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Nota de autor rapidita: Antes de leer, quería avisar que en este capítulo no hay ni un cameo de roier:( lamento mucho si sus apariciones son todavía esporádicas, a veces me siento un poco insegura de publicar porque no quiero que ese detalle los decepcione pero bueno, tal vez les guste : [


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La luna cuidará la sombra que dejaste en casa,
mientras cambio de piel y sueño que
todo lo que es real vuelve al mar.
Subatómico emocional,
no me olvides, no me olvides.


*


Una tarde mientras terminaban de ver una película, Karl le tocó la comisura de los labios súbitamente.


Al principio, Spreen no le dio demasiada importancia al gesto, quizás se trataba de una pestaña o de simples migajas. Había olvidado que anteriormente había hecho una de sus escapadas para evitar ser escuchado por toser, por lo que no esperó que el castaño encontrara evidencia en sus labios.


— ¿Spreen? —Al principio pareció reír al anunciar su nombre, pero cuando el oso respondió a su llamado mirándolo, Karl se notaba confundido, cejas alzadas que luego fueron un ceño fruncido. Tenía en la punta de sus dedos algo con lo que él ya era familiar. —¿Por qué tenías esto en la boca? ¿Acaso me compraste flores?


Hubo una pequeña risa silenciosa por parte del estadounidense. Aunque por su expresión, la pregunta no iba en serio. Se veía simplemente curioso, sosteniendo esa pequeña flor azul e inspeccionándola con atención.


El cofre en el que guardaba su secreto comenzaba a agrietarse. Spreen intentó mantenerse sereno.


—No tengo idea. Sabés bien que no me gustan las flores. —Evitó mirar más de la cuenta pese a sus lentes negros. Aborrecía ver los síntomas materializarse, desatarse frente a los demás- frente a Karl. Respiró hondo y cerró los ojos. Lo único que tenía que hacer era enfocarse en él y no pensar en nada más. —Pero puedo darte algo mejor. Pasame mi cuaderno. —El otro chico entrecerró los ojos en medio de su confusión pero obedeció y rápidamente le trajo lo que había pedido junto a su estuche.


—Cuando era más chico, Rubius volvió de un viaje a Japón y me enseñó a hacer esto. —Narró Spreen, cortando dos cuadrados de papel del cuaderno y comenzando a doblar por la mitad, a hacer pliegues aquí y allá mientras Karl no se lo podía creer, pensando que solo se trataba de una de las bromas del híbrido. —Prestá atención, no es difícil. Ahora doblás la solapa hacia abajo, ¿ves? Después le das la vuelta. —Karl tomaba nota en la libreta, de repente escuchándolo de manera solícita como un estudiante aplicado. Al oso le tomó largos minutos terminar la manualidad pero lo consiguió, siempre habilidoso en todo lo que se proponía. El castaño se alegró por haber tomado nota de todo ya que el resultado final lo tomó totalmente desprevenido. Era una pequeña obra hermosa.


Spreen sonrió satisfecho.


—Es una grulla. Según me contó mi viejo, es un ave importante en la cultura oriental. —Sostuvo la majestuosa figura entre sus manos, que se alzaba con su pico extenso, largo cuello y su plumaje blanco, lista para volar. Después la extendió hacia Karl, quien la recibió con los ojos grandes y brillantes. Quizás algo tan simple como eso era su lenguaje de amor. —¿Ves? Mejor que cualquier flor que se marchita.

forget me not ⁝ SPROIER (Hanahaki disease)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora