Confesiones

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El día había estado más que interesante y el agua caliente de la habitación 505 corría por las mamparas de la ducha.

Cada momento de esa inolvidable tarde se le venían a la mente y para hacerlo aún más idílico, una canción que le encantaba llamada "this is dedicated to the one I love" de un antiguo grupo que adoraba, The Mamas and the Papas, resonaba en la retumbante acústica del baño.

Montones de sensaciones se aparecían cada segundo pero se negaba a permitir que el pensamiento de si realmente estaba enamorada de su jefe diese más vueltas por su cabeza, o de lo contrario acabaría admitiéndolo.

Estaba algo más cansada que habitualmente pero no había nada que una ducha caliente no arreglara, por lo que se espabiló, salió del plato de ducha y se vistió para bajar a cenar.

Se sentía satisfecha, agusto consigo misma. Caminó relajada hasta llegar al comedor.

Allí todo transcurrió con normalidad, sus amigos contaron con energía todo lo que les había ocurrido durante el día, al parecer Jake había abierto una nueva puerta en el clan Omaticaya, una puerta que al perecer para los Na'vis se trataba de algo muy significativo, había montado en Ikram por primera vez, lo que significaba según le explicaron que había creado un vínculo sagrado con el animal y que ese Ikram le acompañaría durante toda su vida.

Una tal Neytiri, que se trataba de una mujer Na'vi a la que habían encargado enseñar las costumbres del clan había determinado por fin que se trataba del momento adecuado para que Jake diera un nuevo paso, y a decir verdad, por la manera en la que Sully hablaba de ella, juraría que era más que su maestra para él.

La mencionaba como una mujer fuerte y segura de sí misma, pero por los detalles que daba de cada uno de sus movimientos y la furtiva sonrisa que se le dibujaba en la cara al hacerlo, ciertos sentimientos se le empezaban a hacer evidentes y quizás solo fuera su simple impresión pero rara vez Ana se equivocaba en esas cosas.

Solía captar este tipo de sentimientos en los ademanes de las personas y era por eso que ciertas miradas de ese peligroso hombre que ocupaba sus pensamientos le habían delatado que quizás no fuera ella la única que sentía algo.

Los ojos nunca mienten y cuando estaba cerca del coronel, percibía como su mirada se desviaba fuera de su permiso hacia puntos más peligrosos y sus pupilas se agrandaban sobre el terreno de su grisáceo iris. ¡Por Eywa que si seguía recordando cada detalle de cada momento no podría ni volverle a mirar a la cara! Cada vez que parecía que por fin la voz de su cabeza había cambiado de tema, ¡Boom! Aparecía de nuevo.

Ana escuchaba con atención cada cosa que contaron. Si tenía suerte y en algún momento entraba en el programa Avatar, tendría que estar al tanto de cada cosa.

Por un momento la mesa se quedó en silencio y Ana pensó en contar lo sucedido con el coronel, tenía ganas de hablar con alguien de ello, pero por alguna extraña razón, su subconsciente le detuvo. De igual manera no tenía que contarlo todo ¿No? O igual ya lo haría más adelante...

Después de un rato y entre risas, el grupo decidió que era hora de ir al lugar donde todas las noches llegaban a su fin y tomar algún que otro trago mientras se contaban anécdotas.

Al principio no le acabó de convencer esta rutina que llevaba, pero con el tiempo se acostumbró y hasta le gustaba, si que es verdad que se echaba de menos tener algún que otro día regular de descanso, pues solo tenían la ocasión de tomarse en día libre en días muy importantes y siempre que no hubiera nada urgente que hacer.

De camino al bar, Ana escucho cierta voz ronca sonar, acompañada de otras voces un tanto familiares, se trataba de un grupo de soldados que empezaba a conocer. No quería parecer chismosa ni mucho menos pero no pudo evitar poner el oído en lo que estaban hablando, al perecer hablaban de algún tipo de broma que tenían pensado hacerle a alguien.

Meeting The DevilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora