Capítulo II: La Boda

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Pasados dos meses, en plena primavera, los preparativos ya estaban listos. Phara revisaba la lista de invitados junto con Zelda. Habían invitado a todos sus amigos lejanos del reino Zora y Gerudo. Mientras que por parte de Narrim, su familia completa asistiría, y ya se encontraba en camino a la tierra de Hyrule para llegar al mes próximo que sería la boda. Phara estando a solas con la reina, le preguntó algo de importancia.

—Su majestad, no quiero entrometerme en su pasado—Zelda la miró cautelosa—pero necesito hacerle una pregunta muy atrevida—se detuvo. La reina Phara ya hablaba con más confianza con Zelda comparado al principio, ésta era más alta que ella, de cabello castaño claro, casi como cobre y de ojos verdes. Sus facciones eran bastante similares a las de Narrim.

—Claro, lo que usted quiera saber—dijo cortés.

—Cuando hablamos sobre casarse con mi hijo mayor Narrim, uno de sus caballeros la vio sorprendido, entonces le pregunté si tenía algo que ver con él y me dijo que no, ¿lo recuerda?—Zelda lo recordaba a la perfección y su expresión se lo hizo saber.

—Así es, lo recuerdo—Phara la miró para que siguiera, Zelda agachó la cabeza—. Fue hace mucho tiempo, sí, tuve un amorío con el caballero Link.

—Pero eso ya terminó, ¿cierto?—esa forma de hablar había desconcertado a Zelda, había sonado agresiva.

—En efecto—terminó Zelda, pero Phara no se veía del todo convencida.

—Zelda, como sabrá, las leyes de Hyrule y Rongo difieren bastante. El adulterio en Rongo es uno de los peores crímenes si ocurre dentro de la realeza, y se castiga severamente—Zelda pretendía no saber de qué hablaba—Al casarse con uno de nuestra tierra, acepta por completo las normas de nuestro reino. Así que, le advierto su majestad, yo personalmente ejecutaré su castigo—Dejó a Zelda sola en el salón donde el baile daría lugar. Aquella había empezado a sudar, su corazón le latía con fuerza mientras recuerdos de Link le venían a la mente.

A quién engañaba, la reina de Hyrule tenía todavía un amorío con Link en secreto. A veces se encontraban en la noche, aunque no era para platicar. Zelda sabía la rutina completa de Link y cada que tenía la oportunidad, lo topaba para que, en las sombras, se besaran apasionadamente, si es que no pasaba nada más. Link sin duda se sentía usado, pero estaba loco por ella. Todas las mañanas y tardes esperaba con ansias tener ese encuentro pero fue una noche cuando todo eso terminó. La encontró en un pasillo sombrío, pero el semblante de la reina era diferente. Aunque al acercarse éste la beso, ya no se sentía igual.

—¿Qué pasa, su majestad?—susurró Link.

—Ya no podemos hacer esto. Es incorrecto y ellos ya sospechan—la verdad es que Link todo este tiempo, aparte de obsesionado, sentía la rabia correr por sus venas. Aún así pareció comprender.

—Debería...—pero Zelda le puso un dedo sobre los labios. Lo besó cerca de la boca y susurró a su oído.

—Vámonos.

Aquella lo dirigió al cuarto real, caminando con sigilo evitando cualquier sospecha. Ese cuarto era donde los futuros casados dormirían hasta morir, ahí estuvieron sus padres y ahí permanecería ella con... Narrim. Al entrar, todo estaba meticulosamente acomodado para la boda, Link nuevamente sintió un nudo en el estómago. Zelda cerró con llave, y cuando Link volteó a verla, ya se había abalanzado hacia sus brazos. Sin más preámbulos, la reina empezó a desvestirse y luego a Link, quien en esa ocasión portaba el uniforme real. Aventó su boina a lo lejos, le quitó su cinturón y se dejó llevar por el momento. Aquella noche duró una eternidad para ambos.

La boda daría lugar en el mismo castillo de Hyrule, el cual celebraría una fiesta con toda la Familia Real de Rongo. Zelda se encontraba con Paya, Impa, sacerdotisas y artesanas que la preparaban para su ceremonia. Zelda se miraba al espejo, veía el velo y el vestido con bellos adornos que decoraban su delicado cuerpo. Imaginaba mil y un escenarios donde salía corriendo hacia los brazos de su caballero mientras caminaba hacia el altar. Sabía que estaría allí, tenía que estar allí. De repente recordó esa última vez que se vieron, una semana antes. Link estaba enfurecido, al menos eso percibió, porque no había actuado igual de delicado como otras veces anteriores que la había tocado. Al besarla se aferró a sus labios, la tomó con fuerza, sus brazos habían actuado con rudeza, la forma en la que la había desnudado, que la había penetrado, movía sus caderas con un frenesí brusco, ese mordisqueo y marcas que había dejado en su cuerpo y en su cuello, la forma en la que... de repente despertó viendo que Paya la veía como si hubiera dicho algo.

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