Subimos las escaleras tres pisos hasta llegar a mi departamento. El edificio constaba de diez pisos con cuatro departamentos por piso. El primer piso estaba abandonado. También los pisos que iban del cuatro al diez. Todos los muebles los habían saqueado los vecinos, algunos para usarlos, otros para quemarlos cuando hacía frio. Entramos y me senté en el sillón. Teníamos dos camas y un sillón. Yo dormía en la cama. Mi mamá a veces ni llegaba a la cama de lo borracha y drogada que estaba, así que se echaba en el piso y ahí se quedaba hasta que se despertaba.
-¿Dónde está tu mamá? -preguntó Tina.
-Debe estar drogándose con las del segundo piso- contesté.
Tina se puso en cuclillas frente a mi, abrió su botiquín y enhebró el hilo en una aguja que parecía un pequeño garfio.
-¿Tu mamá tiene algo de alcohol? -preguntó Tina.
-Eso sería un milagro- respondí.
-Ripley, ¿podés buscar algo con alcohol en este lugar?- dijo Tina.
-Seguro.
Ripley se puso a buscar: en la alacena, bajo la mesada, en la mesita de luz de la habitación de mamá, debajo de la cama, debajo del colchón... Volvió hacia donde estábamos con una petaca de metal.
-Mezcal- le dijo a Tina mientras terminaba de oler la botella.
Le pasó la petaca y se sentó en la mesada que estaba frente nuestro.
-Esa porquería que toman las Coyotes- dije disgustada.
-No me importa que sabor tiene, ni quien la toma. Tiene alcohol y con eso me basta- dijo Tina.
-Esperá, ¿no vas a decir esa mierda de contar hasta tres para que pueda soportar los pinchazos?
-Ok. ¿Estás preparada? A la cuenta de tres.
-Uno...
Ella me tiró un chorro de mezcal en la mejilla que me hizo ver las estrellas. Me dolió más eso que la mordida en sí. Ahora iba a tener la cara como una zapatilla y con ese olor a porquería chicana. Me sujetó el rostro con una mano y con la otra me dio las puntadas.
-!Ay!, tranquila Tina. Eso dolió- le dije.
-Lo siento, pero si no lo esperás, duele menos- respondió.
-Al que haya inventado eso nunca le cosieron la cara con un hilo para atar carne.
Me terminó de coser el rostro y después me cauterizó el tajo del brazo con un cuchillo caliente. La cauterización no fue tan mala como los puntos. Fue inmediata, caliente al principio y fría al final.
-Con esto debería bastar. Mañana voy a revisar los puntos.
Ripley nos estuvo observando todo el tiempo. A veces parecía que te mataba con la mirada, pero en realidad estaba pensando en otra cosa y no te estaba poniendo atención a vos. Te movías para ver si sus ojos te seguían, pero no lo hacían. Permanecían inmóviles. Comenzamos a susurrar para que no nos escuchara.
-Está diferente, ¿no te parece?- me dijo Tina.
Ella seguía con la mirada perdida. De tanto en tanto entrelazábamos nuestros ojos con los de ella, pero ella seguía como si nada.
-Para mí está igual que como la recordaba- respondí.
-Estuvo en el agujero. No podés salir de ahí de la misma forma en la que entraste.
¿Por qué el agujero iba a cambiarla de alguna manera? Es decir, ella es Ripley. Estoy segura que todas las pandilleras del agujero se mearían encima tan pronto como ella hubiese puesto un píe allí.
-Sufre de miopía severa- dijo Tina.
-¿Qué?- dije sorprendida.
-!Si! Bordea la ceguera ¿Podés creer?- dijo Tina.
-Eso es tan raro. No recuerdo haberla visto usando lentes.
-Dice que ve mejor sin ellos.
Tenía 23 años, el pelo ondulado y sufría de miopía. La mejor peleadora que había conocido no podía distinguir con claridad nada que no estuviese a un metro suyo. A lo mejor ese era su secreto. Todos los que se destacaron en algo sufrían de algún tipo de problema que a cualquier otro le impediría sobresalir en lo que hacían. Le decíamos Ripley porque se parecía a un personaje de una película de hace quien sabe cuántos años. Era ruda y determinada, como ese personaje. Una líder innata.
-¿Sabían que salí hace una semana del agujero? dijo Ripley, de la nada, como si nos hubiera escuchado todo este tiempo.
-¿Cómo? -respondimos Tina y Yo al unísono.
-Si. Cuando salí, tenía ganas de dar una vuelta. No quise venir directamente para acá, así que di un paseo, y cuando me quise acordar ya había pasado una semana.
Cada vez que terminaba una oración ensayaba una sonrisa casi imperceptible, algo raro, porque su tono de voz sonaba muy pesado, como si le doliera cada vez que tuviese que hablar. Ella se levantó y comenzó a caminar por el departamento, como tratando de buscar algún recuerdo perdido. De repente se largó a llover. Me levante, tomé unas ollas vacías de la alacena y las coloqué en los lugares en los que iba a comenzar a gotear en cuestión de unos minutos. Me volví a sentar en el sillón.
-¿Te vas a quedar?- le pregunté a Tina.
-No mucho. Mañana tengo que madrugar- respondió.
Cerré los ojos unos segundos y cuando los abrí Tina ya no estaba a mi lado. La busqué con mi mirada por todo el living pero no estaba. Las ollas estaban llenas, pero la lluvia había parado. Volví a cerrar los ojos y me quedé dormida. Otra vez. Cuando me desperté, Ripley estaba sentada a mi derecha, con un cigarrillo en la boca y dibujando algo en una hoja. Mi mamá estaba acostada a mi izquierda, roncando, completamente noqueada.
-Parece que esta vez se las arregló para llegar al sillón- dijo Ripley.
Volví a cerrar los ojos pero esta vez no me dormí, me quedé imaginando todo lo que íbamos a hacer ahora que ella estaba de vuelta. Primero, una gran fiesta de bienvenida, así todos se enteraban que había vuelto y que estábamos más fuertes que nunca. Luego, íbamos a ir por el cielo y todo lo que hay en él. Nos íbamos a adueñar de todo. Nadie nos iba a poder parar. Ripley, Tina y yo, íbamos a volar alto y nada nos iba a detener.
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Nieve
БоевикEn Nieve abundan las peleas y la violencia, Roja añora, más que nada en este mundo, llegar algún día a ser como la líder de su pandilla.