Te odio, querida hermana

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Como es costumbre de las bodas, yo tenía que ir primero al altar como todos los pajes, varias niñas de vestido blanco con coronas de flores entraron por el altar arrojando flores. Los miré un momento, yo debía ser el mayor de todos ellos, los niños apenas tenían entre nueve y siete años. Cuando los niños terminaron, de arrojar las flores tuve que entrar yo con la ridícula almohada y el anillo carísimo de Tiffany & Co redondo y brillante, a diferencia de los pasadores con formas de libélulas, el anillo de compromiso de mi hermana debía ser bastante nuevo. Al llegar al altar pude observar a Kaworu colocado en el lado derecho del cura vestido con su túnica, su estola y su biblia, mi amante sonreía con un total descaro, tuve que morderme el labio y colocarme a su lado. La orquesta que tocaba el canon de Pachabell cambió la melodía y comenzó a tocar la marcha nupcial, suponíamos que Rei se avecinaba puesto que todos los invitados se pararon, allí entraba mi padre con su esmoquin de color negro y Rei con su vestido blanco, su ramo y su guantes de color blanco, miraba hacia abajo y daba una que otra sonrisita. Estaba más hermosa que nunca. Cuando subió al altar se puso al lado izquierdo del cura. Después de los típicos argumentos me percaté de lo fuerte que yo era, puesto que Kaworu tuvo que hacer sus votos y dar esas espantosas palabras.



- Yo, Kaworu Nagisa, juro amarte a ti Rei Ikari Ayanami en la salud y en la enfermedad, juro serte fiel, cuidarte y respetarte.

Mi corazón comenzó a temblar, creí que iba a desmayarme, el estarle jurando matrimonio a Rei enfrente al cura y a la cruz, me parecía insoportable. Quien sabe cuántas leyes del matrimonio cristiano no habrá roto Kaworu esa vez. Rei emitió una bella sonrisa, el padre se fijó en ella y le preguntó

- ¿y tu Rei Ikari Ayanami, juras amar a Kaworu Nagisa Lorenz, en la salud y en la enfermedad?

Rei asintió y dijo:

- Yo Rei Ikari Ayanami, juro amarte a ti Kaworu Nagisa Lorenz, en la salud y en la enfermedad, serte fiel, cuidarte y respetarte.

El cura declaró a mi hermana y Kaworu, marido y mujer, cuando terminó la ceremonia, Kaworu le ofreció el brazo a mi hermana y ambos salieron del altar rumbo a nuestra casa mientras varias personas aplaudían y tiraban arroz blanco.

Lo más difícil fue tener que soportar la fiesta y los ridículos bailes, mi padre y yo tuvimos que bailar con la novia. Cuando me tocó el turno, tuve que bailar con Rei dando una sonrisa falsa, Rei en cambio me dirigió una sonrisa cálida. Esto era lo más doloroso, tanto para Rei, Kaworu y por mí, Rei podría estar en una relación con un hombre que la quisiera de verdad, no debía estar con un maldito pedófilo que se había enamorado locamente de su hermano menor. De nuevo esa molesta sensación de querer decirle a Rei que Kaworu la estaba engañando y que había mantenido relaciones sexuales conmigo. Estuve a punto de decirle a Rei la verdad sobre Kaworu pero ella me sonrió y me dijo.


- ¿Te acuerdas cuando te enseñé a bailar?

- ¿eh? Ahh..sí. dije.

- Has mejorado, al principio te tropezabas un montón.

- Si je, je. Recuerdo que te rompí la falda una vez. Asuka se río de mí y papá estaba furioso, me acusaba de haberlo hecho a propósito.

- Papá es un pesado. Dijo mi hermana riéndose por el rabillo.

Me reí aunque me sentía como Ana la desdichada esposa de Elcaná, sonreía porque sabía que Rei era feliz aun acosta de mi felicidad. Estaba hirviendo de celos contra ella, la odiaba por haberse enamorado de la persona que me había robado el corazón, si nuestros enemigos nos atacaban prefería que mataran primero a Rei y que se pudriera en el infierno. Todos esos pensamientos malos pasaban por mi mente mientras le sonreía a Rei, de pronto me di cuenta de lo monstruoso que yo era, ¿cómo podía desearle la muerte a mi propia hermana mayor? Fue Rei la que fue una madre para mí más que mi propia madre, fue ella la que me cambió los pañales, Rei me llevaba al cine, me protegía de los abusos de Asuka, me compraba los libros que yo quería e incluso me compró un libro carísimo de Mitos y Leyendas Egipcios a costa de su propio dinero que ella había ahorrado para comparase unos zapatos de marca. Quizás seguía siendo un niño mimado y me estaba encaprichando de Kaworu, después de todo, pero el solo ver a Rei con ése vestido blanco, observar a Kaworu observándonos a lo lejos de forma impasible o más bien viéndome a mí, puesto que su prometido tenía que fingir que la quería, me hervía la sangre de rabia, contra ambos: Rei por casarse y Kaworu por aprovecharse de mí.

Expiación impuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora