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Tradicional, con trazos ligeros y suaves contrastando sobre el papel pálido de una libreta; el dibujo plasmado todavía ni siquiera tenía forma. Era un boceto que había comenzado de la nada, como una semilla brotando a flor. Spreen simplemente había tomado las herramientas que necesitaba para dibujar y aprovechó la tarde para dirigirse al parque que estaba justo al lado de las rampas para patinadores. En soledad, se sentó debajo de la copa de un frondoso árbol y sus manos lo guiaron sobre el papel.

Artista era un término que sentía le quedaba grande, pero dibujar era un método para dispersar su mente y dejar que algo más allá de su entendimiento se expresara por él. Vegetta le había regalado su primer cuaderno una tarde después de que el pequeño Spreen llorara por haber hecho sangrar sus rodillas debido a una caída. El osito preguntó qué debía dibujar ahí y Rubius, su otro papá, le respondió que podía dibujar lo que fuera. ''¿Puedo dibujar mi enojo?'' Los dos padres se miraron, luego asintieron. ''Puedes dibujar tu enojo, también puedes dibujar cuando te sientes feliz o aburrido incluso. Puedes dibujar cualquier cosa que se te ocurra, hijo''. Desde entonces, usaba el dibujo para volcar lo que no decía con palabras.

Su cuaderno había quedado abandonado en algún lugar de su mochila cuando supo que estaba enfermo. Tal vez porque sus emociones aún seguían desordenadas y su vida había cambiado para siempre después de esa noticia. No había tenido tiempo para dibujar y no había querido hacerlo hasta esa tarde.

-¿Esos son ojos? -Una voz lo interrumpió por encima de sus hombros. Cuando levantó la vista, Spreen vio que un gorro se asomaba. Seguido a eso vio una sonrisa extendiéndose en un rostro que ya conocía. Quackity estaba inspeccionando su dibujo balanceándose por detrás de él para poder observar mejor.

-Eso creo. Pueden ser dos bolas peludas también, eso te gustaría más a vos.

-No mames, cómo sabías, Spreen. -Quackity respondió con voz sarcástica y después le dio un golpe a la parte posterior de la cabeza de su amigo haciendo que este largara una risita. -Quédate con tu dibujo todo culero, bolas son lo que te faltan a ti.

Spreen rió por lo bajo, esa risa dulce que se filtraba en el aire y que encandilaba a cualquiera porque era tan diferente a su semblante impasible. Entonces procedió a seguir trazando líneas curvas mientras sentía que su acompañante apoyaba la espalda contra la suya y ambos quedaban mirando para los lados opuestos del parque.

-Ya Karl me contó todo. -Dijo Quackity. El argentino no se sorprendió, ellos eran buenos amigos después de todo y probablemente Karl buscaría desahogarse frente una noticia tan inmensa.

-¿Cómo está él? -La pregunta se le escapó de los labios. Dibujó lo que parecía formar una letra, luego la borró con nerviosismo. Sus ojos color orquídea, sus pestañas oscuras moviéndose una y otra vez, el ritmo de su corazón subiendo en velocidad. Karl le importaba, y más que nada, lo echaba de menos.

Quackity permaneció en silencio unos segundos eternos.

-Con el corazón roto. -Su voz sonó monótona, no quería sonar condescendiente ni sentencioso. Spreen ya había previsto esa respuesta. -Y no solo porque está enamorado de ti.

Spreen detuvo su mano, jugueteó con el lápiz sabiendo muy bien a qué se refería.

-Me arrepiento de haberle ocultado todo, tuviste razón todo el tiempo, pero preferí pensar en mí antes que en él porque sentía que el mundo me debía algo o alguna mierda así. Si esto fuera un virus, lo hubiera contagiado sin pensarlo dos veces solo porque no quería sentirme solo. -El oso continuó con el boceto, uno nuevo en la esquina superior. Un rayón sin sentido que cada vez se hacía más grande. -Pero pedirle perdón solo me vuelve un hipócrita.

forget me not ⁝ SPROIER (Hanahaki disease)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora