Capítulo 8

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Me tomé un largo tiempo duchándome y masturbándome como un maldito adolescente. Con un hermoso chico en mi cama toda la noche, en realidad no debería estar sufriendo de bolas azules, y sin embargo, aquí estaba. Salí del baño, con una toalla colgando alrededor de mi cintura.

Jimin estaba sentado en el taburete frente a su tocador, usando lo que las mujeres y donceles solían aplicar para acentuar sus ojos, no que Jimin lo necesitara. Sus ojos se abrieron en shock cuando me vio. Se arrastraron a lo largo de mí, la fascinación reflejándose en su rostro. Reprimiendo un gemido por su evaluación inocente, me acerqué al armario y tomé algunas prendas. Sabiendo que él seguía observando, dejé caer mi toalla al suelo. Él contuvo el aliento y mi polla dio una puta contracción, imaginando cómo se estaba sonrojando. Cuando me puse calzoncillos y pantalones, me di la vuelta. Como era de esperar, las mejillas de Jimin estaban enrojecidas. Fingió estar ocupado inspeccionándose las uñas, pero no me estaba engañando.

Estaba demasiado avergonzado para mirarme a la cara.

Y eso era algo nuevo para mí. No tenía experiencia con un chico como él. Las personas de mi pasado habían sido directas con sus demandas y practicadas en sus avances. Jimin no lo era, y no estaba completamente seguro de cómo manejarlo.
Tomando las armas de la mesa, comencé a atarlas a mis fundas como lo hacía todos los días, como lo he hecho desde que tengo memoria.

—¿Alguna vez vas a alguna parte sin armas? —preguntó Jimin en voz baja, girándose en su taburete para enfrentarme. Llevaba una especie de conjunto con un cinturón dorado y sandalias doradas, recordándome a una principe egipcio, incluso si su cabello no se ajustaba a la imagen. Todavía era extraño pensar que él de hecho era mío, que sería mío hasta el final. Esto no era por una noche o unas pocas semanas de placer sin sentido. Esto no era algo sin ataduras. Esto era para siempre, para los dos. Era mi responsabilidad desde este día en adelante. Recordando cómo mi padre había fallado a sus esposas, tanto a mi madre como ahora a Nina, parecía un maldito desafío imposible.

—No si puedo evitarlo. ¿Sabes cómo disparar un arma o usar un cuchillo?

—No. Mi padre cree que los donceles no deberían estar envueltos en peleas.

—Algunas veces las peleas llegan a ti. La Bratva y la Tríada no hacen diferencias entre hombres, mujeres y donceles. —La Tríada se había derrumbado. La mayoría de sus territorios habían sido reclamados por la Bratva, de modo que ellos eran los que nos preocupaban.

Jimin inclinó la cabeza.

—¿Entonces nunca has matado a un doncel o mujer?

—No dije eso. —Jimin no necesitaba saber cómo la Bratva casi me había atrapado. No era algo que quisiera que la gente supiera.

Jimin se levantó de la silla, alisando su ropa al hacerlo. Me alegraba que hubiera elegido algo que le tape su cuerpo.

Haría las cosas más fáciles. La gente podría sospechar que había dejado mis marcas en la parte superior de sus muslos.

—Bueno elección. Cubre tus piernas.

—Alguien podría inspeccionar mis muslos.

Había visto la forma en que ayer muchos hombres lo habían mirado lascivamente cuando pensaban que no estaba prestando atención.

—Si alguien trata de tocarte, va a perder su mano. —Los ojos de Jimin se abrieron en shock. Tendría que acostumbrarse a mi posesividad—.Vamos. —Lo llevé al pasillo y más cerca del corredor principal. Algunos invitados hombres.

Jimin se puso rígido.

—¿Están esperando para ver las sábanas sangrientas? —Su piel se puso roja.

Jeon Jungkook - | Kookmin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora