Encuentro.

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Los gallos de Howdy cantaban a la mañana, Julie volvía a pasarse las malezas con una pequeña maleta en manos, se pasaría primero por la casa de sus hermanas y ahí dejaría el equipaje, posteriormente se iría con su doctor y al día siguiente volvería al vecindario. ¿Qué haría el resto del día? Quién sabe, a ver con qué se animaba.

« — Estarás bien

— Lo sé Wally, ya no te preocupes.

— Cuando vuelvas me cuentas cada detalle — La abrazó, pudiendo estar tranquilo, en su corazón ya no se daba ningún brinco ni nada fuera de los latidos normales de una despedida.

— Ajá, trataré de traerte de algo. — Wally guardó silencio, sin soltarle de la mano, la observó sonriente y tiró de ella para volverla a abrazar

—... No estás loca. — Dijo, apretándola — Que esa dosis aumente no significa nada malo, no te quitará tu individualidad, no es como que estarás fuera del mundo todo el tiempo, tu creatividad, tu amor, todo seguirá igual, te lo prometo, te traeré de vuelta cuántas veces sean necesarias. Porque te amo, Joyful, te amo tal y como eres. Tal y como... eres. — Ella le correspondió el abrazo y casi lloraba, restregó su rostro con su cuello y sollozó, tales palabras le llenaban el corazón, le calmaban la mente.

Le dio las gracias, le otorgó un beso en la mejilla y se fue.»

Ahora terminaba de cruzar el bosque para encontrarse con aquella civilización de amigables monstruos cornudos, sumergido en malezas y viviendo entre los árboles y cuevas. Caminó sonriente, llegando hasta su casa entre saludos de antiguos conocidos, se encontró con que estaba vacía, sus hermanas seguramente habrían salido.

Dejó sus cosas en su habitación y una pequeña nota donde avisaba de su llegada y de su salida con el doctor. Tomó un pequeño bolso y salió con todo lo necesario.

Visualizó las coníferas de su alrededor, feliz, era lindo volver a casa, aunque ya no la sentía precisamente así. Era extraño, acogedor, pero lejano.
Un lugar que nunca le ofreció más que decepciones y una que otra dicha, pero a fin de cuentas, tristezas. Llegó al consultorio y se sentó en la silla frente al psiquiatra cuando la hicieron pasar, le preguntaron por su estado y reiteró lo de sentirse en su mayoría mal, pero que de a poco lograba equilibrar su estado anímico. Le hicieron unas cuantas preguntas de rutina y finalmente llegó el veredicto.

— Bien señorita Julie... No se ha sentido bien últimamente, ¿correcto? — Ella asintió — Pero tampoco tan mal. Así que yo creo que con aumentar unos cuantos miligramos estará bien. — Ella suspiró y sonrió, aliviada

— ¿En serio?

— Sí, ahora, ¿cree que podría venir mañana en la mañana por el medicamento? Ya se tomó la de hoy, ¿cierto? — Asintió — Bien pues mañana comenzaría con su nuevo tratamiento, esperemos que mejore. — Ella volvió a asentir y salió, plena, se sentía realmente bien de no sentirse mal.

Fue por un helado, y fue cuando todo velo de euforia se fue al caño, cuando lo vio, vio al hombre por el que su corazón seguía dando saltos y vuelcos, pero unos tan amargos, el chico que podía estrujar, estirar y amarrar su corazón tanto como quisiera, y aún así lograba que le llorara. Quedaron estupefactos cuando se vieron, era quien atendía la heladería de hecho.
Se trataba de un monstruo de cabello corto y rojizo, suficientemente pequeño como para dejar ver dos grandes ojos color avellana, con la piel anaranjada y de complexión escuálida, sin ser precisamente atractivo pero bien podía tener algo que te atrapara.

— Julie... Hace, mucho no te veo.

— Nos vimos, de hecho, hace un mes.

— ¿Sí?... ¡Ah! Sí, yo... fue un encuentro tan chico... Que yo pensaría que la última vez que te vi fue esa noche.

Medicated Girl | Welcome HomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora