Capítulo III: Ausencia

390 14 9
                                    

Los días pasaron, Paya y Link se volvieron cercanos a pesar de que su majestad le había prohibido entablar una amistad con él. En sus días libres llegaron a salir a comer juntos, a intercambiar palabras y sentir la misma calma que hace muchos años no sentía. Por ese momento, mientras veía a Paya llegando a lo lejos, Link sintió que su alma se estaba curando. Su compañía también era muy amena, siendo una chica tímida, audaz e inteligente, podían platicar de cualquier tema, incluso los que a Link le llamaba más la atención. En comparación con Zelda, no sintió eso por su amor a la ciencia, pero le encantaba escucharla y verla tan feliz.

Ambos quedaban de verse normalmente a escondidas de la reina, sin embargo, Zelda sabía perfectamente que estaban juntos todos sus días de descanso gracias a sus espías que le informaban cada semana de lo que hacían. Los celos la comían viva, pero ella también quería salir adelante. Un día, cuando el rey tuvo que ir a ver a su padre hasta su tierra natal para tratar asuntos políticos, dejó a la reina sola a cargo en su castillo, no sin antes despidiéndose con un beso apasionado que terminó en un bonito encuentro íntimo. Casualmente Link ese mismo día estuvo merodeando por el castillo haciendo su guardia a altas horas de la noche y ahí escuchó perfectamente la escena. No podía contener la rabia, lo estaba matando, pero pudo salir de ahí corriendo, evitando la habitación lo más que fuera.

Al día siguiente el rey Narrim salió de Hyrule en su carroza, el bote estaba pronto de llegar. Zelda se despidió de él pero sintió una extraña sensación. Era una mujer casada, con un maravilloso esposo con quien compartía la ciencia y hacían investigaciones juntos. ¿Acaso era culpa? Al estar merodeando por el castillo, se encontró con Link, a quien había estado evitando por meses. Viéndolo aproximarse hacia ella, dio vuelta y se fue a otra dirección. Aprovechando que no había quién más la escoltara, se aproximó a ella.

-No requiero escolta-dijo fría, pero éste no le hizo caso. Link seguía enfurecido por lo que había pasado el día anterior-Yo me puedo cuidar sola, no requiero de su atención-continuó caminando hasta llegar a la puerta de su habitación. Los alrededores estaban muy solos, así que al momento que la reina entró, Link se dio la oportunidad de invadir su espacio empujándola cubriendo su boca con una mano. Link cerró la puerta con llave y la aventó a lo lejos. -¡Qué insolencia!-, dijo la reina, pero su corazón se aceleraba de los nervios, -¡llamaré a los guardias si no abres de una vez por todas!
-Basta-Zelda estaba por bofetearlo, pero detuvo su mano a tiempo-¡Basta! Necesito hablar con usted. No puedo más con esto.
-¿Qué?-preguntó Zelda sintiéndose incómoda.
-Sé que sigue buscándome, alteza. Yo quiero... yo...
-¿En serio osas hablar así de mí? Soy tu reina.
-Ya estoy cansado de esto, de sus celos, la forma que me evita, de sus noches largas, ¡ya basta!-sus ojos empezaban a cristalizarse, Zelda al verlo en ese estado, se apiadó de él. Aproximándose lo más posible, besó sus labios.

Link la aproximó hacia su cuerpo, la besaba con frenesí en la boca, mejillas y cuello. Aprovechando sus manos escurridizas, logró desamarrar el vestido que llevaba ese día, descubriendo su pecho. Zelda incluso ayudó a su caballero ojiazul a desvestirse, suspiraba mientras Link tocaba debajo de su ropa. En un momento dado, la cargó hasta su cama, donde la dejó caer recostada. La reina ya tenía sus mejillas rosadas y no paraba de respirar agitada. Link levantó sus capas de falda y crinolina, prefirió quitarle su ropa interior para poder empezar a introducir sus dedos, pero había algo extraño en ella. Sabía perfectamente que había estado con el rey y eso lo llenaba de ira, pero de igual forma los introdujo sin más, ya conocía su cuerpo y sabía qué era lo que la hacía explotar de éxtasis. La reina solo podía gritar que parara, no podía contenerlo, pero eso no lo detenía. Movía sus dedos con brusquedad hasta que por fin pasó, sus piernas temblaron, mientras ella no paraba de susurrar su nombre.

-¿Es igual que yo?-dijo al fin Link descubriendo los senos de la reina
-¿Q-qué?-dijo aún atontada, pero él no había tenido suficiente, seguía actuando con brusquedad. Quitó con gran velocidad ambas de sus botas junto con su pantalón, desnudándose por completo.
-¿Le ama tanto como yo?-gimió Link mientras besaba sus senos-¿Le hace sentir lo mismo?
-Basta, no hables de él por favor-dijo avergonzada sin pensar detenerse en absoluto, seguía anonadada por el éxtasis.

Link volvió a introducir sus dedos, nuevamente moviéndose de forma que la hiciera extasiar. Zelda gemía con fuerza y de nuevo pasó, sus piernas empezaron a temblar. Ahí mismo Link aprovechó para acomodarse y deslizarse con delirio, sentir a la reina volvió a atontarlo, sus caderas no paraban de moverse frenéticamente y Zelda gritaba extasiada. Sus piernas temblaron continuamente mientras estaban recargadas en los hombros de Link, y éste, no paraba de suspirar su nombre. -¿Su rey la ama tanto como yo?- preguntaba retador, pero Zelda de nuevo evitaba esas preguntas.
-N-no, no sé, no-siguió con brusquedad hasta que Zelda volvió a terminar y Link lo hizo también. Pero él todavía no había tenido suficiente. Seguía besándola mientras acariciaba su cuerpo, poco a poco la fue desvistiendo hasta dejarla completamente desnuda. No paraba de besar su cuerpo y tocarla, Zelda de igual forma seguía embriagada del éxtasis. Acariciaba la espalda y cabellera de su amado, la cual ya estaba completamente despeinada.
-No puedo dejar de pensar en usted-confesó Link mientras se introducía nuevamente.
-Yo... Tampoco puedo dejar de pensar en ti... No comprenderías lo que he tenido que pasar...
-Usted tampoco comprendería las náuseas que me genera verla con otro-Zelda seguía concentrada en el momento-la rabia que me hace sentir... La quiero solo para mí...

En esa misma noche que terminaron, ninguno de los dos podía dejar de pensar en lo sucedido y la necesidad de estar uno con el otro. Los días que le siguieron fueron intoxicados por su propia lujuria, mientras el rey estaba ausente, Link y Zelda aprovecharon en más de una ocasión teniendo encuentros, uno tras otro, que solo los dejaban con sentimientos de culpa. Zelda iba a buscarlo en sus turnos como había llegado a hacer. Lo dirigía al mismo cuarto y ahí terminaban noche tras noche.

El rey no regresaría sino hasta dentro de unos pocos meses, así que todo el verano y parte del invierno estuvieron cruzándose, pero jamás intercambiaron palabras más allá de sus propios gemidos. Finalmente, cuando por fin cayó el día en el que volvería, Hyrule estaba cubierta de una espesa capa de nieve, Zelda aprovechó para darse una ducha con su flor, la princesa de la calma, pero no solo era para estar presentable sino que, en el fondo de su conciencia, sentía remordimiento y pensaba que esto la purificaría.

Al anochecer llegó el rey, quien saludó a la reina entusiasta y ella a él. Estuvieron en una sala platicando de su viaje, donde el padre de Narrim le había dicho que una vez tuvieran un heredero, ellos podrían ampliar sus acuerdos de comercio con las tierras vecinas de Rongo, esto abriría nuevas posibilidades para Hyrule, más gente, más recursos, más esperanza. Sin embargo, Zelda le preguntó curiosa por qué deberían tener un bebé, a lo que Narrim explicó que una vez ampliando la familia real de Hyrule, más gente se vería interesada en tratar con ellos. Zelda, con una sonrisa en sus labios, afirmó que ya se sentía lista para empezar una familia con su rey.

TorniqueteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora