Yeol se quejó al darse la vuelta y puso la cabeza bajo la almohada. Se sentía tan miserable que solo deseaba poder dormir hasta recuperarse. El sudor le recorría el cuerpo formando diminutos remolinos que empapaban las sábanas, temblando encima del tejido húmedo.
¡Mierda! — murmuró, no demasiado alto. Si hacía un movimiento brusco, los homúnculos en su cabeza volvían a martillear sin piedad.
No había un rincón de su cuerpo que no le doliera y las costillas le protestaban por la continua tos.
Oyó un alboroto abajo, pero lo ignoró. Fuese lo que fuese, sus hombres se encargarían de ello. Para eso les pagaba. Ahora, solo quería estar a solas con sus miserias.
No me importa que no quiera ver a nadie. Me verá a mí. Soy su médico.
«Baekhyun»
Chanyeol hizo un esfuerzo por incorporarse, pero la habitación le daba vueltas.
Desorientado, acabó nuevamente tumbado en la cama.
«Estoy hasta los cojones. No puedo mover un dedo». Y si había algo que Yeol odiaba era sentirse impotente.
La puerta se abrió de golpe y Chanyeol abrió un ojo para contemplar la vista más bella del mundo.
«Baekhyun».
Arrugó el entrecejo al ver dos de los guardias de seguridad sujetándole los brazos, uno a cada lado.
Quítenle las manos de encima — ordenó, ronco, pero capaz de hacerse oír. Los guardias lo soltaron como si Baekhyun fuera hierro candente.
Lo sentimos, señor Kim. Se nos escapó en la puerta y no hemos podido detenerlo a tiempo. Como dijo que no quería ser molestado...
Él es la excepción, siempre — refunfuño — Ahora váyanse
Los guardias se fueron, dejando a Baekhyun en la puerta de la habitación. Cerró la puerta y se sentó a un lado de la cama. Con una mano en la cadera, llevó la otra a la frente de Yeol, con ternura, retirándole el pelo de la cara.
¿Qué te estás haciendo? Estás ardiendo. ¿Estás tomando algo?
No necesito pastillas. Se me pasará — graznó, mirándolo con una curiosa fascinación.
Él fue al cuarto de baño. Chanyeol lo pudo oírlo rebuscar en los armarios.
¿Qué demonios es esto? ¿Tienes algo que no sean condones?
Por supuesto que era una pregunta retórica, aun así, cuando volvió a la habitación, como una furia mitológica, Yeol se la contestó.
No. No tomo pastillas. Nunca las necesito.
Baekhyun cogió el teléfono de la mesilla de noche y empezó a buscar en el directorio. Marcó un número con ímpetu. Una vez que verificó que hablaba con el asistente de Chanyeol, le dio una retahíla de órdenes como haría un sargento de caballería. Colgó el teléfono con un malhumorado click y llamó a otro teléfono. Una farmacia, por lo que él pudo entender de la conversación. Cuando terminó dejó el teléfono en la mesilla dando un golpe lo suficientemente fuerte como para que Chanyeol dibujara una mueca de dolor.
Necesitas sábanas limpias y una ducha. ¿Crees que podrías si te ayudo? — preguntó con exigencia.
Sonrió burlón, cómo si este pequeño pudiera aguantar su peso