Monstruos en la oscuridad

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—Arlene

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Arlene... —susurros sin fin llegaban a mis oídos por la oscuridad —. Rosas y espinas formarán tu Corona. —una brisa gélida enfrió mi rostro. Mis pies moviéndose torpemente me hicieron caer, aún en el suelo buscaba aquella voz.

Me encontraba en el bosque, ese con los árboles más altos de los Cinco Reinos. La neblina se hizo presente haciendo más densa la oscuridad.

Arlene... —otra vez el mismo susurro, con el mismo tono tenebroso que el anterior —Portadora de las espinas, deberías despertar.

Una brisa aún más gélida que la anterior golpeó mi rostro haciéndome estremecer, un frío helado caló hasta mis huesos en el instante que su rostro se iba acercando a mí. No veía con exactitud pero... ¿era yo?

—Jamás tendrás que pasar por ello, Cariño —la voz de mi madre hizo eco en el gran comedor —

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—Jamás tendrás que pasar por ello, Cariño —la voz de mi madre hizo eco en el gran comedor —. ¿Arlene? —sonó su voz cálida, logrando así volverme a la realidad.

«Todo fue un sueño. Tranquila, Arlene». pensé y me dispuse a contestarle a mi madre.

—Lo siento, madre. ¿Qué decías?

—Estás muy distraída hoy, cariño. Decía que no tendrás que volver a pasar por eso nuevamente. ¿No es así, Frédéric? —Madre observó a padre quién negó con la cabeza para luego tomar el caliz que yacía frente a él.

—Lo sé, madre. —dije luego de aclarar la garganta.

—Debieron avisarme, padre. —Oriel aún estaba furioso.

—No era necesario, Oriel —esta vez sonó la voz de padre —. Todo estaba bajo control.

Si supiera que en realidad no todo salió como esperaba. Oriel no le mencionó a nuestros padres sobre la bestia que trató de comerse mi cabeza—y, yo mucho menos—si lo sospechaban,  no me dejarían salir ni a respirar al jardín.

—¡¿Bajo control?! —respondió Oriel, furioso.

—¡Oriel! —soltó mi madre en un regaño —. No debes elevar la voz a tu padre.

—No es justo, madre —Oriel tensó su mandíbula en una clara señal de enfado —. Padre entregó a mi hermana a ese sucio Guerrero, ¿pretendes que me quede callado?

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