Nieve

Somos mujeres de acción

La cosa con el barrio de las Coyotes es que es exactamente a como alguien te lo describió: una mierda. A las más chicas especialmente, les suelen contar historias exageradas cuando les hablan acerca de los demás barrios, pero solo cuando crecés y los visitás, te das cuenta que lo que decían no era real. Tomá a nuestras vecinas por ejemplo, las Hienas. Te cuentan miles de cosas, que es el peor barrio de Nieve, el más terrorífico, y si, en parte lo es, pero al menos tienen construcciones resistentes y caminos, este barrio es pura tierra, polvo, vacas, zorrillos y algún que otro lugar con cerdos, y chozas a medio terminar. No sé como, ni por qué esta gente elige vivir así. Si no fuesen buenas trabajando la tierra y criando animales, tendrían menos relevancia de la que tuvieron siempre, lo que las convertiría, prácticamente, en invisibles. Las Panteras han desistido de invadirlas, porque las Coyotes las proveen con sus mejores carnes a cambio de que no lo hagan, pero eso no impiden que de tanto en tanto crucen el limite y se diviertan golpeando a alguna de ellas. Nunca había estado allí hasta el momento en que nos dirigimos aquella vez, y cuando estuve, pude confirmar que la descripción que me habían hecho del mismo era exacta. Cabalgamos a paso de hombre varios minutos en los que nos observaron como las extrañas que éramos hasta que seis soldados nos detuvieron a punta de lanzas. Tina se aferró a mi como si hubiera visto un fantasma. Para Ripley y para mi era una situación normal, así que actuamos de esa manera.

-Díganme que es lo que vinieron a hacer aquí - preguntó la más alta de las seis.

Ripley se bajó del caballo y se puso frente a ella. Las demás la siguieron con la vista, pero sin mover sus lanzas.

-Necesito hablar con su abuela.

-¿No me digas? Ahorita la voy a ir a molestar solo porque un Águila que vino del otro lado de la ciudad me lo pide.

Una de las que estaba apuntándonos se dio cuenta de que tenía una espada, se lo dijo a la alta y las demás se sobresaltaron. Tomé con mi mano el puño de Voraz, preparada para desenfundar de ser necesario.

-!Todos cálmense! - pidió Ripley.

-¿Qué nos calmemos? -dijo la alta y presionó la punta de la lanza sobre la garganta de Ripley. Estás invadiendo nuestro territorio y además de eso lo haces con tu pinche espada.

-Mirá, para demostrarte que venimos en son de paz, te voy a entregar mi espada hasta que se sientan seguras, ¿ok?

-¿Te volviste loca? - dije.

-Dale la espada.

-Si hago eso, nos van a matar a las tres, Ripley.

Tan pronto escucharon el nombre de Ripley se impresionaron. Desconozco si la habían visto alguna vez en persona, pero obviamente por su reacción habían oído hablar de ella.

-¿Realmente eres tú? -preguntó la bajita que nos apuntaba a Tina y a mi.

-Realmente soy yo.

-No te ofendas, pero no pareces la gran cosa.

-Me lo han dicho varias veces.

-Dejá que le dé la espada - le respondí a la alta- y vas a ver lo buena que es.

-Muy graciosa. Dame la espada, muy lentamente.

Hizo énfasis en la palabra "lentamente". Ripley me miró y me hizo el gesto con la cabeza para que se la diera. Me escapé del abrazo de Tina, me bajé del caballo y le di la espada. La bajita nunca dejó de apuntarme.

-Esto es una mala idea - le dije a Ripley.

Volví hacia donde estaba el caballo y me paré al lado de él.