Parte de lo que hago

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Estaba jugando al metegol en el arcade de Felicia cuando Roberta me entregó la Rosa negra.

El arcade de Felicia era en donde se juntaban las Águilas. Antes de la división de los barrios, cualquiera podía ir ahí, pero ahora el lugar era exclusivamente nuestro. A Felicia no le había hecho ninguna gracia esta decisión, pero se la tuvo que aguantar. Al menos el lugar todavía seguía en pie.

Ahí estaban Tina, Pesada, Gore y otras chicas de las cuales apenas conocía sus nombres. Estaba a punto de marcarle un gol a Gore, el gol que me iba a dar la victoria, cuando Roberta entro, tiró la rosa negra sobre el metegol y me dijo:

-Roja, la Mugre te quiere muerta.

Perdí el partido y Gore se puso muy contenta por eso

-Muchas gracias, Rob.

Le di un golpe a la máquina y me senté en una silla. Encendí un cigarrillo porque supuse que esto iba para largo.

-Dice que te va a matar con sus propias manos.

Roberta era el comodín en Nieve, ella podía moverse de acá para allá sin ningún tipo de restricciones. Por supuesto, algunas bandas le simpatizaban más que otras. La nuestra, las Águilas, era una de esas con las que mejor se llevaba. Ella estaba a cargo de repartir las rosas. Si alguien te daba una rosa significaba que quería pelear con vos. Cada color significaba una cosa distinta: las rosas que la pelea iba a ser solamente hasta que una de las dos contrincantes se rindiese, por lo general, este color de rosa era utilizado por las peleadoras de menor rango, como un buen método de introducirse al mundo de las peleas y poner en práctica lo que te enseñaban. Las Rojas eran similares a las anteriores, pero en este caso, eran utilizadas por soldados de rangos medios. Era algo muy común de ver que a una pandillera le entregaran una rosa roja, así que, nadie se asombraba cuando veíamos una. Era cosa de todos los días. Bien, cuando hablamos de rosas negras, estamos hablando de cosas serias. Las rosas negras solamente podían ser enviadas de princesa a princesa, y las peleas eran a muerte. Se dibujaba un círculo con gasolina, las princesas ingresaban al círculo y se encendía la gasolina. Y solamente una princesa podía salir con vida de ahí. La última vez que habíamos visto una pelea de rosa negra fue cuando Ripley le rompió el cuello a la Sombra. !Que pelea! La recuerdo como si hubiese pasado hace unas horas.

Estaban todos boquiabiertos porque me habían entregado una Rosa Negra. Para mí era como cualquiera de las otras rosas, solo que esta vez tenía que matar a la que me pusieran en frente. No había diferencia para mí.

-Dice un montón de cosas.

Gore se sentó frente a mí y comenzó a liar un cigarrillo.

-La Mugre es de lo peor que hay.

-Bueno, no te ganás ese apodo por ser precisamente trigo limpio.

A la Mugre le decían así porque no había nadie en este mundo más tramposo que ella. Todas las Hienas eran seres bastante despreciables, pero ninguna como la Mugre. Haría cualquier cosa por ganar una pelea.

-Como sea, ¿por qué me está mandando una rosa negra?

-Dice que le diste una paliza a una de las suyas en su territorio- respondió Roberta. Dice que tiene pruebas.

-!Eso es una mentira! Fue en territorio neutral.

Les dije a las demás en donde me había peleado. Todas concordaron conmigo respecto a la neutralidad del territorio.

-!Hija de puta! -grité decepcionada- ¿Por qué tiene que inventar una falta si quiere pelear conmigo?

Esta es una de las cosas por las que la Mugre era la Mugre, se inventaría cualquier historia con tal de pelear con alguna princesa de una banda enemiga. Me revienta cuando me hacen esas cosas, ella sabe que no es necesario ese tipo de tretas para arreglar una pelea conmigo. Con gusto le rompería todos los huesos de su cuerpo.

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