11.

404 62 36
                                    


Aunque su padre fuera menos estructurado o rígido que Vegetta, Spreen sabía que si le contaba toda la verdad entonces Rubius se alteraría y lo llevaría sin pensarlo al hospital más cercano para que todo se acabara de una vez. Es lo que todo el mundo quería de todos modos, curarlo, pero no había dicha cura. Explicarles su indecisión era como si le hablara a la nada. Le había ocurrido con Quackity y le ocurriría con Roier también ahora que lo sabía. Era una solución rápida y directa, arrancar tus sentimientos hacia esa persona especial y arrojar ese amor que se construyó inexplicablemente al vacío, eso es lo que escuchaba cuando le aconsejaban la operación. ¿Por qué las personas tenían que recordar? Hubiera sido más fácil si vivieran el día a día sin capturas de imágenes y voces y olores dentro de una mente que albergaba momentos de toda la vida. Existía gente vieja que todavía recordaba vívidamente situaciones específicas y se las llevaban con ellas a la tumba, como un regalo de su mortalidad a la eternidad. La memoria era algo sorprendente, una caja de recuerdos que a veces se rompía y otras veces no.

Spreen escuchó la historia de sus padres en la voz de Rubius, con quien se identificó en muchas oportunidades pese a sus ganas de querer diferenciarse de él. El mayor había huido incontables veces de lo que sentía por su otro papá, en un momento de su juventud había sentido que su libertad se acabaría si decidía volcarse en una relación, e incluso después de casados había pensado de esa manera, le admitió. Pero tarde se dio cuenta que la libertad compartida era mucho más dulce que vivirla en soledad. Y Rubius tenía tantos defectos como padre, pero nunca había dejado de amar a su familia. 

Rubius le pidió perdón a su manera, y Spreen lo aceptó tácitamente, lo que logró hacerlo sentir más ligero. Si le dolía su ausencia era porque lo amaba y añoraba una relación en la que los viajes y las discusiones no existieran, y ahora que lo tenía ahí mismo lo abrazaba entre palabras silenciosas, porque el mañana no tenía recuerdos aún, era un ente indescifrable. Podía venir o podía llevarte.

—Me gusta Roier.

Spreen admitió de la nada, se acomodó con las rodillas levantadas sobre la cama y apoyó su barbilla sobre ella. Rubius abrió la boca, la cerró, la volvió a abrir. El argentino supo lo que estaba pensando. Todo ese desahogo de angustia adolescente era solo porque le gustaba alguien. Pero Rubius no se quejaba, fue un hecho que los unió al menos por ese momento. La verdad en tu totalidad podía seguir escondida en algún lugar de la habitación de Spreen. Dicen que los padres siempre son los últimos en enterarse de lo que les pasa a sus hijos.

—¿Roier? ¿Ese niño que usó el disfraz de Spiderman dos semanas seguidas para ir a la escuela? —Cuestionó acomodándose a su lado de la cama. Rubius más que como su padre, se veía siempre como un eterno adolescente. 

—Tenía diez años, pá. Y sí, él. No puedo creer que no te acuerdes de quién es mi mejor amigo. —Spreen se pasó la mano por el rostro por un momento queriendo ocultar el pudor. No podía creer lo que estaba admitiendo.

Rubius se echó a reír para relajarlo, pero esto solo hacía que Spreen se sintiera aún más abochornado. 

—Vaya. —Lo pensó un poco más, como si lo procesara. Finalmente lo hizo. —VAYA. Ese chico te adora, pensaba que nunca te darías cuenta. Con Vegetta apostábamos que serías su primer beso cuando tenían doce años, más  o menos. Bueno, lo decía él, yo pensaba que te iban las tías. 

—No sé por qué te estoy contando esto. 

—Porque soy tu padre y acabas de abrazarme y me amas taaaanto como yo te amo a ti. —Rubius bromeó poniendo una voz más fina, estaba feliz porque jamás habían tenido una charla de esa naturaleza. A pesar de que todo era sumamente vergonzoso, Spreen no recordaba haber tenido una conversación tan larga con él en mucho tiempo. Le era agradable verlo sonreír, bromear, mirarlo de la misma manera a pesar de su declaración.  

forget me not ⁝ SPROIER (Hanahaki disease)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora