El sol detras de la llovía

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Con el pasar de los días, transcurrió la recuperación de los involucrados en la Montaña Natagumo. Entre ellos, se encontraban principalmente tres cazadores que habían sido rescatados con heridas graves. Pero uno de ellos resaltaba sobre el resto: se trataba de Tanjiro Kamado, el cazador que había sido hallado protegiendo un demonio. Acto, que estaba completamente prohibido por la organización de cazadores. Sin embargo, dos personas se habían opuesto a la decisión de simplemente ejecutarlo, alegando que aquel demonio, no representaba un peligro para los humanos. Intrigado por la afirmación, fue cómo Ubuyashiki convocó a una reunión de pilares para esclarecer la situación.

Eran cerca de la 1 p.m. el sol estaba sobre lo más alto del cielo, tan radiante cómo todos los días. Aún faltaban algunos minutos para que se diera por comenzada la asamblea. Sin embargo, eso no fue impedimento para que algunos ya se encontrarán presentes.

Encontrándose cerca del horario de apertura, fue el momento adecuado que consideraron Uzui y Rengoku para presentarse en el jardín principal.
Ni bien entrado en éste, ya podían observar a quien se consideraba el hashira más poderoso: Himejima Gyomei. Un sujeto de 2.20 m, de contextura corpulenta y unos ojos tan pálidos cómo la nieve que cae en temporada de invierno.

Emocionado por el reencuentro, Kyojuro apresuró el pasó para toparse con su compañero de armas.
— ¡Buenos días Gyomei, me alegra verte tan temprano! Hace tiempo que no cruzamos palabras.

Parado imponentemente sobre el césped, permaneció con sus palmas juntas en todo momento.
— de igual forma kyojuro, también me alegra que nuestros caminos se crucen — Aún sin contar con el sentido de la vista, podía notar la presencia de Tengen, quien estaba unos cuantos pasos detrás del pilar de la llama.
— las malas lenguas me hicieron llegar la desagradable noticia, Uzui. Acepta mis más sinceras condolencias — aun estando a mitad de verso, ya comenzaban a asomarse las gotas que caían de sus ojos.

— no te preocupes, ya lo he superado — claramente mentía. No solo era algo notable por su rostro, si no por la forma en la que desvió su mirada a otro sitio. Cómo queriendo que nadie viera la tristeza de su alma, que se reflejaba en las pupilas de sus ojos.
Fue en ese momento donde también noto la presencia de un cuarto pilar, Iguro Obanai, que descansaba sobre la rama de un árbol. No hacía nada en especial, pero era fácil deducir que se encontraba despierto y con sus sentidos captando todo lo que ocurría a su alrededor.

A los pocos minutos, fueron presentándose el resto de pilares. Y cómo era de esperarse, ninguno se guardó las molestias de lamentar la pérdida de Uzui. Aunque parecía que las aceptaba con serenidad, en el fondo comenzaba a fastidiarle. El constante y reiterado recordatorio del fallecimiento de sus esposas, no dejaba de atormentarlo. Quería olvidarse de eso por un rato, pero no sería posible mientras se encontrará rodeado de conocidos.

Mientras todos se encontraban ocupados platicando y discutiendo sobre lo sucedido en el monte Natagumo, un ayudante de la mansión mariposa ingresó al jardín cargando a un joven en su espalda. Rápidamente lo dejó a la vista de los presentes, sobre las pequeñas piedrecillas que cumplían cómo suelo.
— ¡Aquí le traigo al joven que ordenó, señorita Kochō! —

— Muchas gracias. Aunque hubieras tenido un poco más de consideración al traerlo. Ese chico es más que un simple saco de papas — a pesar de estar regañandolo sutilmente, conservaba ese tono sutil y dulce que tenía su voz.

— ¡sí, mis más sinceras disculpas! —
Rápidamente volteó hacia al muchacho, para comenzar a agitarlo con ambas manos.
— ¡oye niño, despierta! — las sacudidas se volvieron más fuertes y agitadas, mientras el estado del joven no cambiaba en lo absoluto.
— ¿¡qué no oyes!? ¿¡te ordene que te levantarás!?

El sonido de las llamas. [BL, Kimetsu no yaiba]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora