasado de los límites. Hemos debido ser rectos desde un inicio y ahora no tendríamos estos resultados tan vergonzosos — tomó una pausa y su envejecido rostro se endureció — No nos lo merecemos, nos hemos pasado la vida trabajando para que no te falte nada, ¿O acaso te ha faltado algo alguna vez?

Tomó un respiro y se los quedó mirando, metiéndose las manos a los bolsillos, con los músculos atiesándosele con más fuerza. Muchas respuestas empezaban a cruzarse por su cabeza, pero las palabras se le atoraron en alguna parte de su garganta y no salían.

— Nada, no me ha faltado nada, lo he tenido todo. Desde que era un niño, siempre que venía de clases, llegaban las viejas esas con los paquetes llenos de todo lo que quería. Carros, videos, dinero, ropa, viajes, todo. Nunca me ha faltado nada.

—Por supuesto que no te ha faltado nada, todo lo que hemos hecho durante estos años ha sido por ti.

¿Por él? Su corazón se aceleró con la pregunta y los huesos de su mandíbula crujieron por la presión. Esa sola frase parecía ser lo que detonaría la bomba que había estado inactiva en su interior.

—¿Por mí? Claro, estar afuera todo el tiempo y venir un día al mes a la casa y encerrarse ese único día en su estudio, ha sido por mí.

Los pequeños ojos de su madre se abrieron enseguida e intentó suavizar su rostro para darle una sonrisa, abriendo sus labios en un gesto seguro y más calmado. Lo miraba como si tuviera cuatro años, como si mirara a alguien estúpido, como si estuviera equivocado.

—Jeff, tú sabes que es cierto. Nuestra única meta fue trabajar para hacer crecer la empresa y que tuvieras todo lo que quisieras. Hijo, nosotros te conocemos y nos sorprende que estés tan rebelde estos años. Tú sabes que te amamos y que...

—¡Basta ya! ¡Dejen ya de ser tan hipócritas! — gritó y el arrebato del momento le hizo temblar de pies a cabeza — Dejen de hacerse los que me conocen. Yo no los conozco a ustedes ni a nadie. No los conozco porque nunca los he visto, nunca han estado conmigo, no sé quiénes son y ustedes tampoco saben quién soy yo.

Inocencia Pasional│JeffBarcodeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora