CAPÍTULO 6

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Se creyó explícito el punto final cuando tácitos fueron los puntos suspensivos.

Invertir mi tiempo en actividades simples y sin aplicar ningún esfuerzo no fue tan bueno como lo había pensado. Incluso morder una manzana o cambiar los canales de la televisión suponían un recuerdo lleno de vida, de Lusian.

Tres días ya habían transcurrido desde su partida y lo único objetivo que podía sacar de toda la situación era que la gala de beneficencia resultó todo un éxito.

Mi teléfono no dejó de sonar, con notificaciones del banco avisándome de nuevos depósitos. La recolección de cheques, de la cual no pude hacerme cargo personalmente ese día por mi falta de disposición emocional, había superado las expectativas.

En cuanto a mi proyecto, todo parecía ir viento en popa. Raphael me envió un par de mensajes después de que ignorara sus llamadas, felicitándome por mi gran trabajo y mencionando lo orgulloso que estaba de mí.

Necesitaba poner en orden mi vida porque estaba hecha un desastre, del mismo modo que lucía mi departamento. Ni siquiera podía entrar a mi cuarto. Toda la ropa que compramos para la estadía de Lusian la dejé botada en la cama tras un intento fallido de guardarla en una caja y enviársela a Farmington.

Dormir en la sala tampoco fue bueno, ya que su aroma persistía en la tela de las sabanas y las cobijas. Y por muy estúpida que me hiciera ver, a cada instante las olía buscando y rogando que su aroma no se hubiese evaporado aún.

Para no variar, me sentí tentada de cubrir mi cocina con una cortina y así no imaginar a Lusian en ella. Pero tampoco lo hice, porque era mucho mejor sentirlo por medio de los recuerdos a quedarme en un mundo en el cual pretender que nunca existió.

Lo único que me dio medianamente ánimos fue que hablé con Joshua varias veces al día por teléfono. Mi intuición me avisó que sabía que las cosas con Lusian salieron peor de lo que se esperaba. Y lo supe porque nunca me preguntó nada al respecto y ambos tratamos de evadir el tema, lográndolo efectivamente.

En mi cuarto día de depresión me sentía peor que en los días pasados. No se podía ignorar el recuerdo de que cuando perdí a Daniel, Lusian estuvo conmigo y no me dejó sola. Actualmente debía superar mi crisis en soledad, porque no era posible superar a Lusian con un Lusian a mi lado.

Sintiéndome libre con mi pijama de franela color vino y mi cabello desordenado (sinceramente no me había bañado y aún llevaba rastros de maquillaje del evento en los Ufizzi), me decanté por comenzar a revisar documentos importantes que requerían mi atención. Documentos que había dejado a un lado por dedicar todo mi tiempo a Lusian Bennettt.

Necesitaba revisar las facturas del alquiler, de mi cuenta de teléfono móvil y de los materiales que se pidieron en una nueva orden para la reconstrucción de la villa en Montieri. También había unas cuantas cartas que revisar sobre presuntos profesores para el colegio y un mil de cuentas que hacer para inventariar todo lo invertido en la casa hogar.

No es que yo fuese a hacerlo, pero debía mandarle a Raphael todos esos documentos y él mismo le pagaría a Malcolm sus conocimientos como contador para que lo hiciera. Al papá de Joshua se le tuvo que ocultar la verdad detrás de ese trabajo. Pero como Joshua ya sabía sobre mí, ya no tendría ningún problema en que el señor Bennett se lo revelara.

Saqué la caja llena de hojas de debajo de mi cama, evitando mirar la ropa sobre esta. Arrastrando los pies con mis lindas pantuflas de felpa llevé la caja hasta la mesa, que por suerte estaba desocupada. Ya no tenía compañero de desayuno, comida o cena.

Una hora después únicamente me quedaba por revisar un par de documentos: la factura del alquiler que supuse debió haberle llegado a Raphael por correo, después de que me fijé en la fecha y que muy probablemente ya habría pagado, porque si no yo estaría durmiendo en la calle, y una hoja solitaria con letras escritas a mano.

SIEMPRE FUIMOS (Colección Destinos #2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora