6. Llorar es para valientes

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Me quedo callada por un rato, la escena parece de película. Mantengo la mirada fija en esos ojos verdes, con el suave sonido de la lluvia todo parece perfecto. ¿Es posible que este sea el amor de mi vida? De pronto la burbuja de fantasía se rompe. 

—¿No piensas coger la sombrilla?

El hombre me mira exasperado, salgo del escenario ficticio que me acabo de montar y la tomo con las manos temblorosas por el frío. Su voz es fuerte y ronca, parece molesto por alguna razón, quizá por mi simple existencia, o eso me hace pensar. Sin embargo no se mueve, se queda plantado como una piedra sin decir nada y lo que es peor es que se está mojando. Decido sacrificar mi comodidad y me levanto para cubrirnos con la sombrilla, pero él es muy alto y mi brazo tiene que estirarse más de lo que puede. La situación se torna incómoda cuando él se da cuenta que no puedo sostener la sombrilla un segundo más sin que me de un calambre en el brazo. 

—Eres tonta, esto es para ti. No lo necesito

—Pero te estás mojando.

No quería sonar como una niña de cinco años pero lo hago, intimidada ante el hombre que me habla como si fuera mi padre y me estuviera regañando. 

—Yo la tendré—concluye. 

Yo asiento, su mirada sigue en mi. Es muy raro que no hable y se dedique a observarme. Yo hago lo mismo siguiendo su extraño juego de él que se quede callado más tiempo gana. Me doy cuenta que tiene un estilo único muy vintage que me da vibras de ser un hombre del pasado que acaba de llegar de los cincuentas en una máquina de teimpo. Lleva puesto un sueter negro cuello de tortuga con una bufanda a juego, abrigo y un pantalón de vestir gris. Con certeza podría ser modelo y le iría muy bien no solo por el porte y seguridad que conserva sino toda su apariencia en sí me deja ver un aura fuerte. 

—¿Pasa algo?

Acabo de perder. No me importa, yo solo quiero seguir oyendo su voz. 

—LLevo rato viendote desde que llegaste, pensé que eras una loca por estar aquí en medio de la lluvia, pero luego recordé que estoy haciendo lo mismo así que me limité a no juzgarte—comento—, ahora veo que estabas llorando y no puedo evitar pensar que es patético. 

Bajo la cabeza y miro al piso sintiendo vergüenza, ¿por qué es tan directo y honesto sobre estas cosas? Me planteo huir de la situación pero no lo hago, mis pies no se quieren mover, de alguna manera me siento cómoda y resguardada bajo esta sombrilla. 

—Espero que haya una muy buena razón, de lo contrario, lo siguiente que voy a decir será en vano. Te veías patética llorando pero eres valiente al hacerlo, porque no temes mostrar tus emociones.

Sus palabras me dejan boquiabierta, el hombre frente a mi se queda inmutable, yo igual. Tantos hombres que he conocido y nunca me habían dicho que era valiente por llorar, al contrario siempre decían que era un llorona, una sensible, una caprichosa e incluso una consentida a pesar de siempre ser independiente y salir de casa a temprana edad. Todos me había juzgado en el pasado, y ninguno siquiera había interrogado por mis sentimientos. 

—Te ves sorpendida. ¿No te lo dicen mucho, verdad?—suelta una pequeña risa—. Bueno, hoy un desconocido te dijo que eres valiente por llorar. Solo espero no se te haga una costumbre para recibir ese cumplido—me deja ver una diminuta sonrisa y mete su mano libre en su abrigo vinotinto. 

No parece ser del tipo que sonríe mucho, por lo poco que he analizado prefiere observar en silencio y meditar acerca de la vida sin planear mucho. Su sonrisa es efímera, dura apenas unos segundos y me quedo deseando poder verla un rato más. Es muy reconfortante. 

—En serio puedes quedarte la sombrilla, yo vivo cerca de aquí. 

—Pero la lluvia. 

—No me molesta.

Amor a primer pacto demoníacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora