doce.

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A M I G O S

maratón 3/3

CAPÍTULO DOCE;
" nueva oportunidad "

Había pasado una semana de la llegada de Nahuel a Madrid, una semana donde Molina me dejó saber que le chupaba un huevo y la mitad del otro mí trato para con él, porque como si nada, pasaba el día y volvía a insistir en hablarme dentro del club, o tan solo mirarme mientras le hacía alguna que otra entrevista a sus compañeros luego del algún partido o entrenamiento pre-partido. Tenía que admitir que su insistencia me era muy grata y agradable, aunque Nahuel siempre fue de ser un tanto insoportable.

—Agus. Para que quiero decirte algo— me frenó Nahuel en medio de mí jornada. Había terminado de hablar con Angelito Correa sobre el próximo partido cuando de sorpresa Nahuel apareció en mí mini oficina mientras yo iba de salida.

—Me tengo que ir a seguir trabajando, Molina— cerré la puerta detrás mío para empujar levemente su hombro y salir de allí.

—Son dos segundos nomás, banca un ratito— pidió detrás mío, caminando a mí paso.

—No tengo ganas de hablar con vos. ¿No entendés?— ya estaba cansada, hoy había sido un día muy cansador, y tenerlo así me hartaba en parte.

Me alejé más de él, sintiendo como sus pasos se dirigían a otra parte. Estaba mal tratarlo de esa manera cuando lo único que pasaba por mí cabeza era volver a nuestra relación de antes, pero también estaban mis ganas de mandarlo a la mierda por haberme hecho sufrir tanto tiempo, por haber arruinado mí relación, pero más que nada por haberme robado el corazón como lo había hecho. No lo odiaba, obvio que no lo odiaba, lo amaba con devoción, con locura, lo seguía amando a pesar de todo lo que había hecho para que yo terminé así, intentando demostrarle a él él dolor que me había causado y cuánto me dolió y dolía.

Me encontraba saliendo de una larga jornada de trabajo cuando en el estacionamiento me los cruce a De Paul y a él hablando y riéndose. Me lamenté haber estado sola ese día, sin la compañía de Giuliana o Morena, porque así iba a poder evitarlos y seguir como si nada. Pero a cambio de eso, estando sola, ambos se me acercaron a la puerta de mí auto con una sonrisita que me era familiar en Nahuel.

No se cansaba nunca el culiado, nunca. Ni cuando lo trataba mal me dejaba tranquila. Amaba su insistencia.

—¿Qué quieren?— me resigné apoyando mí espalda en el capó del auto para cruzarme de brazos y mirarlos.

—Te tengo una propuesta— el tono de Rodri me hizo sonreír. Era un culiado.— Da, no me haga' esa cara si todavía no te dije nada.

amigos | nahuel molina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora