🌻Capítulo 3☀️

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Mew se metió en la boca la cucharada del postre llena de mousse de chocolate. Llevaba toda la noche ausente, pensando en la conversación que
había tenido con Boat horas atrás en su casa.

Cambiar. Madurar. Demostrarles a todos que era más y mejor de lo que creían. Podía hacerlo. Conforme pasaban los minutos, se convencía más de ello.

No era que le interesara especialmente la empresa familiar ni nada en particular, sencillamente se trataba casi de una cuestión de orgullo, ese que
llevaba años demasiado adormecido.
Así que aquella era su última noche en la que sería un hombre libre,
despreocupado y sin metas que cumplir. Y en vez de estar pasándoselo en grande con un par de rubios y una copa en la mano, estaba en una cena que no le interesaba lo más mínimo y rodeado de gente que tenía conversaciones aburridas que empezaban a darle sueño cuando, lo único en lo que podía pensar, era en que tenía que aprovechar cada minuto. Hasta el amanecer. Hacer todo eso a lo que ya no podría dedicarse cada día. Divertirse, en resumen.

Cuando sirvieron el champán, se tomó su copa y, después, ya con la mayoría de los invitados de pie charlando y riendo animados por el salón, cogió otra de una bandeja que llevaba un camarero y salió de la sala. Suspiró hondo mientras caminaba por los jardines que rodeaban aquel lugar. En ciertos puntos era frondoso y olía a jazmín. Había pequeños farolillos en cada esquina que iluminaban el lugar aquella noche de luna menguante.

Mew se llevó una mano al bolsillo, sacó la cajetilla de tabaco y se encendió un
cigarro.

No era una de esas personas que fumasen todos los días, tan solo cuando salía por ahí o si llevaba una copa en la mano, como era el caso. Dio una calada y echó el humo justo cuando giraba un recoveco y la imagen del chico apareció ante sus ojos.

Vestía un pantalón de tubo que le quedaba ajustado, una camisa blanca y unos zapatitos deportivos que parecían de muñeco en sus pequeños pies.

Era alto y delgado, hermoso como
un hada en medio del jardín. Tenía el cabello de color castaño, más chocolate que negro, y unos ojos oscuros ligeramente rasgados que se clavaron en él en cuanto dio un par de pasos e hizo ruido.

—Bonita noche —dijo Mew, acercándose—. Mew Suppasit Jongcheveevat.

Le tendió la mano y él tardó unos segundos en estrechársela. Cuando rozó sus dedos, Mew sintió que el estómago le daba un vuelco y frunció el ceño, contrariado.

—Gulf Kanawut Traipipattanapong—contestó en voz baja.

—Debería conocerte, ¿verdad?

—Verdad. —Gulf sonrió—. Nos hemos visto un par de veces, en otras cenas y en la oficina. Pero no te preocupes, lo entiendo. Muchas caras.

Mew sonrió y se llevó el cigarro a los labios.

—Tranquilo, dudo que vuelva a olvidarme.

La frase, en apariencia inocente, sonó casi erótica. Gulf se puso nervioso ante su mirada penetrante.

—Debería volver al salón, antes de que refresque más…

—¿Vas a dejarme aquí abandonado y solo? Espera al menos hasta que me
termine el cigarro. ¿En qué sección trabajas? —preguntó mirándolo con
interés.

Gulf se movió para sentarse en uno de los bancos de piedra.

—En prensa rosa. ¡No me mires así, es divertido! —Se quejó Gulf, al tiempo que se frotaba los brazos debido al frío de la noche—. Siempre hay noticias, es una fuente inagotable.

—Ya me imagino. Toma, ponte mi chaqueta.

—No, no es necesario, de verdad…

Pero Mew no le hizo caso. Se quitó la chaqueta del traje y se acercó a él para
colocársela sobre los hombros antes de sentarse a su lado, en aquel banco en
medio del jardín. Lo miró de reojo y le mostró una sonrisa que a Gulf le formó un nudo en el estómago. Sonreía de lado, como los chicos malos de las
películas.

—No pareces estar divirtiéndote mucho esta noche.

—Sí que lo hago, solo necesitaba salir para tomar el aire… —mintió y, no supo por qué, pero después chasqueó la lengua y terminó negando con la cabeza—. En realidad, no, no me estoy divirtiendo mucho —admitió—. Pero
es una larga historia y no quiero aburrirte.

—No me aburres. Cuéntamela —le pidió Mew.

—Es que es una tontería. —Se sonrojó como un niño.

—Seguro que sabes algo de mi fama. Me encantan las tonterías.

—Es verdad. —Se echó a reír antes de ponerse serio—. Sencillamente me
sentía un poco solo ahí dentro, nada más. Resulta que hasta hace medio año
todos mis amigos eran solteros y hoy en día tienen pareja. Ya está. Sé que es una tontería, pero hace que me sienta… un poco desplazado. Tengo la sensación de que algo ha cambiado, incluso aunque sé que es cosa mía. Dios, olvídalo, esto es de locos. Parezco un adolescente quejándome en el recreo.

—No, te entiendo —lo sorprendió Mew.

—¿En serio? —Lo miró desconfiado.

—Sí, a mí me ha pasado algo parecido con mi mejor amigo. Boat Napat Srinakluan ¿lo conoces? Creo que sale con uno de tus amigos, no estoy seguro. El caso es que, en teoría, a ninguno de los dos se nos pasó jamás por la cabeza la idea de casarnos, siempre nos burlábamos de todos esos que pasaban por el altar y, ahora, míralo, está deseándolo.

—Es un buen hombre —susurró Gulf.

—Sí que lo es. Y, si he de ser justo, Mild es perfecto para él.

Gulf asintió con la cabeza, suspiró. hondo y estiró las piernas.

—En realidad me alegro de que todos estén felices. Lo que me preocupa es
otra cosa. Como que no me suceda nunca lo mismo a mí, por ejemplo. O
quedarme solo. ¿Crees que soy egoísta por eso? No dejo de pensarlo desde hace semanas.

—Eso no es ser egoísta, es ser humano.

—Dicho así suena mejor. —Le sonrió.

Mew se terminó la copa de champán de un trago y lo miró de reojo. Ese chico tenía algo que llamaba poderosamente su atención, aunque no sabía el qué. Era guapo, con las orejas pequeñas, la nariz recta y los labios carnosos, pero no se trataba solo de su belleza, sino de algo más. Sentado a su lado en medio de un jardín y habiéndolo conocido hacía diez minutos, Mew se sentía extrañamente
relajado y bien, algo que desde luego no era habitual.

Eso fue lo que le impulsó a proponerle aquella locura.

—¿Te he contado ya que esta es mi última noche de libertad en la Tierra?
—bromeó, aunque las palabras tenían más verdad de lo que parecía. Gulf volvió a reírse de nuevo, soltando ese sonido tan vibrante y agradable, y negó
con la cabeza—. Pues así es. Resulta que a partir de mañana seré como uno de esos hombres aburridos y responsables que están dentro del salón. De modo que durante las siguientes horas debería poder hacer todo lo que se me pase por la cabeza, gastar hasta el último resquicio de locura. Y no dejo de pensar… que tú podrías acompañarme. ¿Qué me dices, Gulf? Te prometo que, si aceptas, haré que sea la noche más intensa y divertida de toda tu vida.

Gulf lo miró dubitativo. Por un lado, una distracción era justamente lo que
necesitaba en esos momentos. Pero, por otro lado, sabía bien que Mew Suppasit Jongcheveevat era peligroso; no solo por la fama que arrastraba y por todo lo que había escuchado sobre él en los pasillos durante los años que llevaba trabajando para la revista, sino porque era fácil deducirlo al sumergirse en su mirada gris; brillante, perversa y capaz de dejar a cualquiera sin aliento. Y a pesar de todo, su corazón respondió antes que su cabeza.

—De acuerdo. Hagámoslo.

—No te arrepentirás.

La sonrisa que curvó los labios de Mew hizo que el corazón de Gulf latiera muy rápido. 🌻☀️

El chico que perdió su zapato. 💙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora