veintidós

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A M I G O S

CAPÍTULO VEINTIDÓS
TRES ESTRELLAS ...”




Los gritos, la gente, los saltos, la emoción y adrenalina que se sentía en el ambiente era de no creer. Tuve que sentarme por tan solo dos segundos antes de que la tanda de penales comenzara, con los nervios a flor de piel, y el corazón que parecía estar a punto de estallar confirme que posiblemente estaba viviendo uno de los momentos más locos y sufribles de mi vida, luego vendrían otros dos, pero eso es para más adelante.

—Estás pálida Agustina, toma agua.— dijo mi mamá pasando la botellita de agua a Giuli quien se encontraba a mi lado. Gustosa la acepté, luego me arrepentiría de no tomar.

—Va a ser mejor que te sientes si no querés terminar en la clínica.— soltó con gracia Morena, negué rápidamente, no de nuevo.

—Bueno, a ver si se callan que está por empezar.— la voz temblorosa de mi papá terminó con nuestra conversación para que todas terminemos prestando atención a la cancha.

Por suerte habíamos conseguido una muy buena vista, tenía justo al arco a mi derecha y podía ver todo perfectamente. Primero Lío, una atajada increíble del Dibu, luego Paulo, los gritos, la emoción, otra vez el Dibu atajando, ya solo se sentía el dolor de garganta del próximo día, Paredes, más gritos, venía el penal definitorio. No podía tocarle a otra persona más que a él, sonreí mirándolo, nunca erró, siempre pateó con confianza, era suya, sin dudas era suya, mi Gonza nos iba a consagrar campeones luego de 36 años. Y así fue, sin dudas luego del gol de Nahuel contra Países Bajos, estaba este.

Miré a mi costado y me abracé con el Chino, ambos llorando a mares.

—Por fin Chinito.— dije en medio del abrazo.— Por fin lo logramos.— sentí un beso húmedo en mi mejilla.

Si había alguien emocionado era él, y como no. Estaba igual que toda la familia de Montiel, emocionando hasta los huesos.

Mientras los jugadores se abrazaban festejaban, nosotros nos compusimos porque posiblemente bajaríamos al campo de juego, eso era lo que más quería. Bajar y abrazar a Nahuel hasta quedarme sin aire.

Esperamos lo que teníamos que esperar para poder ingresar al campo de juego, al pisar el césped comencé la corrida hasta llegar a los brazos de mi novio, quien me veía llegar y estiró sus brazos agachándose un poco para a los segundos, terminar fundiendo nuestros cuerpos en un abrazo largo y muy sentimental.

—Felicidades campeón.— acuné su rostro en mis manos y dejé un pequeño beso en sus labios.

—No lo puedo creer gordi, después de esto... Ya estoy eh, lo tengo todo, el sueño del pibe... Te tengo a vos, tengo al porotin, y ahora la copa del mundo.— susurró en mi oído mientras sentía como algo húmedo tocaba mi cuello.

amigos | nahuel molina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora