Era el cuarto día de la tercera semana, en que yo estaba limpiando la oficina de él.
Su oficina cuenta con una pequeña sala de descanso, es un lugar que siempre me encantó, una pared estaba dedicada a un librero que la abarcaba por completo, el lugar era pequeño, por lo que no era una exagerada cantidad de libros los que tenía, pero me di cuenta de que era lectura de entretenimiento es decir nada referente a los negocios, o a su trabajo, a mí me encantaba leer, a duras penas había aprendido, pero leía todo lo que caía en mis manos. Aun así, jamás me atreví a tocar siquiera sus libros
También en el lugar me había dado cuenta de que tenía una mesa plegable, de esas que cuando no se usan van pegadas a la pared y ahorran espacio, no le di gran importancia, hasta que el lunes de esa semana cuando llegué estaba abajo y sobre ella se encontraba un rompecabezas enorme, iba casi por la mitad, me quedé embobada viendo aquella maravilla, jamás en mi vida había visto uno tan grande y con tantísimas piezas. El más grande que tuve era de 500 piezas y era mi tesoro, me lo regaló un anciano al que ayudé a llevar unos paquetes a su departamento, y tenía montones de ellos algunos armados y otros en cajas y me permitió escoger uno, era un paisaje precioso con árboles flores, pájaros y un río de aguas cristalinas, ese me encantó porque representaba la libertad que nunca tendría, me lo llevé al orfanato, pero fue un gran error, jamás podría armar semejante obra, primero, porque no lo podía dejar en ningún lugar, para después continuarlo, en segundo, porque a las personas que nos cuidaban no les daba la gana dejarme tener algo como eso, de inmediato me lo quitaron para venderlo, yo lo recuperé, cuando un chico que conocí en la calle, se lo robó a quien iba a venderlo y sabiendo que era mío y que lo apreciaba tanto me lo entregó, por supuesto no podía regresar con él, así que casi llorando fui a regresarlo al anciano.
Fue tanta mi desesperanza, que se compadeció de mí y me permitió armarlo en su departamento, me habilitó un espacio y cada que podía estaba ahí. Yo en cambio me dediqué a limpiar el lugar como agradecimiento y a hacerle pequeños favores, como hacerle las compras, o acompañarlo al médico, llevar su ropa a la tintorería, entre otros. Fueron tiempos hermosos, porque por fin sentía el amor de alguien que no se aprovechaba de mí, ni me exigía, si no que me daba. Por desgracia, poco antes de cumplir yo los dieciocho años, él murió y ya no tuve acceso a su casa, ni a su hermosa amistad, mi rompecabezas se quedó ahí y jamás lo volví a ver, eso sí, lo armé infinidad de veces, porque se me daba el armar rompecabezas, lo hice también con otros de los que él tenía y me prestaba.
Don Roque Rentería, se llamaba, era viudo, sin hijos ni parientes, según me contó. Con él, pasé unos de los momentos más hermosos de mi triste vida, y digo unos porque, con César mi esposo, es que he vivido los más maravillosos que se puedan vivir. Aun así, no puedo negar que don Roque cambió mi vida, por él es que me propuse, que en cuanto saliera de ese lugar, jamás volvería a cometer ningún tipo de fechoría, fue él, quien me enseñó a leer y escribir, y me empezó a instruir, pero su muerte ya no nos dio tiempo de más, lo lloré mucho y juré por su memoria que lucharía por salir de dónde estaba y que nada me haría caer de nuevo, de dónde había salido.
Su recuerdo siempre me hace llorar, y los rompecabezas siempre me lo recuerdan, por eso, cuando vi ese tan enorme, tan majestuoso, me perdí observándolo, no sé cuánto tiempo pase contemplandolo, lo bueno fue, que ese día César no llego temprano y no lo vi, al día siguiente, me encontré con la misma escena, el rompecabezas seguía igual, solo habían sido colocadas unas cuantas piezas, lo miré y no pude aguantar la tentación de colocar una en su lugar, solo una, era imposible que él se diera cuenta, dada la gran cantidad de piezas. Ese día tampoco llegó, al siguiente día me di cuenta de que no había hecho ningún movimiento, aun así, no pude resistir volver a poner no una, sino varias piezas en su lugar. El seguía sin aparecer, cuando me retire, puse otra pieza, sabía que aun así era imposible que notara o que recordara que es lo que estaba o no estaba colocado.
Fue así como llegó el cuarto día, terminé mis labores en su oficina, al salir solo eché un último vistazo a esa preciosa obra y lo volví a hacer, fue solo una pieza y me retiré.
Jamás pensé, en las consecuencias que mis actos traerían a mi vida. En la tarde que terminaba mi turno, ya no en esa empresa, porque ahí solo limpiaba su oficina, si no en un conjunto de departamentos en un condominio ubicado cerca de ahí y que también pertenecía a la empresa de él, mi jefe pasó por mí. Estaba muy preocupado.
_ Dime que todo está bien por favor. - se detuvo a un lado de la carretera antes de llegar al edificio que alberga la empresa de César.
_ No he hecho nada. - dije también asustada por haber sido requerida por él.
_ ¿Segura que no te faltó nada por limpiar? - yo negué. _ ¿No quebraste algo?, ¿tocaste algo que no deberías? ¿Moviste algo de su lugar?
Yo seguía negando, pero cuando escuché sus últimas palabras, un escalofrío recorrió mi cuerpo, era imposible que, por haber movido unas piezas de su rompecabezas, me estuviese haciendo volver a su oficina, y además acompañada de mi jefe. Que equivocada estaba.
Nos detuvimos ante aquel impresionante edificio, cuando llegamos a la puerta de entrada, miré hacia adentro, ya no se veía movimiento, pasaba ya de la hora de salida del personal, y por lo visto no había nadie, más que el equipo de seguridad.
Íbamos a entrar cuando él guardia detuvo a mi jefe.
_ Lo siento. - dijo. _ solo la señorita puede pasar.
_ Debe de haber una equivocación. - dijo él. _ el señor Montero nos espera.
_ Mis órdenes son, que solo la señorita puede entrar. - dijo impidiéndole el paso.
_ No la voy a dejar sola. - protestó y se lo agradecí, la verdad es, que tenía mucho miedo.
En ese momento sonó el celular del guardia, contestó y luego le pasó la llamada a mi jefe, lo escuché asentir a todo lo que le decían del otro lado de la línea, le entregó el teléfono al guardia y se volvió hacia mí.
_ Es él. - dijo. Su rostro lucía contrariado. _ quiere que subas a su oficina, el hecho de que yo viniera fue para que te trajera personalmente y no te enviara sola, pero mi presencia ya no es necesaria.
_ ¿Te irás? - lo miré con aprehensión.
_ No puedo subir contigo. - tomó mis manos. Era un hombre de mediana edad, me apreciaba de verdad, lo había demostrado en varias ocasiones. _ pero no me iré. - dijo mirándome a los ojos. _ aquí te espero. Si algo no te parece, o crees que corres peligro no esperes y pide ayuda. Estaré pendiente de mi teléfono.
Se lo agradecí y me dispuse a subir acompañada por otro guardia que me pidió seguirlo.
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harem
RomansElla no era una chica normal, aún así lo atrapó en su mundo de silencios y soledad. Él era, lo que ella nunca soñó, porque su alma dañada, era incapaz de ofrecerle nada, pero él se quedó y le dio más de lo que esperaba... Incluido hacerla parte de s...