🌻Epílogo: Nueve meses más tarde ☀️

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―¡Me ha vomitado encima! Por Dios…

―Te ha estropeado la camisa. ―Gulf se llevó una mano a la boca e intentó en
vano limpiar a Mew con un trapo húmedo de la cocina―. Tendrás que
cambiarte.

―Chica mala ―se quejó Mew mirando a la bebé que aún sostenía en los brazos y que, después de echar hasta la última papilla de forma inesperada, ahora se reía como si no hubiese ocurrido nada―. Quédate con papi y pórtate bien. ―Se la pasó a Gulf, que la acunó contra su pecho.

Le dio un beso en la frente antes de dirigirse al dormitorio. Buscó en el armario otra camisa. Suerte que, el año anterior, Gulf lo había obligado a comprarse unas mil de esas que ya no gastaba, porque desde que había accedido a trabajar con su hermano lo hacía bajo sus propias normas y solía vestir informal a excepción de situaciones concretas, como las grandes reuniones o cenas de empresa.

Se abrochó los botones de nuevo y se arregló el cabello en el espejo antes de
salir.

Gulf estaba sentado meciendo a la pequeña Natasha entre sus brazos y Mew no pudo evitar sonreír y enternecerse al verlo. Era terrible, pero se pasaba el día deseando besarlos a los dos como si de repente fuese un oso amoroso.

Pero es que el noviazgo con Gulf y el nacimiento de su hija lo habían cambiado para siempre y, cuando miraba atrás, solo podía pensar que no entendía cómo no había hecho todo eso antes, porque nunca se había sentido
tan pletórico.

―Llegamos tarde. ―Mew suspiró.

―Ya he avisado a Kao y Up.

―¿Lo llevamos todo? ―preguntó.

―Veamos, biberón…

―Listo.

―Toallitas.

―Sí.

―La manta de Natasha.

―También.

―Listo. Solo espero que no se ponga a llorar durante la ceremonia.

―¿Mi angelito? Claro que no, si es adorable.

Cogió a Natasha de los brazos de su papi y la apretó con suavidad contra su
pecho. Gulf ahogó una carcajada mientras se colocaba la bufanda alrededor del cuello y se retocaba el cabello con los dedos. Le había hecho gracia el comentario de Mew porque, por mucho que él se negase a creerlo, Natasha no era un angelito. Su padre la consentía demasiado y a ella le gustaban las atenciones extras, así que lloraba a menudo. Pero Gulf estaba tan enamorado de Mew y de la forma que tenía de cuidar de Natasha que era incapaz de quejarse siquiera, porque adoraba los momentos que pasaban juntos, cuando caía la noche y los dos se acomodaban en el sofá para ver una serie con la bebé entre ellos.

―Vamos a recoger a Yin y a War.

―¿Sabes algo de Bright y Win?

―Llegarán por su cuenta. Es lo que tiene que vivan en el otro extremo de
la ciudad en esa casa gigante que Win se empeñó en comprar. Aunque admito
que me equivoqué, nunca lo he visto tan feliz ―admitió Mew mientras salían del apartamento.

―Eso es porque quizás no conocías tanto como pensabas a tu hermano. Por eso ha sorprendido a todos ―dijo Gulf con una sonrisa.

―Será porque estaba ocupado conociéndote a ti ―bromeó Mew.

―¿Y te gustó lo que encontraste? ―coqueteó Gulf divertido.

―Me gustó tanto que solo tardé unas horas en hacerte un bebé.

―¡Qué tonto eres! ―Gulf subió en el ascensor riendo.

―¡Pero si es la verdad! Y mírala ahora, aquí está ―dijo mirando a Natasha―.
¿Quién me lo iba a decir a mí hace menos de un año? Son lo mejor y lo más bonito que me ha pasado, Gulf.

A Gulf se le borró la sonrisa cuando se emocionó. Le acarició a la bebé la
cabecita y después se puso de puntillas para alcanzar los labios de Mew.

―Te amo, aunque estés chiflado.

―Lo mismo te digo, Cenicienta.





                         🌻FIN☀️

El chico que perdió su zapato. 💙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora