Coraza, corazón, caparazón.

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— ¡Wally! — Llamó Eddie, éste volteó.

Darling se encontraba regando sus plantas en su jardín delantero, justo donde estaba su buzón.

Se saludaron y el más alto le entregó una bolsa pesada, era el honorario de su nuevo cliente, o al menos la mitad, la otra mitad sería recibida personalmente al término de las llamadas.

— ¿Te enteraste que ya volvio Julie? — Preguntó para evitar los cuestionamientos por su dinero.

— Sí, Frank me contó algo así, ¿crees que Sally quiera hacer otra fiesta de bienvenida? No me molestaría. Pero que en esta no salga nada mal. — Opinó, esperando sacarle la sopa al más pequeño.

— Sí, pues dile si quieres, a ver si se atreve. — Se metió a su casa, vanidoso.

Ojeó las monedas, verificando el contenido, y se adentró a su casa, dispuesto a hacer un inventario de actividades para la rubia, planeaba pasar toda una semana con ella por las mañanas, sabía que si pemanecía en cama tanto tiempo podía hacerle mal, así que la obligaría a recibirlo matutinamente. 

Enseñarle a patinar, cocinar, dibujar, pintar, le mostraría que en la vida hay cosas muy lindas con las que pasar el tiempo, especialmente en ese tranquilo vecindario. 

En veces se preguntaba cómo es que la vida corría por las casas, casi nunca había novedad pero aún así... todos tenían algo que contarte cuando los visitabas, todo tenían nuevas emociones y anécdotas, era curioso, era como si hubiera una aura que los obligara a nunca dejar de hacer cosas, ahora sólo debía contagiar a Joyful. 

Terminó su lista y se encargó de atender a su cliente. 

Mientras, Julie apenas se levantaba de su cama y tomó su pastilla, temerosa, cada día era menos el tiempo que debía esperar para ir por su — segura — dosis aumentada. Ese tema le tenía sin cuidado, no dejaba de pensar que cuál era el punto si no podía superarse, si no podía disminuir en lugar de subir. Entonces intentó calmarse y recordó las palabras de Wally, entendió su misma situación y se relajó, había pasado por demasiadas cosas ese mismo año, no debía de presionarse tanto, era normal que estuviera triste, un poco más de lo normal, las pastillas sólo la ayudarían a recobrar ese equilibrio y pronto, podría volver a bajar poco a poco, y quizá, tener una vida tan pacífica como la de Darling. 

Se bañó y removió su cabello con cremas y a su piel con tónicos. 

A sabiendas de que Wally estaría ocupado en la tarde, prefirió tratar de llevar el tiempo ella misma. Seguía tensa, era imposible de ignorar, pero sabía que debía hacer algo con ese estrés, así que se decidió por dibujar garabatos, pintar los puntos en blanco y cuando acabó lo rompió en pedazos, lo sumergió en agua, lo licuó e hizo un pobre intento de hacer papel reciclado, una acción meramente al azar, pero que le tomó mínimo dos horas, tiempo suficiente para escuchar el ruidoso reloj de Wally, un leve indicio llegaba hasta su casa. Conocedora de lo que significaba, prefirió ir a visitar la tienda de Howdy, quería pasar al menos un día sin ver a Wally y así, demostrarse que no lo ocupaba todos los días para estar feliz. 

[ ... ]

¿Qué era sentirse mal? ¿Qué tanto? ¿Con qué frecuencia pasaba? 

Otra chica medicada en el pueblo. Wally al menos ya no se sentía incompredido, y ella no se sentía sola, ambos sabían lo que era sentirse así, solos, unos fenómenos o locos, pero estar triste no significaba ser un lunático. Y ver cosas que no puedes comprender o controlar no te hace alguien totalmente incognoscible. 

Sus ojos demostraba la tristeza de la que había sido presa, unos ojos en su mayoría apagados, apenas conscientes, que apenas podían con su misma existencia, una sonrisa triste y melancólica, ambigua, sin un rumbo fijo, buscando emanar una felicidad ansiada, no puede sino fingir la euforia de conocer cosas nuevas, hasta que se olvide que es fingido y empezar a disfrutarlo verídicamente. 

Se llenaban, ambos parecían tener la parte complementaria del otro, la felicidad de existir y la crudeza de la vida, ambos ocupaban un poco del otro, pero si se entregaban totalmente, ¿qué pasaría? Nadie lo sabía, lo habían intentado una vez, pero ella no se quiso dar en su totalidad, él entregó su cuerpo y alma y había sido rechazado, rompiendo su corazón decidió rendirse y aceptar su derrota, ahora era ella quien dudaba dónde poner su espíritu y buscaba con ansias un hueco que poder llenar, quizá era ella en realidad la que estaba vacía...

Darling le había prometido que no dejaría que estuvieran juntos, y era la promesa más dolorosa que había hecho, la seguía amando, ¿por qué decir que no? su corazón latía cuando lo iba a ver, pero genuinamente algo había cambiado desde su huida. Ya no la amaba como antes, lo hacía como lo que era, un desamor, un ansiado no correspondido, le podía más la nostalgia de lo que fue la intensidad de sus sentimientos, recordaba que su corazón bombeaba amor, que se recorría en un mar de sentimientos y que una nube rosada lo invadía, era una sensación gloriosa, plena, lo hacía sentirse en el cielo, pero ya no era así, esa ilusión le parecía una exageración en ese momento, sabía el porqué de tal intensidad, pero ahora no lo calificaba como prudente, comprendió su error, y reconocía que tal vez de haberse comportado de otra forma habrían resultado diferentes las cosas, pero no era así, él no era así, de haber calmado sus sentimientos, hubiera sido más plástico su amor, y a él no le gustaba eso, no le gustaba las apariencias, las ilusiones sólo para mantener un buen estándar, él amaba y vaya que amaba, lo hacía con pasión, sin ánimos de desiluciones.

En cambio Julie apenas y sabía lo que era amar. Con una familia fracturada, sin madre y su padre parecía que no estaba, lo único que había aprendido a querer había sido a sus hermanos, quienes algunas veces parecían recelosos de pasarse el tiempo en familia, y es que apenas y había una. Es como esas personas que amas profundamente, pero es mejor estar separados. Así era su querer, a medias, con distancias, con kilómetros que separaban a los corazones, decidía llevarlo con calma, con separación, no sabía lo que era entregarse de manera sana. Sólo había habido una persona con quien se quiso dar totalmente, y la habían rechazado, ahora buscaba con quién llenar ese vacío abandonado, y lastimosamente Darling había estado dispuesto a darlo, pero ahora no, ya no, y Julie no sabía qué hacer con esa frustración, con el eterno frío que consumía su corazón blando. Quería alguien con quien pasar su momento, alguien que la distrajera, que le dijera con amor que iba a estar bien, pero no estaba dispuesta a que fuera Wally a menos que fuera en un plan romántico. Más bien, no estaba dispuesta a que nadie fuera si no fuera en un plan romántico, quería romance, algo con qué llenar, y el único que le había demostrado una pasión que ahora anhelaba era él, pero ya no la quería, no así, ahora, como le había dicho, la ansiaba como su amiga. 

Y eso lo lamentaba, pero realmente, no sentía haberlo rechazado, puesto que sabía que sus intenciones eran mero egoísmo, eran meras ilusiones marchitas, era sólo una manera de llenar su mismo vacío, sabía que en el fondo, lo último que quería en el mundo era tener una pareja que arrastrar en su miseria, o tener que compartirla, deseaba estar sola, pero en la superficie, quería una coraza que la protegiera mientras ella reparaba lo del interior del caparazón.

Atrapó con guantes en mano un molde de metal al rojo vivo, sacando un pay al que se le habías tostado las orillas, recortó la circunferencia en ocho partes y en plena noche decidió ir y darles un bocado a cada vecino, recibiendo demasiadas invitaciones a pasar, pero ella sólo sonreía y daba las gracias. Finalmente aterrizó con Wally, tocó la puerta y fue atendida.

— ¿Julie? ¿Qué haces a estas horas? — Le mostró el pedazo de pay de manzana. — Oh... Julie, que dulce, muchas gracias, lo comeré de postre para la cena, ¿gustas pasar a cenar? — Estuvo a punto de aceptar, pero por su propia comodidad decidió rechazar la oferta. — Bien, gracias por el regalo, ten linda noche. — Estaba por irse cuando volvió a llamarle — ¡Por cierto! ¿Mañana tienes algo que hacer en la mañana? Porque, tengo un par de ideas.

— No... ¿Qué piensas hacer? 

— Es todo lo que quería saber, te veo mañana en tu casa. — Se despidió y le cerró la puerta, después re consideró su grosería y le abrió sólo para darle un beso en la mejilla. — Ten buena noche, y gracias de nuevo. 

Julie se fue, sin saber que un chismoso azabache había visto la interacción desde su ventana.

Medicated Girl | Welcome HomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora