Capítulo IV: Destierro

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—¿Acaso nadie te avisó?—dijo uno de sus compañeros con un tono cruel y burlón—tu querida reina espera un bebé, por eso la has visto con ropa más holgada—el caballero silencioso no dijo nada más, solo sintió cómo se comprimía su estómago. Escuchando los comentarios, enseguida se retiró de ese lugar donde le tocaba hacer guardia, oyendo de fondo las risas burlonas de aquellos hombres. A pesar de que la furia lo carcomía por dentro, Link ya estaba pensando en algo, en algo bastante inapropiado viniendo de él, algo que nadie nunca hubiera podido imaginar proviniendo de un caballero tan respetado.

Link, con la rabia que hervía su sangre estando en su alcoba, empezó a empacar sus cosas para definitivamente irse del reino, sin embargo, recordó ese bello momento con Paya, y todas las veces que Zelda se mofó de él sabiendo perfectamente sus horarios de vigilia, sus gritos, sus gemidos. Soltó sus pertenencias y se dirigió a la habitación correspondiente, no cabía duda que esa manera de desquitarse, o bien, esa venganza, sería adecuada. Solo era cuestión de minutos, pero sabía que sería rápido hacerla caer en sus brazos. La luz de la luna naranja iluminaba los pasillos de Hyrule, Zelda estaba dando sus paseos nocturnos que acostumbra desde que se casó, merodeando por los largos pasillos, viendo que todo estuviera en orden. Link, quien ni siquiera lo pensó dos veces, había tocado la puerta, esperando unos segundos, enseguida se asomó la persona en cuestión. Era Paya, con su atuendo de dormir, abrió la puerta sin saber que él estaba detrás. La mirada que le dió la sonrojó al instante—¿Qué hace aquí, maestro Link? ¿Ocurrió algo?—, preguntó nerviosa pero el caballero silencioso solo entró, cerrando sigilosamente la puerta, poniéndole el seguro. Sin más que decir, Link se aproximó tanto a Paya que logró oír sus latidos acelerados, tomó su rostro con delicadeza y le dio un beso cálido. Paya estaba estupefacta pero en el interior era el deseo que tanto anheló y suplicó—Link, es que...—. Solo pudo murmurar, pero él ya no dijo más.

Aproximó el cuerpo de Paya al de él con firmeza, sosteniendo su cintura, sus senos rozaban con el firme torso del caballero, Paya estaba extasiada de tan embriagante momento. Link, sin una pizca de vergüenza, totalmente fuera de sí, empezó a desamarrar los lazos del camisón de Paya. Aquella sheikah trataba de tomarle las manos para detenerlo por la vergüenza de enseñarle su cuerpo, pero Link era más fuerte, podía liberarse sin problema. Apenas logró descubrir su pálido torso. La dirigió a su cama con el cuerpo semidesnudo, viéndola desde arriba, besando delicadamente cada parte de su cuerpo. Paya hacía lo que pudiera para cubrirse con sus sábanas, pero Link sostenía sus manos. Empezó a besar sus labios, su cuello, sus senos, llegando finalmente hacia su abdomen, Paya se cubrió su entrepierna—N-no, maestro Link, ahí no—, susurró con la cara enrojecida de la vergüenza. Link se aproximó nuevamente a sus labios y empezó a besarla apasionadamente, sin dejar de tocar la mano de su entrepierna. Poco a poco Paya soltaba ligeros gemidos, aflojó las manos y dejó que Link prosiguiera, no quería hacer ruido porque incluso ella sabía que la reina paseaba por los pasillos en las noches. Pero Link tenía otro propósito, quería hacer ruido, que escuchara todo el castillo. Continuó deslizándose hacia sus senos, su abdomen y bragadura, entonces empezó a besarla y lamerla, Paya tratando de contenerse gemía con fuerza. Se detuvo abruptamente e introdujo sus dedos, los cuales ya se deslizaban con facilidad. Paya gemía avergonzada.

El caballero silencioso entonces se detuvo, levantando su torso, aún de rodillas sobre la cama de Paya, empezó a quitarse la túnica que traía encima. Paya estaba aprovechando el momento para seguir cubriéndose, pero era ya tarde, pues estaba excitada y esperaba con ansias seguir, pero no sabía si sería buena idea siendo su primera vez, de esa manera y sin formalidad, ni siquiera estaba casada y demás ideas le vinieron a la cabeza. Sin darse cuenta, Link ya estaba completamente desnudo y al mirar su entrepierna, su rubor volvió. —¡L-Link por favor, póngase algo encima!— gritó cubriéndose la cara con sus manos como siempre suele hacer, pero él quería continuar.

Volvió a besar los labios de Paya pero esta vez la cara de la reina Zelda se metía a su mente, se dio cuenta que estaba comparándola. Los labios de Paya son más suaves, pero sus senos son más firmes y ligeramente grandes, sus caderas más anchas pero los glúteos de Zelda más... Trataba de dejar esas comparaciones a un lado y concentrarse totalmente en Paya. Sin embargo, aquella entre besos, podía sentir a Link en su abdomen, rozando su vientre. Ésta trataba de ignorarlo pero Link prosiguió a tomar su mano y hacerla tocarlo, al menos así la hizo hablar. —Link, está muy... pero nosotros ni siquiera somos...—, dijo avergonzada pero queriendo continuar. Link entonces recargó ambas manos a sus costados, pero Paya no se sentía lista. Link siguió entonces a besarla en los labios, casi suplicando por su aprobación. Ella al fin le correspondió, dejó sus ideas arcaicas a un lado y entrelazó sus brazos a su cuello. El caballero, de forma intuitiva, se frotaba en su abdomen moviendo ligeramente sus caderas.

Paya se acomodó por fin y dejó abrir sus piernas. Link, de nuevo de rodillas, con su mano se dirigió e intentó penetrar rápidamente, pero el gesto de Paya parecía incómodo y adolorido. Así, supo Link que esa era su primera vez. Fue introduciendo poco a poco hasta lograrlo. Tomó las piernas de Paya, apoyándolas entre sus hombros y empezó a mover sus caderas con gentileza. Sin embargo, los gemidos de Paya no eran lo suficientemente fuertes para Link, así que recurrió a ser más rudo con ella y ahora sus gemidos eran ligeros gritos.

Como había esperado, la reina Zelda estuvo pasando por el pasillo y no pudo evitar escuchar un ruido extraño proveniente del cuarto de Paya. Procuró no hacer tanto ruido con sus tacones y solo acercó su oído a la puerta. Se alejó avergonzada sabiendo que esos gemidos eran de ella, pero su sangre se heló cuando en un momento la escuchó gemir el nombre de su caballero silencioso. En ese instante se fue corriendo para cerciorar que estaba en su habitación. Ahí mismo, Link escuchó sus tacones acelerados y supo que su venganza ya había sido efectuada, pero eso no impidió que siguiera disfrutando de ese íntimo momento.

Zelda llegó finalmente al cuarto de Link, cuya puerta estaba cerrada. Tocó con un poco de prisa, su corazón le latía con fuerza. Esperó unos instantes sin respuesta, volvió a tocar. Nada. Ahí fue cuando de nuevo sintió cómo se le helaba la sangre, imaginaba cosas, pero no quería. Corrió nuevamente hacia el otro lado del castillo donde el almacén del amo de llaves yacía, agarró el juego correspondiente y regresó a la habitación, abriendo temblorosa, su cuarto estaba intacto. Su corazón latía acelerado, su respiración era incontrolada. No sabía qué hacer, el rey podría sospechar nuevamente, así que simplemente le hizo saber que ella había estado ahí tirando sus libros y armas al suelo. Dejó entreabierto y se retiró a su habitación. El rey estaba en una esquina leyendo bajo la luz de una vela, al mirar a Zelda sonrió complacido, la esperaba para dormir, pero Zelda quería desahogar sus penas. Cerró la puerta con llave se aventó al rey besándolo.

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