-¿Crees que se den cuenta?-
-Claro que no... Ambos se fueron de misión y mi hermana esta en la academia.?
-¡Ya apúrense, mis hombros me duelen y no queremos que mamá lo note...-
-¿Que es lo que no debo notar?-
-¡¡¡MAMÁ!!!-
La pelirrosa miraba inquisitivamente a sus tres comelones hijos. Creían que ella no notaria qué tomarían los dangos de la repisa. Amablemente y como regalo habitual, los autonombrados "tíos" de los trillizos les daban regalos, qué iban desde ropa nueva, kunais de madera, un dojo nuevo, juguetes, salidas a comer, disfraces de hokage y muchísimos dulces.
Esta vez los adorados tíos Sasuke e Itachi les regalaron un enorme recipiente lleno de galletas y dangos para que se deleitaran siempre que quisieran. Pero al no haber gente que vigilara el consumo, sus pequeños glotones arrazarian con esos dulces lo que les provocaría indigestion, como muchas otras veces en las que algunas los acompañaban o su padre o sus hermanos mayores.
-¿Y bien?, espero respuestas Kotetsu...-
-Lo siento, mamá. Solo queríamos un dangos y luego irnos a jugar al dojo...-
-Debieron esperar a que llegara alguien, ya sea su padre, Hiro o yo.-
-Pero Hiro y mi padre se fueron a casa de la señora Kurenai. Mirai y él van a ser esposos e iban a llegar muy tarde.-
-¿Y Kass?-
-Izumi-sensei la mandó a llamar para que diera el curso de ninjutsu médico a los nuevos gennin.-
-Kai, Kagami... ¿Algo que agregar?-
-Lo sentimos mucho, Kaa-san...-
No podía enojarse con ellos. Los adoraba y no era más que una travesura inocente por conseguir un caramelo. Es cierto que ambos eran padres estrictos, pero las miradas dulces de sus pequeños los hacen flaquear. Solo a veces.
Tomo tres dangos y les dio uno a cada niño. Quienes la miraron como cuando su esposo nota que cocinó el curry y las bolas de arroz qué tanto le encantan.
Y con ese tema finalizado los niños se fueron al dojo como habían prometido.
-Ahora sal de tu escondite, pequeña granuja...-
Y por arte de magia, Kass estaba frente a ella. Era un niña pelinegra preciosa, que crecía cada día más hermosa. Y sus celosos padre y hermanos le espantaban cualquier chico que la pretendiese. Obito y Hiro seguían mirandola como esa pequeña niña que los perseguía para mirarlos entrenar. Y sus hijos más pequeños la miraban como una heroína, quien los llegaba a salvar de Hiro cuando les descubría sus travesuras.
Obito criaba a sus hijos con mano firme y amor incondicional, sin poner diferencias entre los mayores y los pequeños, para él todos eran sus hijos y los amaba como tal. Y tanto Hiro como su hermana, agradecían cada día la oportunidad de crecer en una familia, porque de no ser por una invitación a cenar y una rebanada de pastel, no tendrían la maravillosa vida que ahora tienen.
Sakura y Obito se casaron un año después de que los trillizos nacieron, y aunque Minato y Tsunade insistían en que debía ser una gran celebración, la pareja opinaba en contrario. La ceremonia fue modesta y todos disfrutaron de ver todo el amor que se profesaban y la gran familia que habían forjado.
Ahora los trillizos tenían 6 años, Kass tenía 15 años además de ser aspirante a Jounin y Hiro estaba por cumplir los 19 años, y se preparaba para ingresar a la policía militar de Konoha, y aunque soñaba con ser anbu de niño, descubrió que su verdadero objetivo es proteger a su familia de cerca y así podría estar con ellos en los momentos más importantes.
Sakura seguía formando parte del cuerpo médico y entrenaba a su hija en sus momentos libres. Obito volvió a las misiones como ninja activo y continuaba con su labor de sensei, aunque pronto se le asignaria un equipo gennin del qué sería capitán y abandonaría las clases en la academia.
Volviendo en sí, Sakura miraba a sus pequeños jugar en el dojo qué amablemente y con todo su cariño Kakashi, Guy, Rock Lee, Asuma, Yamato y Genma construyeron para sus niños. Decían que mientras fuesen niños podrían usarlo como cuarto de juegos (lo cual hacían a menudo), y en el futuro podría ser un espacio de entrenamiento.
El clan entero adoraba a esos pequeños diablillos, ya que eran la viva imagen de su padre en la infancia. El mismo brillo, la misma aura, bondad y torpeza, porque si hay que admitir algo es que esos pobres niños eran propenzos a heredar las mismas peripecias que su padre. Aunque solamente los hacía mirarse más adorables.
A menudo se paseaban por las calles del clan, jugaban en las faldas del templo nakano o simplemente iban al lago a ver sus caras y adivinar quien era el más guapo o el más risueño o el que más se parecía a su mamá. Obviamente vigilados discretamente por cada shinobi dentro y fuera de los terrenos, no había Sharingan, Byakugan, ave de tinta, sensores de Chakra, cuartel de inteligenvia, perros o modo sabio qué no detactara a esos niños. Aunque ellos no lo sabían y eran crédulos de que se escondían de modo excelente.
-¿Desde cuando crecieron tanto esos tres? Parece que fue ayer cuando papá y tu iban con ellos a la academia para buscarme al terminar las clases.-
-Esa pregunta me la hago todos los días, cielo. No quiero ni imaginar el día que también acaben de crecer y estén por casarse, igual que Hiro.-
-Bueno, Hiro nunca dejará de ser un llorón y papá jamás se cansará de cubrirlo.-
-¡Oye boba, yo escuché eso!-
-¡Oye yo no soy boba!-
La pequeña discusión fue escuchada por los niños quienes se aceleraron para abrazar a su hermano mayor.
-Nii-chan volviste... ¿Ya eres un esposo?-
-Asi no son las cosas, enano. Eso lleva tiempo y estoy seguro que ustedes también van a ser tan felices como yo.-
Sakura miraba absorta a sus 5 hijos. Maravillada por tanta felicidad que experimentaba a diario. Solo faltaba algo para que su día fuera perfecto.
-Tadaima, preciosa. ¿Te dije que hoy te ves preciosa?-
Olvidenlo ya es perfecto...
-Okaerinasai. Y no, pero estoy segura que lo vas a recompensar.-
Sintio un beso en su cuello, qué era la antesala adecuada para los momentos indecorosos qué les esperaría en la privacidad de su habitación.
-Te amo tanto, Sakura. Gracias por volverte la luz de mis ojos, la luz de mi vida, la luz de mi camino. Me diste una familia y una nueva oportunidad. Gracias por decirme que si.-
Sus hijos mayores los miraban profesarse todo su amor y estaban felices de crecer en un hogar lleno de amor. Es cierto que no eran sus padres biologicos, pero los amaron desde el primer momento que sus caminos se cruzaron.
-Ewwww... Mamá y papá se pasan la saliva.-
-¿Tendremos otro hermano?-
-¿Mamá se está quedando sin aire y papá se lo da por la boca?-
Las risas no se hicieron esperar. La inocencia de los niños siempre les robaban sonrisas y los hacian prometer qué cada día estaría lleno de felicidad, para todos.
A lo lejos mirando ese cuadro familiar, un peliplateado miraba atentamente a Obito, orgulloso de que la vida diera la oportunidad que siempre va a merecer, y la que el también pudo tener gracias a Shizune.
Porque luchó por ser un mejor hombre y ahora que también sería padre, entendía la felicidad que experimenta Obito a diario.
-Al fin encontraste la luz de tus ojos, viejo amigo... Espero que te ilumine toda tu vida y las que siguen.-
✨FIN✨
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La luz de tus ojos.
ФанфикLas acciones y las palabras denotan tu frialdad, tu rencor y el peso que puedes llegar a cargar. Pero los ojos, muestran la calidez del alma. *DECLAIMER: LOS PERSONAJES PERTENECEN A MASASHI KISHIMOTO.*