Capítulo VI: Nuevas Tierras

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Estaban próximos a su fecha de parto, Link se mantenía al pendiente de ella en todo instante, revisándola constantemente, especialmente su semblante. Estaba desesperado de no encontrar ni una región, o una casa en donde pudieran alojarse. Habían estado en movimiento por mucho tiempo, el cansancio se notaba en ambos.

Fue entonces en una noche cuando Link por fin vio a lo lejos un poblado pequeño, dio aviso a Zelda quien estaba a su lado, durmiendo plácidamente. Al despertar, su gesto se iluminó, había empezado a sentir ligeras molestias hace un par de días, pero no había querido decirle para no preocuparlo más de la cuenta. Ella estaba muy consciente de que Link estaba muy desvelado, no habían tenido tiempo de relajarse ni dar un descanso. Así, Link apresuró a su caballo para llegar lo más pronto posible. Con su experiencia, sabía que llegarían en menos un día si no se movían rápido. Repentinamente Zelda empezó a quejarse, respirando agitada. Link, quien seguía viendo el camino, volteó a verla inmediatamente.

—Por favor, majestad, hábleme—pero Zelda solo seguía respirando agitada. Link, sin pensarlo más, detuvo el carruaje. Aquél cargó a la reina y con precaución, la acomodó atrás, en donde ya tenía listo todo por si el tiempo les ganaba.
—Link, creo que son contracciones, lo leí una vez en un libro—empezaba a gemir impaciente.
—No se ha roto su fuente, majestad. Puedo seguir adelante, podría...—pero Zelda le agarró la mano.
—No, no por favor, no me dejes sola, ya no importa, nacerá aquí—decía entre gemidos. Para su suerte, un caballo venía acercándose de frente. Aquél pasó a su lado pero se detuvo, Link se puso a la defensiva, temiendo lo peor.
—¡Hola!—dijo la persona en cuestión, pero al notar la situación, cambió su tono—¿Están bien? ¿Hay algún problema?
—¿Quién eres?—dijo Link aún a la defensiva.
—Me llamo Aphias. ¿Eres un espadachín, cierto? Puedo notarlo por tu cara, mi padre lo fue también. Pero no te preocupes, no quiero hacerles daño, es todo lo contrario, vengo de ese poblado pequeño de allá, Loman. Vi sus luces a lo lejos y creí que necesitaban ayuda. ¿Está embarazada tu esposa? ¿Nacerá pronto?
—Empezó a tener contracciones—dijo Link confiando plenamente pero sin bajar la guardia.
—Link por favor, no me dejes—decía Zelda buscando su mano, aquél se agachó con ella.
—¿Te llamas Link?—el corazón del caballero se detuvo—por favor, acompáñenme, hay unas chozas muy cerca de aquí, en las faldas de Loman, podríamos refugiarnos.
—No, no, Link, por favor no me sueltes—decía Zelda gimiendo adolorida. Link solo miró a Aphias, haciéndole saber que no la dejaría.
—Aún tenemos tiempo para llegar si no se le ha roto la fuente, hay que apresurarnos, el tiempo es primordial—Link sabía exactamente lo que tenía que hacer, volteó a ver a Zelda, sosteniendo sus manos, aquella lo miró también.
—Jamás la abandonaré, siempre estaré a su lado, siempre la protegeré y haré lo que sea, lo que sea por usted. Por favor, confíe en mí—Zelda miró sus ojos azulados que brillaban con la luz nocturna, su ceño le dio la misma confianza de siempre, nuevamente sintió ese amor que había guardado por tanto tiempo.

Link acomodó bien las cosas para que no sufriera ningún accidente en el camino, entonces se fue al frente y empezó a cabalgar siguiendo a Aphias. El trayecto fue muy corto como dijo, pasaron aproximadamente quince minutos para poder ver las chozas de las que hablaba. Aquella lo dirigió a una que se encontraba casi al fondo, al bajar, le dijo que llamaría a unas parteras para poder ayudarla en el parto. Le abrió la puerta a Link, dándole instrucciones de dónde podía dejar sus pertenencias y en qué cama podía dejar a Zelda. Sin más preámbulos, Link bajó del carruaje, miró a Zelda que estaba más tranquila y así, la cargó, entrando a la casa. Aquella era amplia, muy acogedora. Subió las escaleras como le había dicho y entre los tres cuartos, se metió al primero, parecía que nadie había dormido ahí en un largo tiempo, sin embargo estaba inmaculado. Dejó recostada a la reina, quien estaba ya muy agotada, aquél estaba por salir de la habitación para empezar a desempacar.

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