03.

532 73 18
                                    

Nota de autor: En este capítulo no aparece Roier, solo es mencionado. Tengo que hacerles este spoiler que puede que les decepcione, pero aparece un interés amoroso para Spreen. Tal vez ya se imaginen quién es.

Ojalá les guste, el capi es cortito y la lectura rápida, pueden dejar opiniones, me hace feliz leerles.


*****

A Spreen le gustaba Karl. Es decir, le parecía un chico con cualidades y defectos que se ajustaban a lo que podía llevarlo a compenetrarse con una persona. No se conocían desde hace mucho tiempo, pero disfrutaba pasar los ratos con él. Aún no lo identificaba como un mejor amigo, pero le resultaba más que grato crear anécdotas juntos. Así que cuando lo vio a unos pasos de él, se asombró. Tenía sentimientos encontrados, en realidad. Por un lado, algo en él se alegraba de verlo, como si acabara de llegar con un diluvio para apagar su incendio. Pero por otro, sentía que estaba profanando un lugar que solo le pertenecía a Roier y a él. La estación abandonada era un espacio suyo, aunque sabido por los demás, pero nadie más que ellos dos iban allí.

—¿Qué estás haciendo acá? —El híbrido limpió la comisura de sus labios y se acercó al castaño.

—Quackity. —Simple respuesta a una pregunta similar. —Me crucé con él y le pregunté por ti, me dijo que podría encontrarte aquí. Dijo que te llamará porque tú no lo harás. ¿Ha pasado algo? —Como le había preguntado Shadoune, Karl hizo la misma pregunta. Y es que Spreen apreciaba la preocupación de su amigo, pero había deseado que no se esparciera tanto por las sospechas. Ahora era tarde para evitar cualquier cosa, pero seguiría intentando ocultarlo.

—Tuve un día de mierda, nada más. —Spreen se encogió de hombros y pasó por al lado del estadounidense de intercambio. —Este lugar es un asco, vamos a otro lado.

—¿Quieres conocer mi piso? Mi roomie ha viajado a ver a su familia. Tal vez yo pueda cambiar tu día de mierda. —El castaño rió por lo bajo y el híbrido no entendió muy bien si aquello había sido un coqueteo o si estaba mirando más allá de sus palabras, pero no demoro en aceptar.

La habitación de Karl era espaciosa y fresca. Nada más llegar, el estadounidense trajo unas latas de cerveza por lo que Spreen se sintió agradecido internamente. El alcohol siempre había sido una fuente de diversión, valentía, o, en momentos muy raros, de evasión.

Ambos se sentaron cerca del set up mientras un poco de música sonaba a través de los altavoces y compartían una conversación insustancial acerca de lo pésimas que estaban siendo las vacaciones. Spreen estaba sentado en un puf, lata en la mano, extrañamente distraído. La enfermedad pudo haber sido un sueño y durante ese tiempo se lo habría creído. Había que darle créditos al americano por hacer que su cabeza dejara de lado tantas dudas y lo hiciera reír cuando lo necesitaba. Toda esa mezcla de emociones que sintió horas atrás había disminuido.

No supo muy bien en qué instante Karl se había sentado en el suelo más cerca de él, con las piernas cruzadas y los hombros echados hacia atrás, suelto, sus manos descansando en el piso. Habían bebido dos latas de cerveza cada uno, pero no estaban borrachos como para justificar lo que comenzaron a hacer.

Él fijó su mirada a la de Spreen y no dejó de mirarlo hasta que elogió sus pestañas. El híbrido dijo que no era la primera vez que se lo decían y que si quería impresionarlo debía intentar otra cosa. Ambos se echaron a reír. Desde hacía días, el argentino no se había sentido así de distendido, liviano como una pluma. Y ahora estaba seguro que Karl estaba coqueteando con él. No lo disimuló cuando buscó su mano y acarició sus nudillos con la punta de sus dedos. Spreen tampoco hizo algo para detenerlo.

—Antes de ponerme en ridículo, prefiero asegurarme—Dijo Karl, sin dejar de tocar su mano. Spreen, entre nervioso y curioso, se limitó a asentir suavemente. —¿Puedo besarte?

forget me not ⁝ SPROIER (Hanahaki disease)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora