Capituló 10: El canto de Lucifer Parte 1.

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Justo en la entrada del pueblo nos esperaba Aristo, detrás de él cuatro guardias armados.

Detuvimos la carreta enfrente de la entrada, cuando nos bajamos me percaté de que también el jefe del pueblo estaba ahí también.

—Ya es hora de que te vayas al palacio del rey de Chipre, ¿verdad Aaron?. Dijo el jefe del pueblo.

El jefe me vio y confundido dijo. —Señor, ¿acaso se perderá la gran fiesta de bienvenida que le tenemos preparada para esta noche?.

Me acerqué y le dije que si, ya que tenía una promesa que cumplir y por que también quiero acompañar a un amigo para su seguridad.

Pero el jefe Dorian dijo que no había necesidad de que fuera con Aarón, ya que Aristo iría con él, pero aún así estaba decidido en ir.

—Por que eres tan testarudo, yo, el mejor guerrero del pueblo iré con Aarón para protegerlo, ¿quien es mejor guardián que yo para cuidarlo en este viaje?.

Lo miro sin créeme lo que dijo, hace unas horas le había detenido su espalda con un simple tenedor, ¿y aún así enfrente de mi se atreve a decir que no ahí mejor guerrero que el para cuidar de Aarón?.

Al final por palabras de Aarón, Aristo y yo fuimos con él, nuestro viaje empezó mientras caminamos por un camino lleno de árboles y flores, en la carreta Aristo discutía conmigo... o más bien solo, por que lo estaba ignorando por completo, decía cosas de Adara, que una persona misteriosa no podría estar con ella.

Sus palabras son palabras estúpidas, y una de las cosas que aprendí es que si tú, una persona inteligente, debatías o discutías con una persona idiota... al final el idiota serás tú.

—El mejor hombre para Adara soy yo, no se por que ella te eligió a ti, ¿que tienes tú para ofrecerle?.

Mientras balbuceaba tonterías, yo estaba mirando al cielo, mirando justamente hacia el norte, Aarón estaba conduciendo la carreta la cual estaba siento empujada por dos caballos y él le decía a Aristo que se detuviera y me dejara tranquilo, pero lo que no sabía Aarón era que yo estaba de lo más tranquilo y calmado.

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Nos tomaría unas pocas horas en llegar hacia el Palacio del rey de Chipre, donde sería la fiesta, pensábamos que no pasaría nada en el camino, que sería un viaje tranquilo y sin problemas... pero no fue así.

Justo en medio del camino, nos esperaban unos ladrones, vestían de negro y marrón y tenían sus rostros cubiertos.

—¡Salgan de la carreta y dennos todo su dinero!. Dijo uno de los cuatros bandidos.

Aarón estaba asustado, yo aún permanecía viendo el cielo hacia el norte y Aristo estaba contento de poder luchar.

—Jaja, si que tienen mala suerte, ¡¿Acaso no saben quien yo soy?!.

*Salta de la carreta*

Aristo salto y cuando cayó al suelo sacó su espada, los ladrones estaban asustados por la confianza y sobre todo por el cuerpo musculoso de Aristo, en comparación con los de los ladrones los cuales tenían unos cuerpos delgados como escuálidos.

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