00

5.6K 399 97
                                    

Año 1581

Todo empezaba con sangre.

Goteando a sus pies, pegajosa en sus manos, el olor encapsulado en su nariz. La nauseabunda textura pegajosa lamiéndole la piel, secándose hasta convertirse en coágulos ásperos.

La armadura samurái cayó con un crack metálico al suelo, la hierba salpicada de rojo acariciaba sus tobillos. Toji se encogió sobre sí mismo, apoyándose contra la corteza de un árbol. Cubriéndose la herida en el costado, tosía y jadeaba hilos de saliva que caían por su barbilla. El sudor brillaba en su rostro, cabello negro pegándose a su frente.

Apenas unos metros más allá, una cruenta batalla seguía librándose. Podía escuchar los gritos, el beso desgarrador del disparo de un arcabuz. Unos pasos se acercaban apresuradamente, pero no se movió.

Alzó la mirada, exhausto. El chico no tendría más de quince años, el wazizashi pesaba demasiado en sus manos. El joven soldado alternó la mirada de Toji al cadáver que yacía en el suelo, a la armadura arrancada, a los ojos muertos del cuerpo; ambos, junto a los que había compartido camaradería desde hacía meses. Una expresión de horror se abrió paso en sus facciones de niño al reconocer la katana de Toji enterrada en el pecho de su compañero.

—Eres un...

Toji escupió al suelo. El chico alzó el arma temblorosamente. ¿Cómo había dicho Sun Tzu? Ah, todo el arte de la guerra está basado en el engaño. Los jadeos se convirtieron en una sonrisa afilada. La cicatriz se curvó en sus labios y destellaron sus ojos verdes mientras pronunciaba una respuesta resbaladiza.

—¿... traidor? —preguntó, alzando una ceja.

Shinobi —susurró el joven, retrocediendo un paso, temeroso.

Una risa áspera se derramó de su boca. Una huella de sangre quedó estampada en la corteza del árbol. El escalofrío de la herida le torció el cuerpo a un lado. Sería capaz de resistir otra pelea física si se lo proponía, pero no quería arriesgarse. No podía dejar que nadie que descubriera lo que era quedara con vida.

Tenía lo que quería, los números, la información que había recolectado después de meses en aquel agujero militar de mierda. Necesitaba regresar a Iga con la cabeza unida al cuerpo y recibir su recompensa, así que sólo se llevó una mano al bolsillo y se cubrió la boca rápidamente.

—No te muevas —advirtió el chico, avanzando, titubeante, hacia él.

Los jóvenes eran tan imprudentes eligiendo sus últimas palabras. Jugueteó con los alfileres entre los dientes y se acercó a él con una enorme zancada. Lo agarró de un hombro y de la muñeca opuesta, desviando el wazizashi, al tiempo que escupía fukumibari a sus ojos.

El samurái profirió un grito lacerante, tambaleándose hacia atrás con las manos en alto. De los alfileres clavados en sus glóbulos manaban sangre y lágrimas que caían por sus facciones y le manchaban los labios.

Toji arrancó la katana del cadáver y la alzó sobre su cabeza.

Toji arrancó la katana del cadáver y la alzó sobre su cabeza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Koi no Yokan || TojiSatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora