¿EL AMOR DE TU VIDA O EL AMOR PARA TU VIDA?
Satisfecha por el acondicionamiento de la habitación de la nueva integrante de la familia, a un mes de ser recibida con todo el amor del mundo, me senté sobre la mecedora que acomodamos junto al alfeizar, adornado con unos lindos cojines en colores amarillo pastel y blancos.
Me dolía la espalda, tenía hinchados los pies, y moría de sueño. Las noches, con el paso de los días, fueron cada vez menos agradables. No podía acomodarme en ninguna posición y solo deseaba que aquel martirio terminara. Sí, era lindo estar embarazada, pero sólo los primeros meses, cuando te mimaban y tú podías dormir todo el día, con la excusa de que cuando naciera el bebé, tus noches ya jamás serían las mismas. Pero con un estómago tan grande, era imposible conciliar el sueño y los mimos ya no hacían falta. Lo único que me apetecía pedir era que sacaran a la pequeña pateadora que deformaba a su antojo mi vientre.
Decidimos, después de una gran discusión, que la recamara de un bebé no debía tener puertas hacía la terraza, por lo que Lusian contrató a un arquitecto y obreros, para que remodelaran la habitación a un lado de la nuestra, construyendo un lindo alfeizar en la ventana, que cubrimos con cojines, mantas suaves y afelpadas y un par de osos de peluche.
Cabe aclarar que no fui yo quien optó por la remodelación. El futuro padre se negó en rotundo a que su hija tuviera terraza, como inicio, pensando en lo peligroso que podía ser para cuando empezara a caminar y hacer desastres por todos lados, después terminó argumentando que una terraza le facilitaría salir a hurtadillas de fiesta o con algún chico indigno de ella.
Lo que él no sabía, o no quería admitir, era que para mantener a nuestra hija fuera del alcance de los chicos, iba a tener que encerrarla en un bunker.
Al menos ya había aceptado que tendríamos una niña y no un niño.
Rebatí su punto, argumentando que no viviríamos para siempre ahí, porque el plan era residir en Florencia y sólo vacacionar por algunas temporadas en Farmington, pero con todo y eso Lusian insistió en no tener terraza. Gracias a eso, el cuarto de bebé tardó más de lo esperado para estar listo.
Pero por fin lo estaba y no pudo haber quedado mejor.
La cuna que compramos en línea, como todo lo demás, la ubicamos al centro, con un lindo dosel en blanco y las barandas llevaban molduras en tonalidades doradas. Un lugar digno de una reina.
Cubrimos el piso con duela, por eso del frio en ciertas estaciones del año. Lusian quería alfombra, pero después de una tarde de investigaciones, descubrimos que las alfombrabas podían ocasionar alergias, por el polvo que guardaban y todos los microorganismos que seriamos incapaces de eliminar, aun lavándola todos los días. Además, no creía que alguien quisiera trabajar en una casa donde te exigirían lavar alfombras para siempre.
Las paredes se pintaron con franjas verdes y amarillas en tonos opacos. Dispusimos una pequeña mesita con un par de sillas de madera a un costado del armario, donde un tapete de hule precedía en su camino, con varios juguetes de activación psicomotriz. El mueble de la bañera lo encontramos de milagro en una tienda de España y exigí que fuese junto con la cómoda lo que se nos complicó dar con algo así, pero cuando por fin lo hicimos, no dudamos en comprarlo.
Sinceramente, llegar a un acuerdo con Lusian, sobre todo lo referente a ese espacio para ella, fue un caos. Nunca habíamos tenido tantas diferencias en algo, hasta que se nos presentó el momento de decidir parte del futuro de nuestra hija. ¿Cómo de complicado sería todo lo demás? No quería ni pensarlo.
No obstante, después de cada confrontación, nos dábamos nuestro espacio y regresábamos a las muestras de afecto, las bromas y las tardes a solas, en donde sólo nos pertenecíamos el uno al otro. Jamás dejamos que un enfado nos durara por más de una hora. Aunque a veces yo necesitaba una semana completa, pero sólo porque mi humor había empeorado gracias a la incomodidad de la gestación.
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SIEMPRE FUIMOS (Colección Destinos #2)
RomanceLibro #2 de "Colección Destinos" Nació para un solo propósito: darle vida a un ser con la sangre de un arcángel o de Lucifer. Una criatura que terminará con la guerra entre el cielo y el infierno. ****** El amor toca...