CAPÍTULO 7

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Tranquilízate y procura que dejen de temblarte las manos, así todo es más fácil de empalmar.

-¿Por qué estás mirándome? -le pregunté adormilada a Lusian. Cuando desperté, con la capacidad para apenas abrir un ojo, lo descubrí observándome con cara de bobo.

La cálida oscuridad que nos envolvía me sugirió que era de madrugada y apenas una tenue luz de una lámpara de noche lograba iluminar su rostro, dejándome admirar la sonrisa plantada en su boca y sus ojos estudiándome como si estuviera intentando descifrarme con admiración.

Estaba acostado sobre su estómago, con los brazos flexionados bajo la almohada, siendo un espejo de mi posición.

-Me aseguro de que esta vez no huyas de mí -respondió sacando un brazo y retiró dulcemente un mechón de cabello que cubría parte de mi rostro.

Pensé entonces en la enredadera que debía ser mi cabello, y eso me gustó porque junto con el dolor de mis piernas, me recordó la exquisita forma que tuvimos de hacer el amor como cinco veces seguidas, hasta que yo no aguanté más y me rendí.

-Dime si tengo cara de querer huir para cambiarla. No hay otro lugar en el que querría estar -le aseguré.

Eso pareció gustarle mucho. Acunó mi mejilla en la grande palma de su mano y se acercó con ávidamente para besarme.

Me hice hacia atrás, asombrada, cuando sus ojos destellaron fugazmente como dos esferas llenas de luz, como si tuviese incrustados un par de focos de luz Led.

-Por Gustavo Doré, golfo. Tus ojos brillaron -dije incrédula, tomando su rostro entre ambas manos. Y lo estudié, asegurándome de no estar teniendo una alucinación post orgásmica.

-No estoy seguro de que me siga gustando que me digas golfo -se quejó, frunciendo su ceño con fastidio.

-Llevo años llamándote así. Deja que me acostumbre... Pero te perdiste la parte en que dije que tus ojos estaban brillando -lo reprende sentándome sobre mis rodillas sin soltar su varonil cara.

-¿De amor o de lujuria? Porque estoy sintiendo ambas en este momento -informó, sin cortarse un pelo. Me tomó hábilmente de las caderas, girándose sobre su espalda, e intentó acomodarme sobre él, pero no lo dejé.

Que me mataran si no tenía ganas de estar sentada sobre su cadera, pero lo que había visto necesitaba toda mi atención.

Vicky se cruzó de brazos, enfurruñada, clavándome mil estacas con la mirada.

-No seas tonto... -Lo tomé de la mano y tiré de él con fuerza, instándolo a ponerse de pie.

Cuando lo hizo, agradecí el lapso friolento que tuve después de nuestro quinto round salvaje porque tuve la oportunidad de cubrirme con su camisa que me llegaba por debajo del trasero. Así, cuando me puse de pie, no mostré por completo mi desnudez.

Y por supuesto, cuando él se levantó de la cama, mirándome como si estuviera haciendo una vergonzosa escena, estaba completamente desnudo. Pero claro, él no temía mostrarse ante mí con su precioso traje de Adán, ya que su grande ego le impedía ver que hacía un frío de los mil demonios, a pesar de la época del año en la que estábamos.

Intentando no mirar en dirección a su gran atributo frontal, lo guíe hasta el espejo de cuerpo completo que estaba frente a mi cama y lo obligué a mirarse.

-¿Los ves? -dije colocándome a su lado izquierdo.

Esperaba que aquel destello no hubiese sido solo un espejismo, o en su defecto, que ocurriera como en algunas películas de vampiros, donde ellos no poseían un reflejo al que aferrase de una vida humana pasada.

SIEMPRE FUIMOS (Colección Destinos #2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora