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Mi madre ya no está realmente viva. Es más como fantasma andante, hablador, que se tropieza y se arrastra. Sin embargo, no estoy enfadado con ella.

Está sobria a veces; está loca todo el tiempo. Las pastillas no ayudan.

Los médicos dicen que está mentalmente enferma, sufriendo de alucinaciones extremas y paranoia, y los trabajadores sociales dicen que debería ser admitida en un centro de atención mental. Me han dicho que es sólo cuestión de tiempo antes de que el estado insista en llevársela. Pero ella es lo único que me queda, así que no estoy preparado para dejarla ir. En cambio la mantengo aquí y me aseguro de que tome sus pastillas. Pero las pastillas no ayudan. No es su culpa, sin embargo... la locura... el alcohol.

El hombre que es mi padre la golpeó brutalmente durante veinte años. Los repetidos golpes a su cabeza le dañaron el cerebro. Y ahora se automedica. Con licor. El alcohol adormece el pasado. Y el presente. Lo entiendo. Lo odio. Pero lo entiendo.

El hombre que es mi padre me golpeó muchísimo durante años también. Pero no pienso en aquellos años.

—¿Puedes verlos, Hyunjin? ¡Hay diminutos bichos de cristal cavando mi piel con sus garras! ¡Sácalos! ¡Ayuda! ¡Me están comiendo!

Mi madre está lo suficientemente loca sin el alcohol. Con la borrachera, sin embargo, es como gasolina y fuego. Miro la botella vacía de whisky en el fregadero y me pregunto dónde la consiguió. Probablemente la compró en uno de sus días "buenos" y la escondió en la casa.

Suspiro e intento tranquilizarla.

—Mamá, no hay bichos. Estás bien— digo esto con sensibilidad. No le hablo mal o la menosprecio, nunca. Mi padre hizo suficiente de eso.

—¡Pero Hyunjin! ¡Los veo! ¿No puedes verlos? ¡Son negros con los ojos verdes!— se está rascando la piel desesperadamente ahora.

Suspiro y trato de tomar su cuerpo ebrio en mis brazos. Si puedo llevarla hasta el sofá y poner algún programa de entrevistas cualquiera, se calmará.

—¡No me toques! ¡Te van a atrapar!— grita.

Permanezco muy tranquilo y me meto al juego.

—Está bien. Te prometo que no te tocaré. ¿Qué puedo hacer para ayudar? ¿Algo de insecticida, tal vez?

Quiero gritar.

Sus ojos se iluminan y mi pecho duele.

—¡Sí! Oh, Hyunjin, ¡eres asombroso! ¡Sí! ¡Insecticida!

—De acuerdo, quédate aquí mismo, iré a buscar alguno.

Camino por el pasillo hasta el armario donde solemos guardar los productos de limpieza, productos químicos, blanqueador y, bueno, insecticida.

Hace unos pocos años fui inteligente y reemplacé los contenidos de cada botella con agua. Hice esto después de que mi madre casi muere de intoxicación por sustancias químicas porque se bebió una botella de limpiador de cocinas "para ayudar con la digestión de los gnomos". Tuve tanto miedo de que muriera. Después de que llegamos a casa del hospital, vomité en el patio trasero y fui dentro de la casa para cambiar todos los productos de limpieza. Las cosas reales están en mi habitación, encerradas en un archivador.

Agarro el falso insecticida y vuelvo a la cocina. Mi madre tiene un cuchillo en la mano, intentando raspar los bichos invisibles de sus brazos.

—¡Mamá! ¡No lo hagas!— enloquezco, por supuesto. Me mira y trato de recomponerme—. A los, uh, bichos les gusta el acero, mamá. Tienes que usar insecticida— levanto la botella de spray rellena de agua y rezo porque me crea.

Asiente.

—¡Oh, tienes tanta razón! ¡Gracias!— baja el cuchillo y exhalo.

—De acuerdo, mamá. Quédate quieta.

Se congela y la rocío con una niebla de agua, deshaciéndome de los inexistentes bichos. Cierra los ojos y se cubre la nariz y la boca.

Estoy ganando su juego, pero me siento derrotado.

Ahora está toda húmeda y sonriéndome como un niño pequeño en Disneyland.

—¡Gracias cariño! ¡Eres el mejor hijo que una madre podría esperar!

Me siento como una mierda.

Sonrío y la conduzco hasta la sala de estar. Un programa de entrevistas está ya funcionando en la televisión así que la siento en el sofá y prometo traerle algo de comida.

El sofá es naranja y marrón, desgarrado en casi todas las costuras, y huele como a talco de bebé.

Cuando tenía cuatro años vertí una botella entera en el sofá porque parecía como nieve. Mi pobre madre intentó quitar el polvo durante días sin éxito. Así que el sofá huele como yo... cuando tenía cuatro años. Y por cualquiera que sea la razón, eso me pone triste.

Miro a mi madre, con su enmarañado cabello marrón y ojos nublados, y trato de ver a la mujer que solía ser. La miro de cerca, como si en cualquier momento mágicamente fuera a despertar de esta pesadilla de enfermedad y a volver a la figura de madre normal que era cuando yo era joven. Sin embargo, nada cambia. Está absorta en su programa de entrevistas y ajena a mi presencia.

Suspiro y vuelvo a la cocina donde me apoyo contra el mostrador manchado y roto. Por un momento cierro los ojos, escuchando al público abucheando desde el programa de entrevistas en la otra habitación. Mi madre empieza a abuchear junto con ellos por el entusiasmo. Abro los ojos y miro al suelo de la cocina.

Hubo un tiempo, en que ella solía leerme libros y me ataba los zapatos y jugaba al Monopoly conmigo. Había una vez, una hermosa mujer con una mente sana y un contacto afectuoso. Esa mujer ha desaparecido. Viviendo en su cuerpo está un alma torturada que se ha roto. Odio al monstruo que la rompió.

Miro hacia abajo a la desagradable cicatriz que se extiende desde la parte de atrás de mi cuello hasta mi codo. El monstruo me rompió también, pero yo sané. En su mayoría.

Miro hacia fuera de la ventana de la cocina y veo a Seungmin sentado en su mesa con los niños. La mesa se tambalea cuando pone algo delante de Jeongin y asiente. Hay un plato con alguna fruta marrón en la mesa. Mi pecho duele de nuevo.

Yuna derrama su taza y el agua cae por todas partes. Seungmin sale disparado y comienza a agarrar las tareas y papeles de la mesa mientras los chicos ríen.

Tira los papeles en el mostrador y agarra una toalla. Yuna está llorando mientras que Seungmin absorbe la inundación que se encuentra ahora en la mesa y en el suelo mientras Jeongin y Ryujin atraviesan el charco y se deslizan por las baldosas, carga a la pequeña en brazos y la calma con palabras. La niña pequeña para de llorar y le sonríe a su hermano mayor. Finalmente, Yuna brinca fuera de su regazo y se escabulle lejos.

Seungmin señala a los chicos y los regaña, balanceando su dedo hacia la otra habitación. Los chicos siguen sus órdenes y se van cabizbajos, pero aún están sonriendo. Solo en la cocina, se arrodilla y comienza a limpiar el suelo. Lo miro en silencio con admiración.

Suspiro y miro el reloj. Sólo unas pocas horas más.

—¡Hyunjin, hijo! ¡Ven aquí! ¡Creo que hay un caimán delante de la televisión!— la voz de mi madre está llena de verdadero pánico.

Estiro el cuello y empiezo a caminar hacia la sala de estar.

Sólo unas pocas horas más hasta que pueda relajarme.

𖦞 𝗌𝗍𝖺𝗋 𝗅𝗈𝗌𝗍 𖥧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora