🌻Capítulo 9☀️

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Cuando Mew subió a la última planta, él ya estaba esperándolo allí. Se
miraron en silencio durante unos segundos que parecieron incómodos, pero, en cuanto superaron el primer instante, ese en el que Mew le dio un beso tímido en la mejilla y él se sonrojó y casi tropezó con sus propios pies antes de conseguir abrir la puerta que daba a la terraza del edificio, todo volvió a fluir entre ellos.

Mew hizo una broma, Gulf se rio y esa familiaridad regresó. Terminaron sentándose en un saliente del muro que había, bajo la cornisa del edificio.

—Toma, te he comprado el de pollo. Y agua para beber.

—Gracias. —Mew le rozó los dedos al cogérselo.

—Así que tienes mi zapato —empezó a parlotear Gulf sin parar, cosa que a Mew le encantaba y que Gulf no era ni siquiera consciente de hacer—. ¡No sabes la alegría que me has dado! La otra tarde estuve llorando e incluso lo busqué por el rellano de mi edificio, pero nada.

—Sí que te gustan esos zapatos… —comentó Mew distraído mientras mordía el sándwich, incapaz de mirar cómo se movían los labios de Gulf. Ese día estaban de un suave tono fresa y Mew pensó que estaba muy gracioso
envuelto entre tantas capas de ropa.

—No es solo que me gusten, es que son especiales. Son un regalo y están
hechos a mano. Los girasoles también son pintados a mano, es imposible comprar otros iguales en todo el mundo, ¿me entiendes?

—Entiendo… —De pronto, una idea cruzó su mente. Lo miró fijamente y
después sonrió travieso—. Siendo tan especiales, ¿qué estarías dispuesto a hacer para recuperarlos?

Gulf se puso rojo. Solo entonces Mew se dio cuenta de cómo había sonado su
proposición.

—Yo… la verdad es que…

—No me refería a eso —repuso Mew—. Lo que quería decir es que creo que
sería un trato muy justo que yo te devolviera ese zapato a cambio de tú hicieras algo por mí. Algo sin sexo, quiero decir —añadió para no volver a caer en la duda, aunque solo de pensar en estar dentro de Gulf de nuevo y tocar su cuerpo, sintió que se excitaba—. ¿Qué me dices?

—Depende de qué tenga que hacer, claro.

Gulf lo miró con el ceño fruncido, confuso.

—Ser un especie de asistente personal. O un buen amigo. O esa ayuda extra que necesito durante las próximas semanas… —Cuando vio que Gulf
parecía seguir sin comprenderlo, suspiró hondo—. Lo que quiero decir es que necesito que alguien me frene los pies cada vez que esté a punto de cagarla. Y buenos consejos antes de ir de compras.

Gulf bajó la mirada con lentitud por su camiseta. Leyó el texto, “Doy clases de
sexo gratis” sin poder evitar sentir ganas de gritar que él estaba dispuesto a ser
un alumno excelente. Sobre todo, en esos momentos, cuando podía mirar sus hombros definidos bajo la chaqueta que llevaba abierta y su estómago plano y
duro que él recordaba tan bien…

Carraspeó para aclararse la garganta y poder hablar.

—Sí que necesitas algún consejo, sí.

—Eso me han dicho. —Sonrió Mew.

—Así que no has empezado con buen pie.

—Estoy un poco verde —admitió—. Mi hermano me ha gritado sin parar, la
he fastidiado varias veces y ahora tengo miedo hasta de respirar cada vez que
entro en el despacho.

Gulf se rio y lo miró con ternura. Era como un niño grande. No es que tuviese
nada por lo que compadecerse, porque Mew se había pasado por voluntad
propia toda su juventud siendo un inconsciente, saliendo de fiesta y conociendo a chicos, pero había cierta vulnerabilidad en el hecho de que nadie de su familia esperase nada de él. No estaba muy seguro de qué supondría eso para la autoestima del hombre que tenía delante.

El chico que perdió su zapato. 💙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora