Estás rompiéndome el corazón

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- ¿Sabe si se volvieron a reencontrar? Pregunto la chica con los ojos llorosos, al parecer el hablar de una guerra que todavía continuaba le era difícil. La entendía.

- Asuka y Mari no volvieron a verse. Años después, Asuka huyó a Holanda donde se casó con un hombre varios años mayor que ella con el que tuvo tres hijos. Cuando los mongoles entraron a Holanda, bombardearon su casa, de entre ellos solo uno de los niños logró salvarse. Asuka murió en enero de 1945.

- ¿Qué fue de ese niño?

- Mari lo encontró y lo adoptó. Al saber que Asuka había fallecido, Mari no volvió a ser la misma, "la chica pantera" había desaparecido. La chica de ojos ámbar se limpió con la manga del impermeable una lágrima que se le había escapado. Le pregunté sus motivos, por el que lloraba.

- Es tan triste lo que les pasó, realmente se querían. Yo solo asentí.

- Discúlpeme pero el hombre con el que quería casarme se fue a la guerra. Dijo en un susurro sollozando. Poniéndose las manos sobre la cara. Sin más saque de mi traje un pañuelo y se lo ofrecí, la chica se limpió las lágrimas, tomé su mano y le dije con tristeza.

- La persona con la que yo quería hacer mi vida también se fue a la guerra. Ella se me quedo mirando.

- ¿proseguimos?

- Claro, dijo la chica cobrando la postura.

Asuka se le pasaba todos los días llorando, no quise acercarme a su habitación, mis padres decidieron que lo mejor era enviarla a Estados Unidos con unos parientes para tratar de animarla un poco y de paso que aprendiera el idioma inglés. Las cosas en la mansión se volvieron un poco más tristes cada día, si no fuera porque Kaworu y yo hacíamos el amor en el campo o en las noches, no habría ni un solo momento feliz. Disfrutaba mis encuentros aunque todavía me sentía triste, logré pasar a secundaria pero solo fui unos tres días, cuando empezó la evacuación. Me puse un poco triste pero Kaworu me animaba, tratábamos de hacer que nuestra estadía en mi casa fuera al menos un poco feliz, Kaworu me leía todas las noches varios libros y paseábamos todos los días al campo, también me enseñó a hablar latín, fue muy divertido. Pareciera como si la guerra fuera solo un rumor, aunque esa pocas semanas de dicha llegarían a su fin, le había dicho a Kaworu que debíamos irnos alejarnos de la ciudad e ir a Estados Unidos. Cuando le plante la idea, una tarde lluviosa en la que ambos estábamos en mi recamara desnudos, yo estaba acostado sobre su pecho jugueteando con sus manos, el me acariciaba mi hombro. Con el tiempo aprendí más artes eróticas gracias a Kaworu y buen también al Kama Sutra, gracias a eso aprendí a besar, dar placer en el sexo masculino, meter mi falo en el hermoso trasero de Kaworu, puesto que en nuestros encuentros en el que los cuales le rendíamos tributo a Eros, Kaworu me enseñó a llevar el mando en una relación. Cuando le metía mi falo pequeño a Kaworu me sentí muy seguro de mi mismo, sentía que podía llevar el mando a pesar de mi corta edad. Quería seguir así, olvidarme de la ida de mi hermana y de sus amigas, olvidarme de que había una guerra allá afuera, quería estar solo con Kaworu. Ese día fue el más doloroso de toda mi vida.

- Ven conmigo, Kaworu. Vámonos a Estados Unidos. Allí seremos libres.-. Kaworu se me quedo mirando, poniéndose enfrente de mí. Pude notar su hermoso torso pálido, sus pezones, desgarbado, Kaworu era el mismísimo dios Apolo. Pero su mirada, esa mirada triste llena de pesar decía algo no muy bueno.

- Shinji...

- ¿Qué ocurre? Pregunte abriendo los ojos.

- Hay algo que debes saber. Dijo con los ojos tristes

Expiación impuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora