3. •¿Cómo conseguir el amor de tu vida?

9 3 0
                                    

Me quedo allí de pie observando el vómito en el piso, no quiero levantar la mirada hacia los invitados así que solo salgo corriendo como puedo, no sé cómo logro bajar las escaleras de la plataforma. Cuando me doy cuenta estoy afuera, en el jardín, el aire frío de la noche me golpea el rostro es entonces que me doy cuenta que estoy llorando. Por suerte no hay nadie aquí, adentro sigue la fiesta. Escucho la leve voz de Verenice. Es un desastre, todo es un desastre y es mi culpa. Incluso arruiné el momento de gloria de mi amigo, soy una terrible persona.

Me siento en una de las escaleras del jardín que llevan hacia otra porción de jardín donde hay una piscina enorme. No sé si debería irme, solo escondo mi cara entre mis brazos por unos segundos pero escucho unos pasos así que me giro en su dirección.

No pensé que él fuera a venir.

—¿Cómo estás?

Vuelvo a mirar hacia al frente y suelto un suspiro.

—¿Por qué viniste?

Él parece querer acercarse, así que camina quedando a unos centímetros de mi. Sigo de espaldas a él, no planeo mirarlo.

—Tienes que dejar de responder con una pregunta. Vine aquí porque aunque no me creas sigues siendo alguien especial para mi—pronuncia y se queda mirando el piso, unos mechones de su cabello resbalan tapandole los ojos.

Aprovecho su distracción para observarlo. Dice la verdad, lo sé.

—No somos amigos, lo sé.Pero...vivimos muchas cosas, eso no se olvida fácil.

Solo asiento y muerdo mi labio.

—Estoy bien—decido responder a su pregunta para evadir su comentario— Solo algo mareada pero bien.

—Quizá deberías irte a descansar.

Me levanto sin voltear a verlo. No sé si debo hacerlo porque siento que me desmoronaré frente a él. Así que muerdo mi labio y me armo de valor para darle la cara. Estoy aguantando las ganas de llorar.

—¿Segura qué estás bien?—murmura—
Puedes confiar en mí.

—Yo...no...es que—empiezo a decir, pero me interrumpo.

En realidad no sé qué decir, claro que no estoy bien, pero es una estupidez. Digo hacer el ridículo es parte de mi vida ahora, es solo que hoy no es mí día. Y además me siento tan...sola. El como me siento es algo que no puedo explicar.

—Robert, cariño. ¿Dónde estás?

Es Marissa. Levanto mi mirada hacia él, el solo suspira y al ver a su novia solo le hace señas. Ella me ve pero no se acerca, solo se mantiene a unos metros de nosotros fingiendo que hace cualquier cosa menos mirarnos.

—Tienes que irte. Yo creo que también lo haré.

—Oye. —Él agarra mi brazo—. Perdón por lo de esta mañana, a veces no sé que carajos hago. Yo...es que es complicado. Marissa dijo eso de ti y no debí estar de acuerdo.

—No somos nada, ni siquiera somos amigos. No tienes que disculparte por eso.—Miro a Marissa—. Además, ella es tu novia. Solo intenta que lo suyo funcione.

Esto último lo digo con la mejor intención, él se sorprende un poco pero se limita a asentir y me deja libre el brazo. Paso por el lado de Marissa y entro al salón, me dirijo hacia la salida escabullendome de las personas.

Media hora después llego a mi casa. Él efecto del alcohol aún no ha pasado del todo, me siento agotada y mareada. Me dejo caer sobre el sofá y cierro mis ojos para dormir un rato por lo menos. Pero hay algo que me incómoda, me muevo intentando descubrir que es eso que se clava en mi pierna. Entonces recuerdo el libro que tomé de la biblioteca. Mira, lo que me faltaba, le acabo de robar a los hermanos Mcneil.

Amor a primer pacto demoníacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora