Espinas

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Estaba loca, nunca había visto a alguien causarse daño a propósito.

— ¡Estás loca, mujer!

Ella continúo clavando la espina en su dedo.

— No, no lo estoy.—Se detuvo a observar la sangre, como si fuese algo maravilloso—. A veces elegimos la espina que nos causa daño. Debemos aprender a disfrutar de ese dolor y también cuando terminarlo.

Quitó su dedo  y me dedicó una sonrisa.

Poemas al amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora