Cap.14: Odio trabajar bajo presión

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Casi al instante ella se giró hacia mí con intenciones de defenderse pero al ver que solamente era yo sus ojos se abrieron con sorpresa y su boca los imitó para gritarme o preguntarme, no muy amablemente, supongo, que pasaba por mi cabeza mientras sus manos se posaban a los lados de su cadera. Es entonces cuando me di cuenta de lo que llevaba puesto.


La prenda abrazaba todas sus curvas y el color hacia ver sus ojos más claros, casi hipnotizantes. Creo que fue esa la razón por la que quedó atrapada contra una de las pareces del cubículo, aprisionada por mi cuerpo con una de mis manos cubriendo su boca para evitar que gritara y la otra apoyada cerca de su cabeza.


Allí dentro, con sus caderas chocando chonta las mías y nuestras narices casi rozándose la tensión era palpable y parecía que el termómetro se había alterado. Ella no se movía, simplemente me miraba, con aquellas dos lunas plateadas, que reflejaban tanto, pero al mismo tiempo tan poco, como si un muro de hielo translucido se hubiera levantado delante ellos, permitiéndome ver solo parte su contenido. Lo suficiente para hacer que toda mi atención quedara atrapada como si de un hechizo se trátese pero no la información necesaria para poder entender que estaba ocurriendo.


Varios mechones castaños habían reaparecido sobre su rostro por el rápido movimiento que yo la había obligado a realizar, obstaculizando mi vista por un momento. Con la mano libre aparte estos y los remetí tras su oreja dejando su rostro completamente a la vista. Ella tembló ante mi tacto. No fue una respuesta placentera, más bien parecía un acto raflejo, como el de un animal herido y lleno de desconfianza, que está siendo acorralado por su depredador.


Y con ese inocente roce de mis dedos con su mejilla, su expresión cambia, de un momento a otro el miedo parece atacarla y el muro de hielo parece oscurecerse con pánico. La conexión, el hechizo que sus ojos habían ejercido sobre mi parece romperse, tan frágil como una hoja de papel. Una de sus manos cubre la mía sobre su boca y yo retiro ambas cuando siento sus labios rozar la palma de me la mía cuando empieza a hablar.


-¿Qué estás haciendo aquí?


Su tono de repente es gélido y su postura se endurece. Ahora ha cambiado de nuevo, ya no es la chica que miraba con ternura como, hace apenas unas horas, la niña de ojos azules cojia mi mano mientras intento entender de qué me está hablando exactamente. Mi cuerpo aun pegado al suyo puede notarlo sin esfuerzo. Toda ella está alerta, y parece que la irritación se abre paso queriendo escapar por sus labios en forma de gritos y palabras que estoy seguro, tienen la intención dañar a quien estén destinadas.


No me da tiempo a contestar cuando un estridente sonido que comienza a ser familiar para mí nos interrumpe fuera de la habitación.


Disparos. Un par de ellos.


Los gritos de los clientes asustados y confundidos llenan el exterior y las expresiones del rostro de la chica frente a mi pasan de confusión a frustración y posteriormente a pura rabia y enfado, pero no parece que aquel sentimiento este dirigido a mí, ni a los hombres de allí fuera de los cuales, estoy seguro, son culpa los estridentes sonidos que nos llegan a través de la fina puerta de madera, por raro que parezca. Ella parece enfadada con algo más abstracto, pues sus facciones se han contraído y si sus ojos antes eran fríos, ahora eran completamente dos pedazos de gélido cristal.

Broken soulsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora