1·Mi vida es un acto de humildad·

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TAYLOR 

Cuando era más joven pensé que a mis venticinco años dejaría de cometer errores. Spoiler, sigo cometiendo errores, y cada vez son más peores. También creía que sería millonaria y tendría una mansión lujosa en los alpes suizos o algún lugar europeo que grite: bosque misterioso donde posiblemente me mate un asesino. Lo admito sigo teniendo esa misma loca imaginación, solo que ahora soy adulta y debo fingir estar estable mentalmente. Bueno, el caso es que sigo soltera, sin dinero y ahora con un pequeño problemita: un demonio.

—¿Quién carajos eres y qué haces en mi casa?—agarro un florero y lo levanto amenazante. 

—Soy un demonio, ¿qué parte no entendiste?, de hecho soy el demonio que invocaste, querida.

La figura frente a mi es alta, no logro ver su anatomía solo una bruma borrosa de color negro  que se encuentra frente a la ventana de mi apartamento. 

—Yo no invoqué nada, ¿de qué mierda hablas?—espeto acercadome. 

Entonces la bruma desaparece y aparece un hombre alto y de complexión media, muy pálido para ser un humano y con una sonrisa espeluznante en su cara, en realidad excepto por eso es bastante atractivo, de rasgos marcadas y armoniosos. Por otro lado su ropa es una túnica negra larga con una cadena plateada que cuelga de su cuello y anillos en sus dedos delgados. Se estira un rato como si hubiera estado encogido por mucho tiempo y observa a mi alrededor.

—¿En serio eres un...demonio?

—Oye, primero cuida tu vocabulario. Creeme no estoy aquí por placer. Y segundo, por supuesto que lo soy. 

—¿Y de donde viniste?¿Cómo entraste aquí?¿Por qué lo hiciste?

Camina acercadose demasiado a mí, yo trago saliva un poco intimidada, lo admito el demonio está bueno. Por dios, ¿qué hago pensando estas cosas en momentos como estos?

—Demasiadas preguntas—murmura y pone su dedo en mis labios para hacerme callar.

Retrocedo dos pasos ante su repentina acción y resbalo con el futón de la sala. El espacio en mi apartamento es bastante reducido así que es algo inevitable. En el suelo, con el florero que tenía en mis manos roto en mil pedazos, sin dignidad y con un demonio merodeando por todo el lugar replanteo si de verdad esto es lo que tenía planeado vivir a mis venticinco. No quise responder esa pregunta y me levanto para detener al demonio que empieza a husmear en mi cocina, en especial la alacena. 

—¿Qué demonios te pasa?

El demonio arquea su ceja derecha. Me doy un golpe mental por mis palabras y prosigo con mi mirada inquisidora. Está es mi casa y aquí racionamos la comida para lograr llegar a fin de mes. Sí, maldita vida de adulto. 

—Son mis galletas. Mi comida, ¿acaso en el infierno o de donde sea que vengas no hay comida?

—No, no hay.

El demonio sigue agarrando el frasco de vidrio donde están las galletas de chips de chocolate que con tanto esfuerzo compré en mi panadería favorita, sin embargo ignorando mis quejas y con su mirada puesta en mí como si me retará destapa ese frasco y saca uno de mis tesoros.

—Ni te atrevas, ¿escuchaste?

Incluso puedo ver el destello en sus ojos negros, un ligero destello de satisfacción y felicidad en cuánto muerde la galleta. No lo soporto más y me abalanzo sobre él para quitarle el frasco, sin embargo mi pequeño cerebro no cuenta con el hecho de que él es un ser sobrenatural y por lo tanto tendrá ciertos poderes que yo no. Caigo al suelo por segunda vez en el día. Esto comienza a volverse costumbre. Levanto mi mirada para encontrar a mi querido amigo el demonio en mi sofá con las piernas cruzadas y con la segunda galleta en su boca. 

Amor a primer pacto demoníacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora